CRISIS Y CAMBIO
No ha habido –en la historia reciente—un tema que nos conecte
más, que la pandemia por coronavirus, emergencia
epidemiológica para el mundo, independientemente de nuestra geografía o condiciones socioeconómicas. A ratos nos apabulla tanta información
que llega por los medios de comunicación, alguna proveniente de fuentes bien documentadas, otra
cual leyendas urbanas nacidas de la imaginación. Dentro de este escenario dos cosas son
ciertas: 1) Es una situación sanitaria desconocida, que no alcanzamos aún a
medir, y 2) El confinamiento a que obliga la etapa preventiva de la misma, nos
da oportunidad de reinventarnos.
A través de redes sociales, hemos visto la forma como
vuelven a respirar parajes naturales y construcciones hechas por el hombre,
libres por un rato del impacto que les causamos. Hay hermosas imágenes de los canales de
Venecia y de los cielos en países orientales, que nos invitan a
preguntarnos cuál es el costo que el desarrollo industrial nos está
cobrando. O bien, hasta qué punto
podemos actuar por vías más ecológicas y menos generadoras de daño al ambiente y a nosotros mismos.
Lo que hoy deseo enfatizar de manera especial, es lo
relativo a ese espíritu de solidaridad que se percibe. Comenzó siendo como
liebre en la maleza, asomando de cuando en cuando su cabeza, para
convertirse en fenómeno mundial que nos hermana: Hay conciertos vocales entre
condominios en países europeos; surgen videos y corridos que dan cuenta de lo
divertido que llega a ser el confinamiento en casa. Aparecen colecciones universales de
literatura; música; museografía o películas de todos los tiempos. Artistas generosos ofrecen acceso a su obra
de manera gratuita e incondicional; como Alberto Chimal, gran escritor y maestro
mexicano, maravilloso ser humano. Él
habitualmente comparte en redes textos
propios y herramientas de creación literaria. Esta vez se supera a sí mismo.
Absurdo querer comparar lo que estamos viviendo, con el
confinamiento asfixiante que nos transmite José Saramago en su novela “Ensayo
sobre la ceguera”. A través de sus páginas, la amenaza externa de la muerte
lleva a los personajes a replegarse cada vez más, hasta quedar confinados a un
pequeño espacio. De forma maravillosa,
esos personajes anónimos, a los que particularizan solamente algunos rasgos
peculiares, terminan por conformar un imaginario colectivo, mediante lazos de
solidaridad.
Duro reconocerlo, pero sí, ésta es la parte positiva de algo
como lo que estamos viviendo: La solidaridad, finalmente, va borrando diferencias,
hasta centrarnos en lo medular y significativo. Comenzamos así a darnos cuenta de que,
después de todo, hay criterios que resultan innecesarios, y a ratos hasta
absurdos, que sólo llevan a alejarnos unos de otros, cuando en verdad somos tan
semejantes. Comenzamos a redescubrir a
los miembros de la propia familia, a convivir con ellos de una forma que
probablemente nunca habíamos hecho, y a aquilatar más lo que cada uno de ellos
representa en nuestra vida.
Hay muchas tareas
pendientes para las que ahora sí tendremos tiempo, de modo de hacer de este
confinamiento algo positivo en términos prácticos. Una cuestión interesante es, seguramente para
muchos de nosotros, el encuentro con uno mismo, algo que en otras
circunstancias no nos damos tiempo para hacer, o simplemente encontramos
absurdo el intentarlo. Ahora, en esos
ratos de soledad, surge una excelente oportunidad para comenzar a hablar con
nuestro propio yo, amistarnos y enriquecer nuestra vida de hoy en adelante.
Respecto a la felicidad, hay un refrán popular que me agrada
mucho. Habla de que ser feliz no depende de tener lo mejor, sino de hacer lo
mejor con lo que tenemos. Vamos a vivir
esta etapa de confinamiento con actitud, en primer lugar, porque puede salvar
vidas, comenzando por la propia y la de nuestros seres amados. En segundo lugar, puesto que de una u otra
forma, tenemos que cumplirla, vamos a hacerlo de la mejor manera. Abordemos nuestro propio hogar con mentalidad de descubridores, dispuestos a
encontrar cosas que antes no habíamos visto, comenzando por el rostro que nos
mira atento desde el espejo. Luego vamos
a desempolvarnos, desintoxicarnos; depurar el ambiente, ventilar relaciones.
Seamos creativos con aquello que nos gusta hacer, pero que difícilmente
nos damos el tiempo para intentar. Vamos
a experimentar, a modificar patrones y actitudes, a generar un mejor mundo
desde nuestra pequeña parcela.
…Que, pasado el tiempo
necesario para superar esta emergencia, salgamos a las calles con una
actitud más humana, cuidándonos de evitar aquellos modos de reaccionar ríspidos,
precipitados y agresivos.
Cada uno elige cómo vivir su vida. Este momento crucial, es buena oportunidad para decidirlo.