EL CAMINO
El confinamiento obligado durante poco más de dos años ha
modificado muchos de nuestros hábitos.
Para algunos los cambios resultaron desesperantes; en mi caso, por mi
forma de ser, pude adaptarme con relativa rapidez a los mismos. En vez de salir a componer el mundo en un
café, opté por la vía virtual; en lugar de asistir a eventos culturales en
vivo, lo hice en línea. Respecto al cine
puedo decir que salí ganando: en la vida real no soy muy afecta a las cintas
comerciales. El encierro me dio la
oportunidad de acercarme a producciones de cine de arte de diversos países, lo
que resultó en una ganancia espiritual que, de otra manera, no habría obtenido.
Termino de ver una producción italiana hermosa, que me llevó
a reflexionar frente a la realidad que vivimos en México, con el proyecto de
militarizar cada rincón del territorio nacional. Vemos resultados poco alentadores de parte de
las fuerzas armadas, a las que se han impuesto tareas ajenas al perfil
castrense, y trabas para poder ejercer sus funciones frente al crimen y la
defensa territorial.
La cinta en cuestión se intitula en su idioma original: “Non
e’ mai troppo tardi”, traducida en Argentina como “Nunca es demasiado tarde”,
una producción de Giacomo Campiotti con la actuación estelar de Claudio
Santamaria, conocido por su papel en “Casino Royale”. La historia habla de un maestro idealista cuya
plaza laboral se halla dentro de un reformatorio juvenil, ambiente que no apuesta en absoluto a la rehabilitación de
los chicos, que van desde los 10 años hasta el límite con la edad adulta. Narra las peripecias que el maestro ha de
hacer, convencido de que esos jóvenes desordenados y oposicionistas llevan
dentro un potencial, el cual se propone explotar. Una subtrama tiene que ver con el amor de su
vida, una maestra de quien se separó al partir a la guerra, y a la que debe
reconquistar. Ella se vuelve cómplice de
las iniciativas que el maestro emprende, llevado por la fe en ese grupo de
jovencitos y la convicción de que la educación es la única puerta que los
conducirá a una vida productiva. Después de muchos traspiés, consigue modificar
en el sistema la idea de que un reformatorio no es un contenedor de
delincuentes que, cumplida su sentencia, retornan al mundo a seguir haciendo lo
mismo, sino que se puede trabajar con ellos, a través de la confianza y la
empatía, para convertirlos en ciudadanos de provecho. Es de esas películas que nos dejan un sabor de
boca muy agradable. El idealismo del
maestro, que a ratos frisa con la imprudencia, nos recuerda esos personajes
quijotescos en cuya figura los soñadores de todos los tiempos hemos anclado
nuestros ideales.
Dentro de los fenómenos sociales que ha generado el
confinamiento, se encuentra el aislarnos unos de otros. Cada núcleo dentro de su casa, limitar los
contactos físicos a través de evitar besos y saludos de mano, e imponer
barreras como el cubrebocas. La
comunicación, quiérase o no, se ve resquebrajada por estas imposiciones que,
sin bien sirvieron para que no nos contagiáramos, limitaron en mucho la posibilidad
de acercamiento e intimidad. Por todas
partes hallamos ejemplos de cómo aumentó la violencia doméstica en ese clima de
encierro, y ahora que comenzamos a salir al mundo, lo hacemos como los topos
desde su hoyo, de manera insegura y torpe.
En lo personal el cine norteamericano me resulta muy
encasillado en clichés que no me convencen.
Salvo sus contadas excepciones, para mi gusto gira demasiado en torno al
ideal capitalista y a los valores que se supone, cualquier familia que se
respete, debe tener. Carecen de esa sustancia que vuelve a los personajes
entrañables, cercanos e inolvidables.
Cierto, en gustos se rompen géneros y habrá quien defienda dichos
elementos pese a cualquier incongruencia.
Digamos, yo no entiendo cómo, después del bofetón que le metió Will
Smith a Chris Rock, a la hora de recibir el Oscar como mejor actor, el público
presente se volcó en un prolongado aplauso de pie. El presentador hizo mal en utilizar la
condición médica de Jada, esposa de Smith, para un chiste. Smith hizo mal en no controlarse frente al
agravio. El público aplaudió el Oscar de
este último, sin tomar en cuenta lo recién ocurrido. Para hoy, a menos de una semana de los
hechos, el mercado ya tiene a la venta playeras, tazas y adhesivos con la
imagen del incidente.
A ratos necesitamos rectificar el camino. Detenernos a reflexionar si vamos bien, o si
corresponde hacer cambios. Militarizar
un país no garantiza la seguridad ciudadana, y así lo estamos viendo. Crecen las fuerzas militares, pero la
delincuencia por parte del crimen organizado no disminuye. La creación de la
conciencia ciudadana no se desarrolla a punta de fusil, sino a base de
congruencia.