POKEMON GO
A todas luces asombrosos los alcances de la tecnología que permite
explorar el mundo, facilitando que lo entendamos y manejemos mejor. Parece increíble que, al menos en Medicina,
haya avances que permiten tener tejidos artificiales para suplir a aquellos que
dejan de funcionar, y del mismo modo que a través de la tecnología podamos
llegar a la intimidad de información genética para desentrañar los mecanismos
capaces de producir enfermedad, y que en un futuro nada lejano, a través de ese
conocimiento, se esté en capacidad de diseñar mecanismos que inactiven o
reviertan esos daños bioquímicos.
Al margen de los logros en el terreno científico, hoy quiero
abordar un fenómeno que me sorprende por
su dimensión: Pokemon Go, un juego virtual que consiste en tomar el teléfono
celular y lanzarse, de preferencia a pie por distintos puntos de una ciudad
para “cazar” monitos, lo que para ahora, a escasas dos semanas de iniciado en
países como Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos ya ha dado cuenta de
severos accidentes de tráfico cuando el conductor desvió su atención para
buscar el muñequito en su pantalla, y no vio el poste o el puente, o el otro
vehículo que tenía enfrente. Mientras que en Japón, cuna del Pokemon, el juego
acaba de llegar hace apenas dos días, en México, por supuesto, ya tenemos nuestras versiones “pirata”, y los jóvenes ya
andan por las calles a la caza de muñequitos.
Nada más como un ejercicio para ampliar un poco la
información sobre este juego que se ha convertido en viral, busqué en redes
sociales y hallé un sinfín de “memes” al respecto; de todos ellos me impactó
mucho uno proveniente de Uruguay: Como oficialmente el juego no ha entrado a
Latinoamérica, el “meme” dice: “La unión hace la fuerza: Latinoamérica wants
Pokemon Go”, y se acompaña de un dibujo de todo el continente americano con sus
banderas por país, y el logo del Pokemon.
Sin lugar a dudas para ahora los especialistas en fenómenos
psicosociales ya estarán investigando las razones últimas que expliquen a
satisfacción la fuerza que ha tomado este fenómeno a nivel mundial. Desde mi modesta tribuna me permito llamar la
atención en dos aspectos: El económico que hay detrás de todo lanzamiento de un producto, y que ya para ahora está generando
cuantiosos dividendos para Nintendo, compañía que ha multiplicado sus ganancias
en dos semanas, y el otro fenómeno, que más me atrapa a mí, el conductual. Ir persiguiendo monitos por la ciudad
representa un entretenimiento al que los jóvenes se entregan con pasión, y que
finalmente traduce que tienen tiempo de sobra que no habían hallado cómo
emplear. De alguna manera les
proporciona un sentido de identidad, pues se unen a otros muchos que se dedican
a hacer lo mismo, y con quienes pueden intercambiar monitos. Satisface además una necesidad emocional muy olvidada, la del
reconocimiento. Que la pantalla del
celular te diga que vas muy bien porque atrapaste un muñequito, es una caricia
que siempre se recibe con gusto. Por desgracia hemos ido generando una sociedad
ingrata, que deja fuera de su imaginario la palabra “reconocimiento”, tan
necesaria siempre, sobre todo para nuestros niños y jóvenes.
En el mundo virtual todos los personajes son bellos,
amanecen peinados y oliendo a limpio, tienen carro del año, la cartera repleta de
billetes, un coeficiente intelectual de
240 y siempre toman las mejores decisiones.
Cierto, cuando nos metemos tanto en ese mundo virtual, porque el mundo
real no nos está representando un sitio agradable donde estar, comenzamos a
medirnos con esos personajes tan perfectos y nos sentimos una basura, no hay
manera de sentir que merezcamos una
palmadita por lo que somos o hacemos.
Pero entonces llegan juegos virtuales o de casino frente a los cuales,
al menos por un rato sentimos poseer un poder que nos hace dignos de
reconocimiento. Vaya, y aparte nos
estamos divirtiendo, y ocupamos nuestro tiempo… En esos momentos no nos
percatamos de que el telón de fondo en todo tipo de adicción es un vacío interior, un
cuestionarse qué le falta a nuestra vida
para sentirla digna de ser vivida.
El potencial de los jóvenes está ahí, esperando ser tomado
en cuenta. Del mismo modo como ahora
hacen frente común para ir tras las figuras amarillas hasta con riesgo de su
propia vida, así podríamos nosotros presentarles propuestas de entretenimiento
y crecimiento interior, que al mismo tiempo ayuden a resolver los graves
problemas que enfrenta el mundo.
Dentro de las publicaciones en redes sociales que tienen que
ver con el Pokemon Go, hay una que me enterneció, es la fotografía de un niño
sirio sosteniendo en sus manos una lámina con un dibujo de un muñequito para
llamar la atención sobre su condición de refugiado. El mismo gesto de desazón en la cara del niño
la tiene el dibujo elaborado por Saif Aldeen.
Yo me pregunto de qué manera algo así funcionará para aliviar el
sufrimiento de tantos miles de refugiados…
Nuestros jóvenes tienen tiempo y entusiasmo para trabajar:
Planteémosles causas nobles, con sentido social que les permitan divertirse y crecer
ayudando a otros.