domingo, 8 de agosto de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

TIEMPO DE REVISARNOS

Estos meses de confinamiento nos han provisto de un paréntesis para realizar actividades que habitualmente no emprendemos por falta de tiempo.  Como ya mencioné en una columna anterior, dentro de casa el espíritu de Marie Kondo entró en vigoroso combate contra Diógenes para eliminar un montón de cosas.  Entre dichos elementos  que ocupaban espacio sin otra función aparente, se hallaban seis cajas de plástico tamaño archivo, en las que guardaba en forma mecanografiada e impresa mis colaboraciones periodísticas de 1975 al  2000, año a partir del cual  las ediciones se digitalizaron y no hubo necesidad de conservarlas en papel.  Conseguí  la colaboración de una joven amiga muy activa y organizada, que de inmediato comenzó a clasificar, hacer carpetas y digitalizar los contenidos.  Justo en esta semana revisábamos una caja que, junto con lo periodístico, contenía todo el material de apoyo que utilicé cuando publiqué mi libro sobre lactancia materna.  Me emocionó regresarme en tiempo a esos principios de los años noventa, cuando, con mis dos hijos pequeños, me quedaba muy poco tiempo para escribir.  Un viernes  anunció mi esposo que el fin de semana él y los niños estarían fuera de casa para que yo pudiera dedicarme a consolidar de lleno ese proyecto literario.  Así fue como, en dos jornadas de doce horas, sábado y domingo, pude terminar ese libro que yo sentía tan necesario para las mamás primerizas.

Lo que me transportó en tiempo fue toparme con las fotocopias de los artículos en los que me basé para escribirlo.  En esos tiempos no había acceso público a  Internet.  Buscaba revistas científicas alusivas al tema, sacaba fotocopias y llegaba a casa con tres o cuatro artículos por vez, mismos que leía, señalaba con marcas o leyendas, para luego incorporar su esencia en mi propio texto.  Son alrededor de sesenta juegos de fotocopias cuya relectura, treinta años después, me transportó a una parte de mi vida que ha quedado muy atrás.

Cuando nacieron mis hijos la intención de alimentarlos en forma natural se topó con diversos inconvenientes: En mi familia no había casos de lactancia exitosa, esto es, no tenía a quién consultar acerca de la técnica para dar pecho.  Dentro del perfil en las carreras relacionadas con la salud, no se incluía la lactancia materna.  Conocíamos al dedillo los tipos de fórmulas incluyendo la fórmula a base de soya, pero nada más.  Otra alternativa popular que se mencionaba en los tratados de pediatría era el atole de masa, para enseñarnos que existía, que para nada era lo ideal, pero que igual podría utilizarse en forma transitoria después de una gastroenteritis.  De lactancia materna lo único que existía era lo publicado por la Liga de la Leche; por desgracia lo descubrí tiempo después, cuando la etapa de lactancia de mis hijos prácticamente había concluido.

Perderme por un rato entre aquellos papeles y tantos apuntes, fue como dar una palmadita en la espalda a esa “yo” tres décadas más joven, que se echaba clavados en todos los documentos que halló o que consiguió a través de las bibliotecas, para finalmente sacar su libro.  A partir de ese tiempo, de la mano de una enfermera pediatra, gran amiga, echamos a andar un módulo de lactancia materna dentro del Hospital General No. 11 del IMSS en esta ciudad de Piedras Negras, para entrenar a las madres a dar pecho.  Ya para cuando llegó el tiempo de certificarnos como Hospital Amigo del Niño y de la Madre por parte de la UNICEF, en 1994, nuestro hospital llevaba buena parte del camino andado.

Aquella exploración en el tiempo me dio pie a considerar que las cosas hechas a la usanza pre-Internet, lograban apreciarse de un modo distinto.  Implicaban más tiempo, más esfuerzo, y probablemente más gasto en fotocopias. Sucedía entonces que los productos de aquella labor se querían de un modo especial, como un hijo nacido de las entrañas.   Toda proporción guardada frente a las grandes obras de la era postmoderna, mi sentir personal es que lo que hoy se escribe cuesta menos trabajo, de modo que le depositamos una carga emocional más leve.

En estos días escuchaba una charla entre escritores, coordinada por la argentina Mónica Maristain, con Magali Velasco, Daniel Salinas y Melina Balcázar, para abordar la obra de Emmanuel Carrѐre, escritor del que hablé en fechas recientes.  Coincidían en señalar que lo distingue su afán de investigación junto con la libertad de expresarse de distintas maneras en sus diversas obras, e inclusive dentro de una misma.  Me llevó a pensar que todos los seres humanos estamos en esa constante búsqueda, en ese “probarnos atuendos” para identificar con cuál nos sentimos mejor.

…Grandes reflexiones que permite el obligado paréntesis sanitario, al que hay que sacar partido para  revisarnos.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

 


Búsqueda en la noche

Cual  meteoro imprevisible  choca  con la Tierra

sin que instrumento alguno lo hubiera detectado

de forma anticipada

          -- como para prepararse.

Así llega la enfermedad a romper paradigmas, a poner todo en su lugar.

Nos lleva a medirnos frente a la inmensidad del cosmos

Partiendo de la propia desnudez humana

Y  luego de tragarnos el orgullo, nos muestra, en realidad, cuan pequeños somos

Así comienza todo a asumir un orden, a retornar cada elemento

al sitio que le corresponde ocupar

Así es como la enfermedad quiebra la soberbia humana, cual delgados carrizos

Nos fuerza  a volver la vista al cielo, para emprender la búsqueda

          con nuevos ojos

En lo más profundo de la honda negrura de una noche

Náufragos en las profundas aguas de un  océano 

          sin costas

Nos muestra cuan pequeños somos

En la vasta inmensidad del universo-tiempo.

Música americana desde Florencia con Rom Dracula

POESÍA de Mario Benedetti

 


El silencio del mar


brama un juicio infinito

más concentrado que el de un cántaro

más implacable que dos gotas



ya acerque el horizonte o nos entregue

la muerte azul de las medusas

nuestras sospechas no lo dejan



el mar escucha como un sordo

es insensible como un dios

y sobrevive a los sobrevivientes



nunca sabré que espero de él

ni que conjuro deja en mis tobillos

pero cuando estos ojos se hartan de baldosas

y esperan entre el llano y las colinas

o en calles que se cierran en más calles

entonces sí me siento náufrago y sólo el mar puede

salvarme.

CICA 2021 | El momento que nos tocó vivir

 
Agradezco a mis queridas amigas Carolina y  Pilar por este aporte

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



No es que no tenga por que sufrir, es que no es lo único que tengo que hacer. 

No puedo hacer a un lado todas esas cosas que la vida me demanda. Sufro si, tengo por qué y mientras más le busco, seguro más le encuentro, pero no le doy más sitio a las penas que el que ocupan en su momento. Vuelta a la página, vamos con todo y ellas haciéndolas ligeras, quitándoles el peso que a veces les da la falta de fe y el pesimismo. No me niego el bien que llorar provoca, mis lágrimas dejo para cuando el dolor me rebasa, las lloro en la intimidad la mayor parte del tiempo, a veces furtivas lágrimas se asoman ante el recuerdo, no hago esfuerzo tampoco por ahogarlas. No escondo mis penas, no las finjo, pero tengo la virtud de saber encontrar en lo vivido los matices coloridos que le ha dado la felicidad; no me hundo en la obscuridad por mucho tiempo, busco cualquier resquicio por donde se filtre la luz y sigo el sendero que me guíe de nuevo a donde me pueda llamar feliz.

Mi alma encuentra fortaleza en el amor, mientras alguien me haga saber que útil soy, que importo, que me necesita, que a mi lado es feliz, mi voluntad se mantendrá firme, mi corazón dispuesto. Tengo más, mucho más que hacer que tan solo sufrir. Hay sensaciones maravillosas que vale la pena experimentar. Aprender a tolerar, a sublimar, a no ser presa vitalicia del sufrimiento. 

Pido a Dios que mi razón y mi corazón sean siempre capaces de permitirme librar victoriosamente todo aquello que aún me reste padecer.

CORTOMETRAJE Arcángel