domingo, 22 de marzo de 2020

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


CRISIS Y CAMBIO
No ha habido –en la historia reciente—un tema que nos conecte  más, que la pandemia por coronavirus, emergencia epidemiológica para el mundo, independientemente de nuestra geografía o  condiciones socioeconómicas.  A ratos nos apabulla tanta información que  llega por  los medios de comunicación, alguna  proveniente de fuentes bien documentadas, otra cual leyendas urbanas nacidas de la imaginación.   Dentro de este escenario dos cosas son ciertas: 1) Es una situación sanitaria desconocida, que no alcanzamos aún a medir, y 2) El confinamiento a que obliga la etapa preventiva de la misma, nos da oportunidad de reinventarnos.
     A través de redes sociales, hemos visto la forma como vuelven a respirar parajes naturales y construcciones hechas por el hombre, libres por un rato del impacto que les causamos.   Hay hermosas imágenes de los canales de Venecia y de los cielos en países orientales, que nos  invitan a  preguntarnos cuál es el costo que el desarrollo industrial nos está cobrando.  O bien, hasta qué punto podemos actuar por vías más ecológicas y menos generadoras de  daño al ambiente y a nosotros mismos.
     Lo que hoy deseo enfatizar de manera especial, es lo relativo a ese espíritu de solidaridad que se percibe. Comenzó siendo  como  liebre en la maleza, asomando de cuando en cuando su cabeza, para convertirse en fenómeno mundial que nos hermana: Hay conciertos vocales entre condominios en países europeos; surgen videos y corridos que dan cuenta de lo divertido que llega a ser el confinamiento en casa.  Aparecen colecciones universales de literatura; música; museografía o películas de todos los tiempos.  Artistas generosos ofrecen acceso a su obra de manera gratuita e incondicional; como Alberto Chimal, gran escritor y maestro mexicano, maravilloso ser humano.  Él habitualmente comparte en redes  textos propios y herramientas de creación literaria. Esta vez se supera a sí mismo.
     Absurdo querer comparar lo que estamos viviendo, con el confinamiento asfixiante que nos transmite José Saramago en su novela “Ensayo sobre la ceguera”. A través de sus páginas, la amenaza externa de la muerte lleva a los personajes a replegarse cada vez más, hasta quedar confinados a un pequeño espacio.  De forma maravillosa, esos personajes anónimos, a los que particularizan solamente algunos rasgos peculiares, terminan por conformar un imaginario colectivo, mediante lazos de solidaridad.
     Duro reconocerlo, pero sí, ésta es la parte positiva de algo como lo que estamos viviendo: La solidaridad, finalmente, va borrando diferencias, hasta centrarnos en lo medular y significativo.   Comenzamos así a darnos cuenta de que, después de todo, hay criterios que resultan innecesarios, y a ratos hasta absurdos, que sólo llevan a alejarnos unos de otros, cuando en verdad somos tan semejantes.   Comenzamos a redescubrir a los miembros de la propia familia, a convivir con ellos de una forma que probablemente nunca habíamos hecho, y a aquilatar más lo que cada uno de ellos representa en nuestra vida.
     Hay muchas  tareas pendientes para las que ahora sí tendremos tiempo, de modo de hacer de este confinamiento algo positivo en términos prácticos.  Una cuestión interesante es, seguramente para muchos de nosotros, el encuentro con uno mismo, algo que en otras circunstancias no nos damos tiempo para hacer, o simplemente encontramos absurdo el intentarlo.  Ahora, en esos ratos de soledad, surge una excelente oportunidad para comenzar a hablar con nuestro propio yo, amistarnos y enriquecer nuestra vida de hoy en adelante.
     Respecto a la felicidad, hay un refrán popular que me agrada mucho. Habla de que ser feliz no depende de tener lo mejor, sino de hacer lo mejor con lo que tenemos.  Vamos a vivir esta etapa de confinamiento con actitud, en primer lugar, porque puede salvar vidas, comenzando por la propia y la de nuestros seres amados.  En segundo lugar, puesto que de una u otra forma, tenemos que cumplirla, vamos a hacerlo de la mejor manera.  Abordemos nuestro propio hogar con   mentalidad de descubridores, dispuestos a encontrar cosas que antes no habíamos visto, comenzando por el rostro que nos mira atento desde el espejo.  Luego vamos a desempolvarnos, desintoxicarnos; depurar el ambiente, ventilar  relaciones.  Seamos creativos con aquello que nos gusta hacer, pero que difícilmente nos damos el tiempo para intentar.  Vamos a experimentar, a modificar patrones y actitudes, a generar un mejor mundo desde nuestra pequeña parcela.
     …Que, pasado el tiempo  necesario para superar esta emergencia, salgamos a las calles con una actitud más humana, cuidándonos de evitar aquellos modos de reaccionar ríspidos, precipitados y agresivos.
     Cada uno elige cómo vivir su vida.  Este momento crucial, es  buena oportunidad para decidirlo.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza


El aire susurró, gritó… no fue escuchado
El sórdido metal  arrancó a la tierra  
          --uno a uno--
Sus preciosos hijos. El desgarrador lamento
De madre que nació en su vientre
Se perdió a lo lejos, entre la polvareda
Las aguas se enturbiaron. Sucumbieron todas sus criaturas
Los ojos del hombre no lloraron
         --habían olvidado cómo hacerlo--.
Se cubrió la  fértil campiña con cemento y hierro
Se ahogaron las especies.  Confiadas bebían las aves
De  cunetas urbanas un agua iridiscente que las fue matando
La violencia se adueñó de espacios, de mentes, de intenciones.
Sobrevino el caos.

A la entrada de la primavera, entre estertores de muerte
Se hizo escuchar natura
En todas las regiones la zozobra llevó al humano a replegarse
Desde el silencio de las máquinas comenzó a fluir
La música del viento, la melodía del agua, los trinos mañaneros.
En el encierro  doloroso del hombre
Hoy asoma su rostro de niño la esperanza.

LA PRIMAVERA NO LO SABÍA por Nuria Rubio

Amigos: Si no logran abrir el video aquí, busquen en youtube el canal de Nuria Rubio, y desde ahí lo abren. ¡Es hermoso!

POEMA atribuído a Kitty O'Meara


Y la gente se quedó en casa. Y leyó libros y escuchó, y descansó e hizo ejercicio, e hizo arte y jugó juegos, y aprendió nuevas formas de ser, y se quedó quieta. Y escuchó con mayor profundidad. Algunos meditaron, algunos oraron, algunos bailaron. Algunos encontraron sus sombras. Y la gente comenzó a pensar de otra manera.

Y la gente sanó. Y, en ausencia de personas que viven de formas  ignorantes, peligrosas  y carentes de corazón, la Tierra comenzó a sanar.

Y cuando pasó el peligro, y la gente volvió a reunirse, lamentaron sus pérdidas, e hicieron nuevas elecciones, y soñaron nuevas imágenes, y crearon nuevas formas de vivir y de curar a la tierra por completo, así como ellos habían sido curados.


Video motivacional: Resistiré de Pedro del Castillo

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Es una característica del ser humano, propagar el miedo, contagiarlo y terminar de hacer de él, el virus más peligroso que nos impide razonar, ser objetivos, analíticos, y tomar las decisiones más juiciosas.

Pareciera que las crisis son situaciones que nos apasionan. Que hacer eco de la tragedia e incluso amplificarla a través de comentarios y creación de noticias falsas. Y que eso de  imprimirle una connotación catastrófica a lo que ya de por si es una calamidad, nos hiciera partícipes de una telenovela, donde la trama nos lleva a la debacle.

Nos convertimos en repetidoras de noticias desalentadoras, suspicaces, mal intencionadas. Creamos rumores o los compartimos sin la menor precaución de comprobar si provienen de fuentes fidedignas. Nos convertimos en cómplices de una trama que resulta mucho peor que la causa.

Desearía que así se propagaran las noticias buenas, pero desde la antigüedad, siempre ha sido más fácil que nos convenzan los perversos, que los hombres o mujeres de buena fe. Se les persigue, se les condena, y son flagelados y hasta crucificados, por intentar hablar de justicia, de bondad. Se les califica de absurdos, mentirosos, y algunos llegan cuando mucho, después de una vida azarosa  hasta su propia muerte por defender sus ideales, a convertirse en seres emblemáticos, que dejan huella, pero que poco cambio provocaron y a los que se les juzgó y trató injustamente.

Cuando el bien tenga la virulencia suficiente para propagarse en la humanidad, y no exista inmunidad a ella. Cuando permitamos a nuestra esencia de nobleza, esa de que hacemos gala constantemente, pero que no termina de emerger. Que venga a hacernos una especie que viva en armonía, con justicia, y en la búsqueda de la igualdad, algo que parece incomodar a quienes se han apoderado de las riquezas del mundo, y convertido a las mayorías en sus esclavos y víctimas. Cuando esto suceda, es entonces que habremos evolucionado no solo en lo tecnológico, sino lo que es indispensable, en lo espiritual.

Estamos en crisis, si, pero de valores, de objetividad, de responsabilidad moral. Dejemos de maldecir, de desear que suceda lo peor, de propagar el miedo, de contagiar la desconfianza. Que no venga a imperar el miedo, a ese no hay que ponerle corona.

Lavarte las manos con Mozart

Al ritmo de "Pequeña serenata nocturna" de Wolfgang A. Mozart: ¡A lavarse las manos los pequeños!