jueves, 8 de junio de 2017

¿Qué deja un perro cuando se va? Por Daniel Krauze



En vida, mi perro pesaba siete kilos. Leí esta información hace días, en una mañana en la que saqué todos sus papeles de vacunación. Sus cenizas pesan apenas más que un manojo de plumas. Llegaron la semana pasada, en una pequeña caja de madera rosa. La moví de lado a lado y los contenidos eran tan escasos que se trasladaban de una esquina a otra: lo que queda de mi perro es tan poco que a duras penas ocupa su ataúd. Eso es lo que queda, y casi nada más: el cojín y la sábana azul sobre los que dormía, sus viejos escondites, y algunas canas que, días después de que muriera, aún flotaban por la sala, como hojas de diente de león.
 Los seres humanos se van y dejan kilos de ropa (muchos más que siete). Se van y dejan joyas, colecciones de libros, coches y, a veces, casas. Dejan cuentas de tuiter, correos electrónicos, páginas de facebook: corolarios de identidades hechizas, rastros del disfraz. Se van y dejan un trabajo, una cama, dinero en el banco. Los perros se van y aparentemente no dejan nada. Dejan, acaso, lo que nosotros les dimos: las casitas en las que dormían, las pelotas que correteaban, los huesos que mordían. Dejan las impresiones que tomamos de ellos: sus cuerpos cachorros decoran nuestros álbumes, esperan en los vericuetos de nuestros discos duros. Dejan, quizás, recuerdos, pero mientras que una sola persona interviene en la vida de decenas de individuos, la vida de un perro es prácticamente inconsecuente salvo para aquellos que compartimos techo con él.
 Mi perro llegó a mi casa dos meses después de que yo cumpliera trece años. Por lo tanto, he vivido más tiempo a su lado que sin él. Era más viejo que todas mis amistades, que casi todos mis objetos: que mi coche, mi computadora, mi teléfono y mi colección de DVD´s. Tengo recuerdos concretos suyos, muchos más de los que tengo con personas a las que conozco por casi el mismo tiempo. A pesar de que era un animalito de siete kilos, su personalidad me quedaba clara. Era un hosco irredimible, un perro de cariños muy particulares; nervioso, digno y leal. No quiso a muchas personas en su vida. Quiso a mi mamá, me quiso a mí y creo –porque se la pasaba mordiendo sus patas traseras- que quería al labrador con el que compartió un jardín por doce años. Un perro ama porque sí, y a cambio solo recibe cobijo, un plato de croquetas y agua. Te ama, quizás, porque sabe que lo escogiste, que entre todos sus hermanos lo tomaste desde adentro de una caja de cartón para llevarlo a tu casa. Por eso me senté a su lado, un día antes de que lo durmieran, y no supe qué otra cosa decirle más que gracias. Me agaché, besé la diminuta cabeza de ese anciano adolescente y le agradecí que me quisiera así a cambio de prácticamente nada. He sido mucho más atento con personas que me han querido mucho menos, así que ese gracias era, también, una disculpa por no haberlo acariciado más, por haber jugado nintendo en vez de salir al jardín a acompañarlo, por no haberlo querido a él como él me quiso a mí.
 Llegó su acta de cremación y su nombre venía mal escrito. Lo tomé con filosofía. Después de todo, ¿a quién después de mí le puede importar mi perro? Y no tendría por qué ser de otra manera: él tampoco quiso a muchos más. Ese pequeño guardián que me vendieron como schnauzer a pesar de que claramente venía de la calle, fue todo mío. Fue el final de mi infancia y toda mi adolescencia. Fue mi bienvenida de la escuela, mi adiós antes de un viaje y el ruido que me arrullaba a la hora de dormir. Se fue y me dejó todo eso: un corazón hinchado de recuerdos impolutos, sin un solo agravio, sin una sola pena. Solo para mí y para los pocos que lo quisimos. Y con eso me basta.
 Daniel Krauze
Tomado del face http://laperragorda.net/

Había una vez en el oeste de Andre Rieu

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Difícil procesar las pérdidas de seres queridos. Aprender a vivir sin ellos, buscar reconfortarnos con la idea de que están en paz, rescatarlos en los recuerdos, en todo aquello compartido.

Nuestras vidas sin ellos no son las mismas, hemos tenido que pasar por el dolor y por la resignación, a continuar sin ellos y a tratar de no convertir su ausencia en nuestra condena, agradecer su existencia en nuestras vidas y permitir su trascendencia en la de nosotros y nuestra descendencia.

Se nos van y nunca pareciera que fuera tiempo de que así lo hicieran, o quizá si, pero nos hacen falta, mucha falta y nos sentimos huérfanos de esos afectos que abrigaban nuestras vidas y las fortalecían. Pero el curso de la vida no nos permite quedarnos en pausa por mucho tiempo, es obligado recobrar ánimos, y desplazar el dolor para no convertirlo en lastre que nos impida continuar viviendo y viviendo en plenitud, sin menoscabo en nuestra capacidad de agradecer el día vivido, sin menosprecio de aquellos que siguen a nuestro lado, quizá lo más importante es seguirnos sintiendo necesarios y hacer saber a los demás que lo son para nosotros.

Mis amados ausentes son irreemplazables, pero mi vida sigue teniendo un por qué, y hasta el final de ella lucharé porque así sea.

La vida solo puede apreciarse, valorarse y agradecerse cuando hacemos conciencia de lo que significa la muerte.

domingo, 4 de junio de 2017

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LAS OTRAS BALLENAS
Temporada de elecciones, como ahora para Coahuila,  momento de revisar cómo anda nuestro sistema, y de qué manera aquellos individuos que escogeremos para representarnos, habrán de cumplir con la responsabilidad que les corresponde y por la que  estarán muy pero muy bien pagados.
     Meterme en el intríngulis de la política no es lo mío, prefiero enfocarme en aquellos aspectos generales que finalmente impactan en las tribunas porque tienen que ver con el estado de cosas dentro de nuestra sociedad.  Para ejemplo van dos asuntos de los que tuve conocimiento esta semana.
     La Comisión Permanente del Congreso de la Unión enfoca ahora su atención a  casos de suicidio en adolescentes causados por el juego denominado “La Ballena Azul” del que ya hablamos en este espacio, mismo que invita a adolescentes a cumplir retos progresivamente más difíciles, dañinos para ellos, que culminan en el suicidio del jugador.   Lo que en Rusia ha sido un problema serio, en México no lo es, aunque a criterio de nuestros legisladores justificó  emitir un punto de acuerdo. De 100 muertes registradas en México, 1 es por suicidio, y de 10 casos de suicidio, 4 corresponden a jóvenes entre 15 y 29 años, y de los 2,400 suicidios en adolescentes del último año, 3 fueron por la Ballena Azul, así la proporción.
Nunca jamás podría desestimar la muerte de un solo ser humano, menos aun cuando se trata de suicidio en adolescentes, sin embargo habría que poner las cosas en perspectiva, y para ello algunos datos duros para fundamentar mi reflexión.
Según la asociación SAVE THE CHILDREN, la mitad de los adolescentes en México está en pobreza, y según el CONEVAL en un estudio del 2012 un 8.5% de menores de 18 años padece rezago educativo, un 19.7% no tiene acceso a servicios de salud, un 65.6% no cuenta con seguridad social, el 18.5% no tiene vivienda de calidad, el 24.9% no tiene servicios básicos, y un 28.2%   no cuenta con acceso a la alimentación.
     De acuerdo a la UNICEF (2009) había en México 12.8 millones de adolescentes entre 12 y 17 años, de ellos 1 de cada 3 no asiste a la escuela. El INEGI señala que 11 de cada 100 mujeres menores de 19 años ha tenido al menos un embarazo. SAVE THE CHILDREN en el 2013 indica que por cada 1000 mujeres menores de 19 años ocurren 77 embarazos, y a más baja escolaridad mayor mortalidad materna. De cada 100 muertes maternas  13.8% corresponden a menores de 19 años.
     Hay otros rubros mucho más urgentes que los tres suicidios por la Ballena Azul.  Esta semana comparte un compañero pediatra un documento expedido por un chiapaneco que se ostenta como médico y que al describir el estado de salud de una paciente de 28 años que acudió con él a la letra dice, (transcribo respetando las erratas del documento): “Se le encontró un tumor malino (sic) de 2.4 cm de diámetro y anemia de 3er grado a punto de ser leucemia acumulación de animalitos y paracitos (sic) no tiene calcio ni cartilago arteria lenta derrame viliar (sic) y supuracion de liquidos en traquia (sic), inflamacion en la ingue (sic) hernia en piloro, hígado picado, inflamación en páncreas, infección intestinal en 3er grado, quistitis (sic) en vejiga orinaria (sic), gastritis en colon (sic), en concreto, una hernia en supuración de 2.4 de diámetro (tumor).”
     Sin necesidad de ser médicos detectaremos un sinnúmero de inconsistencias en este documento escrito por quien se firma como médico, en una clara y evidente usurpación de funciones muy grave y que va contra la ley.  En pocas palabras, con su “diagnóstico” desahucia a una joven de 28 años… No quiero ni imaginar la preocupación de la paciente y de sus familiares pensando en que  va a morir.   ¿Dónde está Profesiones para revisar estos casos? ¿Dónde está la Secretaría de Salud? Escenarios como el descrito proliferan, así como los de estilistas que aplican botox o que inyectan aceite industrial para hacer lipoescultura.  Igual está la venta clandestina de medicamentos pirata en las pulgas. ¿Tienen conocimiento de ello nuestros legisladores? ¿Qué están haciendo al respecto?

     Ahora cuando vamos a elegir, conozcamos las propuestas de los candidatos, pero sobre todo su trayectoria.  Que no nos maree el canto de sirenas de las campañas, investiguemos a fondo su sensibilidad social, la honestidad y  espíritu de servicio  en su desempeño público, y apostemos por aquellos que se enfocan en las otras ballenas, hacia los graves problemas que merman  los segmentos de  población más vulnerables.   Tomemos conocimiento de  cuestiones como la malnutrición, la deficiencia de infraestructura urbana, el analfabetismo funcional, los bajos salarios, la inseguridad, los  grandes depredadores que en realidad sí ponen en riesgo significativo a nuestro amado México. Si no lo hacemos,  no se vale quejarnos luego. 

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


Más allá de la emoción temblorosa, casi niña,
a merced del último viento
que precede al  ocaso.
Más allá de los convencionalismos que dictan
desde el susurro, el púlpito, la mesa de reunión
los modernos doctores de la ley
que buscan someter al mundo con sus juicios.
Más allá del sentido común o la lógica,
las matemáticas,  la historia misma,
está mi emoción temblorosa, hoja de otoño
prendida de tu piel, tus ojos como faro,
tu hermoso corazón cual puerto
y la luna llena,  milenaria, serena
que sabe de amores
cual cómplice y testigo.

Giorgio: Pintor y youtuber de 84 años excepcional.

Para quien le interese, hay varias lecciones de pintura de este maestro en youtube.

Instrucciones para cantar de Julio Cortázar

Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese. 

Cante una sola nota, escuche por dentro. 

Si oye (pero esto ocurrirá mucho después) algo como un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor de pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo.

Después compre solfeos y un frac, y por favor no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.

VIDEO: El legado de Knut

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Cinco sentidos no son suficientes, no es solo oír, ver, tocar, oler y apreciar sabores lo que nos lleva a reconocer lo que es la vida y a darle su justo valor.

Aprendemos que aquello que es luz, que es música, suave al tacto, amargo, no representa lo mismo para ti o para mi. Finalmente, la interpretación de aquéllo que nos llega a través de los órganos de los sentidos, tendrá una interpretación distinta para cada quien.

Palabras que para alguien tienen gran significado para otro pueden sonar huecas, dependiendo de quién y cómo se digan. En la gama de sabores hay quien nunca encuentra el dulce, hay para quien el mundo es algodón y para otros es roca áspera que hiere y lastima a cada paso.

La percepción de cada uno es tan distinta que nos hace difícil entendernos, la vida entonces tiene más de un sentido, y no es quizá el que yo le he dado el más correcto. De nada sirve ser tan solo receptores de sensaciones si no se busca darle interpretación a cada una de ellas que nos deje encontrarle sentido a esta vida.

El sentido común, ese sentido interno que es el menos común de los sentidos, pero que nos hace identificarnos con aquellos con quienes tenemos algo en común y reconocer que hay más de una forma de interpretar las sensaciones que perciben nuestros sentidos y no necesariamente la nuestra es la más correcta.´No hay peor ciego que el que no quiere ver", pero es peor aún creer que solo existe lo que yo soy capaz de advertir. Y aunque esta vida requiere de objetividad, conciencia, y raciocinio, sigo pensando que el sexto sentido, la maravillosa intuición me aleja de la frustración y me da las respuestas que conscientemente no logro encontrar.

Mis sentidos son tan solo mecanismos para enlazarme al mundo, pero la percepción del mismo es mucho más complicado que eso. Que mi sentido común me asista para descifrar la complejidad que implica el entendimiento de mí mismo y de mis semejantes, y encontrar en los sonidos, las imágenes, las sensaciones, sabores y aromas del mundo la deliciosa condición de estar viva y ser capaz de amar con todos mis sentidos.

Amira Willighagen canta "Ave María"