RENACER
ENTRE LLAMAS
Podríamos
aventurar que, después del de 1910, este 20 de noviembre ha sido el más
singular por diversos motivos: Por primera vez se suspende el tradicional
desfile en la ciudad de México, a la vez que se generan marchas y
concentraciones populares a lo largo del
territorio nacional y en todo el orbe,
hermanados por causas que nos duelen a
todos los mexicanos, y que indican que el país requiere un cambio radical como medida urgente, ante una crisis
de salud institucional muy profunda.
En
estas semanas se han publicado opiniones
en todos los sentidos, desde algunas de
fuentes reconocidas y bien informadas, hasta irresponsables incitaciones al
desorden y la destrucción. Cada frase y cada evento han sido interpretados con humor ácido a través de los famosos “memes”,
amalgama de creatividad e inconformidad
ciudadana. Claro, ello es una muestra
más del hartazgo popular ante condiciones sociopolíticas y económicas que colocan al país al filo del risco, como hace
cien años no ocurría.
Por
su parte grupos colegiados emiten su análisis y proponen directrices para el
cambio. Uno de ellos, que hallo muy serio y profesional, es el Instituto de
Estudios para la Transición Democrática (IETD), que justo esta semana publica
un valioso texto intitulado “Las ruinas de un Futuro que no llegó”, cuya
lectura me permito recomendar
ampliamente en http://www.ietd.org.mx/mexico-las-ruinas-del-futuro/
Los
firmantes proponen siete temas cuya revisión es necesaria para recomponer al
país, y que aquí esbozo:
1)
Los Derechos Humanos como eje central de los debates y políticas que se
emprendan. Infiero, no es posible querer
codearse con las grandes potencias mundiales cuando hay asignaturas pendientes
en rubros de salud, educación, infraestructura urbana y seguridad, entre otros.
2) La atención a víctimas como un asunto de
alta prioridad: El sistema jurídico que no atiende, que desoye o desacredita a
las víctimas de la delincuencia, simplemente no funciona. La salida fácil de inculparlos antes de
investigar, o de guardar a los delincuentes en el limbo de la impunidad, es en
parte lo que ha puesto al país de cabeza.
3)
Es urgente revisar y rehabilitar el poder municipal, pues es justo en ese nivel
de gobierno en donde la delincuencia organizada presiona o corrompe, con los
consecuentes fatales resultados. La descomposición política, social y moral nos
ha rebasado en mucho.
4)
Con relación a la impartición de justicia, hay crisis en el corazón mismo del estado de
Derecho. No es posible que los órganos colegiados se inclinen a favorecer a los
grandes criminales, mientras ignoran el destino de tantas víctimas.
5)
Trabajar por combatir la pobreza y la desigualdad. No se trata de generar y mantener pobres,
sino de trabajar por sacarlos de la pobreza y apostar por su autosuficiencia.
6)
Combate a la corrupción y rendición de cuentas. Para el proyecto de país que
demandamos todos los mexicanos, es menester una rendición de cuentas puntual,
oportuna y abierta, que no dé pie a suspicacias.
7)
Estamos viviendo una crisis de representatividad, de administración de la
función pública, y de capacidad de respuesta del Gobierno ante los graves problemas del
país. Se requiere de diagnósticos puntuales
hechos por especialistas en cada tema.
Viene
a mi mente la leyenda del Ave Fénix, que más allá de renacer de entre las
cenizas, de manera periódica ella misma, para reproducirse, prende fuego a su nido y surge de entre el
fuego con sus alas encendidas cual llamas.
A
estas alturas del partido, haya sido resultado de corrupción, de mala planeación,
o de fallas en la ejecución y seguimiento, el asunto es que tenemos un Estado fallido
que a todos nos compete. La voluntad
ciudadana existe, ahí está palpitante dentro de nuestro pecho, sin embargo nada
bueno se lograría si no la sometemos a la batuta del pensamiento racional. Por su cuenta como bestia desbocada no podría
abonar a un proyecto firme de nación.
Queremos
un país donde reine la paz, con oportunidades
de trabajo que satisfagan las necesidades de cada familia mexicana. Ya estamos cansados de vivir como rehenes de
la delincuencia, ante el pasmo de las autoridades del orden.
No
hemos dejado de creer en las instituciones, a pesar del desempeño errático de muchas de ellas.
Queremos retomar la historia justo donde la dejaron nuestros padres y abuelos,
confiados de que nosotros como herederos sabríamos responder. Queremos poder entregar a nuestros hijos un
patrimonio de nación del que se sientan afortunados y orgullosos.
Habrá
qué exigir a nuestros gobernantes que se
alejen de los reflectores, dispuestos a meter los pies en el barro, para
enderezar la encallada nave entre todos.