domingo, 28 de marzo de 2021

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


INFIERNO EN LA SIERRA

Nuestra naturaleza viviente, es a tal grado precisa, que solemos olvidar que no somos inmunes frente a los errores de nuestro propio actuar.  Cuando surgen contingencias, como la que se vive en estos momentos en la Sierra de Coahuila y Nuevo León, es cuando, de súbito, tomamos conciencia de nuestra pequeñez frente al universo.

En el último año de la especialidad en Pediatría, me correspondió hacer mi servicio social en Doctor Arroyo Nuevo León.  Lo que ahí viví, se convirtió en  parte muy importante de mis experiencias de vida.  Situado a 30 minutos de Matehuala, SLP, constituía  el arranque de lo que, dos horas más delante, llegando a Galeana, daba pie al ascenso por  la Sierra Madre Oriental, que se extiende sobre los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, para luego seguir la Huasteca Potosina hasta Hidalgo y Puebla.  La topografía en Doctor Arroyo estaba constituida por llanuras salpicadas por pequeñas casas de agricultores y madereros hasta llegar a Galeana, Nuevo León, famoso, entre otras cosas, por sus costumbres autóctonas.  Iban a buscar a Don Juan a la casa familiar, y los hijos decían: “Está en la otra casa”.  Una organización familiar única en esta región del país, en la que la poligamia era común.   Ahora bien, imaginar esos llanos y esos bosques tomados por el fuego, avivado éste por el norte que los azota en estos días, es visualizar el infierno.  No me cabe en la mente la imagen del ganado vacuno arriado entre la humareda; los corrales de cerdos en las granjas porcícolas, sin un punto de escape.  No alcanzo a imaginar la angustia de los habitantes de la sierra, mientras ven cómo sube el fuego y los deja atrapados en las zonas más altas de los elevados cerros que la conforman.  De las experiencias que más me marcaron como pediatra, fue ver llegar a urgencias a una pareja con su criatura pequeña entre cobijas, ya sin vida, después de haber bajado caminando a través de la sierra desde lo más alto, por casi dos días, en búsqueda de ayuda médica.

Esta vez todo parece haber iniciado en un rancho del área conocida como “La Pinalosa”, en Arteaga, Coahuila, durante un paseo dominical.  Un asador que se utilizó para preparar carne, cuyo fuego no se tuvo el cuidado de sofocar.  Luego de la sequedad en que quedaron tantas plantas después de las heladas, fue cuestión de horas para que el fuego comenzara a extenderse por doquier, habiendo alcanzado, al momento de redactar esta nota, casi 5,000 hectáreas consumidas, así como alrededor de 30 casas habitación con pérdida total.

Se han ido sumando apoyos institucionales y ciudadanos en un intento por sofocar el fuego voraz, pero hasta ahora son insuficientes.  La historia dará razón del lamentable recuento de los daños, considerando que en esas porciones de la sierra hay especies endémicas que tal vez se habrán perdido para siempre.

Justo esta semana, de labios de Liliana Blum, destacada escritora duranguense, mientras hablaba sobre la figura femenina dentro de las historias, salieron unas palabras para ejemplificar  la misoginia y los feminicidios, y que ahora me permito retomar y   hacer extensivas a la naturaleza: Cito: “La mujer es una cosa de la que puedes disponer como una sopa Maruchan”.  Me pareció una figura retórica que puede extenderse mucho más allá, para referirse a la indiferencia con que actuamos frente a lo que nos rodea. Como si no nos importara; como si no fuera asunto propio; como si nuestra actuación estuviera totalmente desvinculada de los hechos.

Nuevamente, igual que ha venido sucediendo, muy en particular a lo largo de este año de confinamiento, el problema no va a resolverse con quejarnos y señalar culpables con índice de fuego.  Dejemos eso a las autoridades judiciales, eso sí, exijamos que hagan su trabajo.  Si se sospecha de cinco individuos que no apagaron a cabalidad una fogata, y de allí se inició el fuego, que se les aplique la ley.  El resto de los mexicanos actuemos de  formas útiles y proactivas.  Vamos apoyando a las corporaciones institucionales y civiles que trabajan por extinguir el fuego.  Contribuyamos en dinero o en especie para apoyar a las familias que lo han perdido todo.  Regalemos diez minutos a nuestros pequeños, para darles una mini lección sobre la importancia del  cuidado de la naturaleza.  Nos hemos convertido en una generación que condena más que apoyar; que lanza la piedra y esconde la mano; una generación de mini dictadores queriendo  cambiar al mundo desde el teclado digital, como si fuéramos los poseedores de la verdad absoluta.

Es hora de trabajar, de educar, de forjar futuro.  Por cierto, para quien guste hacerlo, hay una cuenta llamada “Juntos por Santiago”.  Se entra desde www.moneypool.mx  Debe haber otros muchos modos de ayudar, el asunto es hacerlo.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza

HOMENAJE DE ANIVERSARIO

Pandemia:

Punto común a todos,

nos acerca, nos conecta,

nos hermana a la distancia.

Unas veces lo hace desde el pasmo,

otras más desde el dolor profundo 

                                  de la pérdida.

Pandemia: Es sombra feroz que devora

abrazos, conciencias, esperanzas.

Rival que desafía ciencia y cordura.

Un año después mi voz se eleva

en oración por los caídos

en vítores por los héroes

que volvieron las salas de hospital

un  santuario para honrar la vida.

Ellos, que no están dispuestos a cejar

en su lucha feroz contra la muerte:

Adelante, amigos,

se vislumbra la luz en el fondo del túnel.

En tanto: Dios los cuide y  bendiga

En su lucha diaria contra Lethus

En tanto prive la sensatez 

          en  nosotros

para no enfermarnos..


3 minutos de naturaleza pura

POESÍA de Virginia León Capetillo, desde el Puerto de Veracruz


Con todo su esplendor, la Primavera

dice adiós al invierno que se ha ido,

el río recibe al Sol que ya ha salido,

penacho erguido luce la palmera.



Que llegue el cambio, añora la pradera,

en el campo el verde ha resurgido,

construye el ave laborioso nido

en el sauce llorón de la ribera.



Se aspira por doquier el suave aroma

de la gardenia que otra flor no iguala,

altiva en el jardín la dalia asoma.



El naranjo azahares nos regala,

un palomo corteja a la paloma,

hace de amor, la Primavera, gala.

La niña silenciosa: Cortometraje ganador del Oscar

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CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Antes la vida se cocinaba a fuego lento. Uno aprendía a esperar, esperaba una carta por largo tiempo para tener noticias de quién se encontraba lejos, y lejanía entonces eran unos cuántos kilómetros. La espera nos hacía tener la ilusión de ese día donde el cartero llegaría a casa y con su silbato nos anunciaría la llegada de la ansiada misiva. Para entonces habríamos leído y releído las cartas anteriores y gozaríamos cada letra impresa que nos daba noticias de aquéllos a quienes no teníamos otra manera de contactar. El día esperado llegaba y el solo ver el sobre, ya nos hacía liberar dopamina. Repasaríamos una y otra vez cada frase, y nos transportaríamos con la imaginación al lugar donde se hallaba el remitente, sería un momento mágico. Esa persona se había tomado el tiempo de escribirnos, de llevar la carta al buzón y enviarla. Quien nos escribiera realmente se interesaba por nosotros. Tendríamos sus cartas en un cajón o en un lugar especial, sería en ocasiones el único enlace con esa persona o por lo menos durante un tiempo hasta reencontrarnos.

Y como esto, nuestra vida transcurría sin tanta prisa, no había microondas, así que había que esperar a que se cocinara al fuego la comida, en esa espera los aromas de los guisos despertaban nuestro apetito, y nos hacían disfrutar desde antes los platillos preparados en casa. Nada mejor que ver los sartenes y ollas humeantes sobre una estufa invitándonos a deleitarnos con la comida casera. Hasta esa forma de cocinar influía en que nos sentásemos todos juntos a la mesa, la comida estaba lista, después sería un embrollo volverla a calentar. Aprendimos a esperar, a saber que las cosas se tomaban un tiempo para poderlas disfrutar, que la espera tenía su recompensa y nos hacía valorar más aquello que recibíamos, 

No había gratificación inmediata y eso nos hizo personas que aprendimos a que es más larga la lucha que el momento del éxito, pero que es en ella donde transcurre la mayor parte de la vida,y por eso la debemos vivir con pasión, plenamente. La vida de por sí muy corta es para estarla viviendo instantáneamente. Si es en la espera de que suceda lo deseado cuando estamos viviendo quizá los mejores momentos de ésta nuestra historia, me pregunto: ¿para que tanta prisa?

Vivaldi, el polifacético con Sheila Blanco