domingo, 1 de noviembre de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 OTRO MODO DE HONRAR A LOS DIFUNTOS

México mágico: Luces y sombras; silencios y charadas; risas y llantos.  Quizá la fecha cuando más se encuentran estos símbolos antagónicos, en una dialéctica que nos resignifica año con año, sea durante los dos primeros días de noviembre.  Recordamos a nuestros niños muertos la noche del 31 para amanecer el primero de noviembre, día de todos los santos.  Continuamos honrando a nuestros jóvenes y adultos para culminar el día 2 con una fiesta así de vistosa como de variada, a lo largo y ancho del país, de un México que se extiende a otras latitudes con igual esplendor.  Cada lugar tiene sus regionalismos; ahora acabo de descubrir que en el estado de Hidalgo la celebración comienza una semana antes, recordando a los muertos en accidentes.   Varían los adornos, los platillos y la forma de evocar al ser querido que se adelantó, pero en esencia los elementos básicos son los mismos desde épocas prehispánicas.  Se arma un homenaje respetuoso y cálido por aquellos que ya no están físicamente con nosotros, pero que vienen a acompañarnos en estas fechas de modo particular.

México, en su lógica interna, se mofa de la muerte.  Surgen alfeñiques en forma de cráneos humanos, con pastillajes coloridos, como para decir: “Pelona, no me haces nada”. A su vez aparece la figura de la Catrina garbancera, iniciada por José Guadalupe Posada, el hidrocálido universal, y desde mediados del siglo 19 se escriben calaveras literarias.  Son versos de carácter humorístico, a través de los cuales el pueblo puede mofarse de figuras públicas  sin el riesgo de ser sancionado.  Algo similar a la quema de Judas en Semana Santa.

Tradicionalmente las calaveras son epigramas escritos en cuartetas octosílabas, con rima consonante.  En general se escriben cuatro o máximo cinco cuartetas.  En la redacción priva la sátira, destacando algún signo real característico del personaje, a partir del cual se construye la historia en verso.  La métrica y la acentuación son clásicas para que la música fluya de verso en verso hasta el final.  Por su carácter popular son muy socorridas, a veces descuidando la armonía entre palabras, lo que no es agradable al oído.

Ahora bien, más que perdernos en estas minucias sintácticas, mi reflexión personal va en el sentido de hasta qué punto podremos, en este 2020, conservar el espíritu humorístico y hacer mofa de la muerte, cuando nos ha tratado tan mal.  A muchos se los ha llevado, y en lugar de un epigrama jocoso nos hallamos redactando versos fúnebres para no olvidarlos.  Cualquier calavera literaria corre el riesgo de llegar a ser, en un futuro próximo, una profecía que, al cumplirse, nos coloque en situación comprometida.  

En esta ocasión habría entonces que honrar a nuestros muertos de otra manera: Recordando a los que han fallecido por su trayectoria y sus logros.  Expresando nuestro reconocimiento y gratitud porque, gracias a su  vida, hoy es  mejor la nuestra.  No nos queremos limitar a hablar de  grandes pensadores o genios, cuya labor ha sido trascendental para la humanidad, sino hacerlo de nuestro conocido, nuestro ser querido, ese maestro cuya dedicación ha impactado de forma tan positiva en su entorno, porque sembró sabiduría y esperanza.  Y porque a su vez convenció a otros para que den lo mejor de su propia persona.

En particular quiero invitar a elevar una oración por el personal sanitario que ha fallecido en el cuidado de los enfermos y que cumple con aquel pasaje bíblico que dice: “Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn, 15). ¡Y vaya que esos  por quienes dieron la vida no siempre fueron los mejores amigos! Muchos enfermaron por no acatar las indicaciones de distanciamiento social, por no utilizar cubrebocas; por desafiar la lógica que llama a quedarse en casa.  Muchos de estos enfermos han sido movidos por la ignorancia, la imprudencia o  la soberbia para hacer fiestas, concurrir a eventos masivos y –lógico—enfermar, y a su vez contagiar a su propia familia que estaba en casa, o al personal de salud que los tuvo bajo su cuidado, y que finalmente murió por cumplir con su deber.

Sea esta una celebración de muertos distinta, serena, reflexiva.  Un homenaje a quienes han fallecido durante este año, muy en particular médicos, enfermeros y otro personal de salud, quienes no dudaron en arriesgar su vida, y quizá hasta la de los suyos, por cumplir con su deber.  Vaya nuestra mayor gratitud hacia ellos, nuestras oraciones a sus familiares, pidiendo que encuentren el consuelo necesario para superar su pérdida… Pero, en definitiva, la mejor manera de honrar a quienes se han adelantado será cuidarnos.   Con inteligencia, no precipitarnos, no confiarnos. En esencia, ejercer el amor más grande, ese que logra vencer todo egoísmo.

POESÍA por María del Carmen Maqueo Garza

 

Noche blanca



Noche blanca de ofrendas.  

Llegan los difuntos queridos al encuentro con los que aquí estamos. No campea, como otros años, el zempasúchil fulgurante y vanidoso, frente al  morado de la mano de león en los altares.

Hoy es blanca la ofrenda. Blanco el ánimo.  Blanca la ocasión del encuentro. Es un color de paz Una paz urgente y necesaria. La bandera de alba que se erige en son de tregua.

Muchos nuestros muertos.  Mucho el dolor de quienes lloran –lloramos--.  Honda la desesperanza.

Hoy no se ríe la muerte jocosa mostrando los dientes, ni se viste Catrina ni se le escriben versos. 

No impregna el ambiente el olor a champurrado ni el anafre despide sus esencias preciosas.

Todo se ha vestido en blanco y negro, al menos por este año,

mientras pasa la pena y viene la calma de los tiempos felices.

Esos que nunca supimos tener sino hasta ahora, que los hemos perdido.

La Llorona interpretado en Náhuatl. Coro Niño Jesús de San Francisco Altepexi, Puebla

¿Por qué uso tapabocas?: Sabia reflexión

Texto motivador que compartió mi amiga Paty.  Traté de rastrearlo para conocer a su autor.  Lo hallo publicado por primera vez en el Fb de "Soy de rancho" el 25 de octubre del 2020.

Uso tapabocas al salir de mi casa y me lo dejo puesto en espacios cerrados, y sólo me lo quito cuando voy en el carro.

Salgo lo menos posible de mi casa, y si me encuentro contigo, no te abrazo ni te doy la mano. Quiero que sepas que te respeto, pues yo podría ser asintomático y contagiarte el vírus. No "vivo con miedo" a esta situación, sólo quiero ser parte de la solución y no del problema.

No me siento como si el "gobierno me controlara", me siento como un adulto que contribuye a la sociedad.
El mundo no gira a mi alrededor, si todos pudiéramos contar con la consideración de los demás, este mundo sería un lugar mejor.

Usar un tapabocas, quedarme en casa el mayor tiempo que pueda, mantener la distancia de 2 metros de los demás y una higiene adecuada no me convierte en una persona débil, asustada, tonta o "controlada"; me convierte en una persona responsable y respetuosa, sin más. ¡Tu teoría de “todos nos vamos a contagiar" es egoísta! Muchos podrán contagiarse sin que les pase nada; muchos otros morirán por tu egoísmo.

Si TODOS lo hiciéramos, habría muchos menos contagios.

Imagina por un momento... con David Muro

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

He estado en estas fechas conviviendo día a día con la palabra enfermedad y la que es más dolorosa, muerte, que ya parecen hacerse cotidianas, tanto como el buenos días.

Y es entonces, que decir precisamente buenos días, me provoca la nostalgia, de días que sin tener particularmente nada en especial, pero que al recordar, encuentro que eran buenos, tan solo porque se vivían sin sobresaltos. Porque salir, saludar, dar la mano, abrazar, platicar frente a frente con alguien, cantar, asistir a eventos musicales o deportivos, ver a los niños camino a la escuela, oírlos reír en el recreo, corriendo y jugueteando unos con otros, sin temor, sin el acecho de nada grave que pudiera ocurrir eventualmente.
He tenido tanto contacto con el dolor, que no quiero pensar que será ya esta nueva realidad un recuento incesante de contagiados y fallecidos, de la incertidumbre de cuándo y cómo volveremos al mundo que nos fue arrebatado de manera tan sùbita, sin darnos apenas oportunidad de poderlo asimilar.

Pasan los días, los meses, y lo que veíamos como fecha lejana pero ya un tiempo probable para reintegrarnos a nuestras vidas, como si se tratara de un juego macabro donde, cuando ya piensas que alcanzaste la meta , alguien la sitùa tan lejos de ti, sin siquiera alcanzarte la vista para poder medir tu esfuerzo, tu espera.
Ya no quiero pensar en màs festejados este 2 de noviembre, ya no quiero seguir viendo esquelas, coronas de muertos, llorar mis llantos y los ajenos. Quiero pensar que despierto una mañana cercana y veo que toda esta pesadilla ha desaparecido.

Quiero creer en ese despertar, y sentir que el dolor se sublima, que las pérdidas se logran sobrellevar, que podemos poco a poco lidiar nuestros duelos, y que volveremos, los que sobrevivamos a esta calamidad, a respetar la vida, a agradecerla, a valorarla, a no permitirnos dañar o alejarnos de nuestros afectos, a ser indiferentes o distantes de nuestros seres queridos, a no dejarlos morir en vida, porque aprender la lección de perder a alguien en defintiva, esa lección que la muerte despiadadamente nos da, es tardío aprendizaje que marca en forma dolorosa nuestras vidas.

Pero en la vida viene sin dar la oportunidad de pedirla a la carta, así que habrá que tomarla como se nos presente, y poner en ello nuestra voluntad de seguir adelante, sin perder la fe, sin dejar de luchar por vencer nuestros miedos, agradeciendo el día a día por ver un nuevo amanecer, y ser solidarios y resilientes, para no dejar que nuestra misma actitud sea parte de este devastador clima de pesadumbre.

Unamos nuestras voluntades y hagamos con ellas una esperanza enorme que nos proteja del miedo y el pesimismo.

Cortometraje ganador: "Hielo en el agua" por Animaciones ECV de Burdeos