INFIERNO EN LA
SIERRA
Nuestra naturaleza viviente, es a tal grado precisa, que
solemos olvidar que no somos inmunes frente a los errores de nuestro propio
actuar. Cuando surgen contingencias,
como la que se vive en estos momentos en la Sierra de Coahuila y Nuevo León, es
cuando, de súbito, tomamos conciencia de nuestra pequeñez frente al universo.
En el último año de la especialidad en Pediatría, me
correspondió hacer mi servicio social en Doctor Arroyo Nuevo León. Lo que ahí viví, se convirtió en parte muy importante de mis experiencias de
vida. Situado a 30 minutos de Matehuala,
SLP, constituía el arranque de lo que, dos
horas más delante, llegando a Galeana, daba pie al ascenso por la Sierra Madre Oriental, que se extiende
sobre los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, para luego seguir la
Huasteca Potosina hasta Hidalgo y Puebla.
La topografía en Doctor Arroyo estaba constituida por llanuras salpicadas
por pequeñas casas de agricultores y madereros hasta llegar a Galeana, Nuevo
León, famoso, entre otras cosas, por sus costumbres autóctonas. Iban a buscar a Don Juan a la casa familiar,
y los hijos decían: “Está en la otra casa”.
Una organización familiar única en esta región del país, en la que la
poligamia era común. Ahora bien,
imaginar esos llanos y esos bosques tomados por el fuego, avivado éste por el
norte que los azota en estos días, es visualizar el infierno. No me cabe en la mente la imagen del ganado
vacuno arriado entre la humareda; los corrales de cerdos en las granjas
porcícolas, sin un punto de escape. No
alcanzo a imaginar la angustia de los habitantes de la sierra, mientras ven
cómo sube el fuego y los deja atrapados en las zonas más altas de los elevados cerros
que la conforman. De las experiencias
que más me marcaron como pediatra, fue ver llegar a urgencias a una pareja con su
criatura pequeña entre cobijas, ya sin vida, después de haber bajado caminando
a través de la sierra desde lo más alto, por casi dos días, en búsqueda de
ayuda médica.
Esta vez todo parece haber iniciado en un rancho del área
conocida como “La Pinalosa”, en Arteaga, Coahuila, durante un paseo dominical. Un asador que se utilizó para preparar carne,
cuyo fuego no se tuvo el cuidado de sofocar.
Luego de la sequedad en que quedaron tantas plantas después de las
heladas, fue cuestión de horas para que el fuego comenzara a extenderse por
doquier, habiendo alcanzado, al momento de redactar esta nota, casi 5,000
hectáreas consumidas, así como alrededor de 30 casas habitación con pérdida
total.
Se han ido sumando apoyos institucionales y ciudadanos en un
intento por sofocar el fuego voraz, pero hasta ahora son insuficientes. La historia dará razón del lamentable
recuento de los daños, considerando que en esas porciones de la sierra hay
especies endémicas que tal vez se habrán perdido para siempre.
Justo esta semana, de labios de Liliana Blum, destacada
escritora duranguense, mientras hablaba sobre la figura femenina dentro de las
historias, salieron unas palabras para ejemplificar la misoginia y los feminicidios, y que ahora
me permito retomar y hacer extensivas a
la naturaleza: Cito: “La mujer es una cosa de la que puedes disponer como una
sopa Maruchan”. Me pareció una figura
retórica que puede extenderse mucho más allá, para referirse a la indiferencia
con que actuamos frente a lo que nos rodea. Como si no nos importara; como si
no fuera asunto propio; como si nuestra actuación estuviera totalmente desvinculada
de los hechos.
Nuevamente, igual que ha venido sucediendo, muy en
particular a lo largo de este año de confinamiento, el problema no va a
resolverse con quejarnos y señalar culpables con índice de fuego. Dejemos eso a las autoridades judiciales, eso
sí, exijamos que hagan su trabajo. Si se
sospecha de cinco individuos que no apagaron a cabalidad una fogata, y de allí
se inició el fuego, que se les aplique la ley.
El resto de los mexicanos actuemos de
formas útiles y proactivas. Vamos
apoyando a las corporaciones institucionales y civiles que trabajan por
extinguir el fuego. Contribuyamos en
dinero o en especie para apoyar a las familias que lo han perdido todo. Regalemos diez minutos a nuestros pequeños,
para darles una mini lección sobre la importancia del cuidado de la naturaleza. Nos hemos convertido en una generación que
condena más que apoyar; que lanza la piedra y esconde la mano; una generación
de mini dictadores queriendo cambiar al
mundo desde el teclado digital, como si fuéramos los poseedores de la verdad
absoluta.
Es hora de trabajar, de educar, de forjar futuro. Por cierto, para quien guste hacerlo, hay una
cuenta llamada “Juntos por Santiago”. Se
entra desde www.moneypool.mx Debe haber otros muchos modos de ayudar, el
asunto es hacerlo.