sábado, 7 de agosto de 2010

CONTRALUZ: Agosto 8, 2010

¡ESTA VEZ NO!
María Del Carmen Maqueo Garza
El pasado 2 del presente en el marco del Diálogo por la Seguridad, Evaluación y Fortalecimiento, encabezado por Felipe Calderón, Eduardo Gallo, de México Unido Contra la Delincuencia planteó la legalización de las drogas como plan alterno ante el fracaso de la actual estrategia en contra del narcotráfico. María Elena Morera, presidenta de Causa Común se mostró abierta a esta posibilidad; en tanto Calderón prometió someter a debate dicho planteamiento.

A la fecha comienzan a organizarse foros de consulta que involucrarán especialistas, autoridades, y población en general. Confiemos en que sea un debate abierto y plural, y no como tantas veces ha resultado, un montaje con posturas pre-aprobadas por la autoridad convocante, que deja fuera cualquier posibilidad distinta a la oficial.

Es un hecho que luego de veintiocho mil muertos, y un crecimiento y diversificación de las redes delincuenciales, la lucha impuesta por el ejecutivo federal no ha funcionado, hasta el propio Calderón acabó por reconocerlo. Durante este sexenio han prevalecido iniciativas por apasionamiento que al poco tiempo demuestran su grave daño a la ciudadanía. Un claro ejemplo es la imposición del RENAUT so amenaza de cancelar un servicio que al contratarse no incluía el forzoso registro da datos personales. Sabemos que a la vuelta de dos semanas de cerrado el registro, dicha base de datos se vendía en el mercado negro.

Algo similar está sucediendo con el combate a la obesidad infantil; inicialmente se determinó de un plumazo eliminar la comida chatarra de las escuelas, y ahora por presión de cuatro grandes firmas "chatarreras" se está dando marcha atrás. Además de que al no haber una fundamentación científica sobre el origen de la adicción a carbohidratos, se estarían combatiendo los efectos y no las causas.

Algo que a los médicos nunca nos convenció fue la epidemia de Influenza AH1N1, terriblemente mediatizada. Tal parece que oscuros intereses mercantiles de grandes transnacionales nos llevaron a precipitarnos en grandes compras de vacunas y una psicosis colectiva, con un costo económico y emocional elevado.

…Vaya, son algunas de las iniciativas en las cuales el ejecutivo ha fijado una lábil postura más emocional que racional, que el tiempo ha colocado en su justo contexto. Pero esta vez, en cuestión de la legalización de las drogas, no podemos andar haciendo experimentos. No se vale condenar a nuestros niños a un suicidio por esta vía. Sería a todas luces reprobable dictar una medida sin una amplia y profunda sustentación científica, libre de todo sesgo, descontaminada de otro tipo de intereses. Yo no estoy dispuesta a ofrecer a mis hijos como carne de cañón.

Hay un estudio muy serio llevado a cabo por Juan Carlos Garzón, especialista del Departamento para la Sustentabilidad Democrática y Misiones Especiales, de la Secretaría de Asuntos Políticos de la OEA, publicado por GCST en junio del 2010. Establece un parangón entre Colombia y México en cuanto al narcotráfico, y las acciones para su combate, descifrando la relación entre violencia e ilegalidad.

Con amplio conocimiento de causa Garzón ilustra mediante un plano cartesiano las posibles relaciones entre violencia e ilegalidad; en las ordenadas va la violencia, y en las abscisas la ilegalidad. De este modo, en el cuadrante A tenemos "Ciudadanos violentos" (mucha violencia, poca ilegalidad). En el B tenemos "Estado fuerte" (poca violencia, poca ilegalidad). En el C "Todos contra todos" (mucha violencia, mucha ilegalidad), y en el D está el "Monopolio de la ilegalidad" (poca violencia, mucha ilegalidad). A partir de aquí el autor juega con las posibilidades, y nos hace ver que antes de declararle la guerra al narcotráfico, México se movía entre los cuadrantes B y D. Pero a partir de la desestabilización de las estructuras delincuenciales, nos estamos colocando en el cuadrante C, "Todos contra todos", lo que explica el inusual crecimiento de la violencia. La detención de cabecillas de los diversos cárteles de la droga genera vacíos de poder con la consecuente lucha, tanto al interior de las organizaciones criminales como entre ellas. Además de la diversificación de los delitos que ahora incluyen extorsión, secuestro, piratería, y el recién estrenado narcoterrorismo.

Por su parte los grupos armados originalmente diseñados para combatir el narcotráfico se corrompieron, pasando entonces a apoyar a los cárteles, o a actuar de manera independiente, generando en uno y otro caso violencia e inseguridad.

Como madre; como profesional de la ciencia; como ciudadana, levanto la voz para exigir un análisis serio y perfectamente documentado por parte de todo aquel que por su ocupación, función o inquietud personal planee participar en el debate sobre la legalización de las drogas. No estoy dispuesta a ver morir a ningún niño mexicano a causa de experimentos irresponsables que mañana se pretenden borrar con un "ustedes disculpen"...

COSAS NUESTRAS: Jorge Villegas. Sábado 7 de agosto, 2010

Testigos
Nunca hubo tanta información visual, inmediata sobre tragedias colectivas.
Vemos en la televisión a niños afganos destrozados por bombas "amigas".
A la haitiana que escarba en busca de su hijo sepultado por el terremoto.
O volar por los aires a los ocupantes de las Torres Gemelas de Nueva York.
Cada tragedia zarandea nuestra sensibilidad, estalla nuestra solidaridad.
De inmediato expresamos nuestro pesar, mandamos el auxilio.
Pero con igual velocidad, cada tragedia nos hace olvidar la anterior.
¿O acaso usted volvió a mandar un litro de agua a los haitianos que siguen en la calle?
jvillega@rocketmail.com

VIDEO: Trabalenguas por Crispín D'Olot

Dedicado a jugar con la expresión oral mediante trabalenguas y poemas satíricos, esta vez D'Olot nos divierte con un enredijo de vocablos.

NOCHE DE TV: María del Carmen Maqueo Garza


Hace un par de días, y aún padeciendo el síndrome del nido vacío en su versión 2010, decidí al final de la jornada regalarme una noche de televisión. Al filo de las nueve  acomodé mi cena junto a una humeante taza de café, bebida que  seguramente  mi médico no habría  aprobado para que consumiera yo a esas horas. Pero en fin, estaba yo dispuesta a explorar canales del sistema por cable; para mi beneplácito estaba por comenzar la versión cinematográfica de la novela "La Tregua", considerada como la mejor obra de mi amado Mario Benedetti. 
   Publicada en 1960 narra la vida rutinaria y gris de un empleado viudo a punto de jubilarse. Conociendo la trama de la obra escrita y el reparto que se anunció para la cinta, mis expectativas eran grandes.
   Ambientada en su versión fílmica en el Puerto de Veracruz la cinta incluye a Gonzalo Vega en el papel de Martín Santomé, el empleado que está por jubilarse, viudo en la sexta década de la vida, quien tiene está a cargo de sus tres hijos, adultos jóvenes; cada uno de ellos con un secreto que la trama irá descubriendo poco a poco. En aquella oficina que ya no le representa mayores retos conoce a Laura Avellaneda, en la versión cinematográfica protagonizada por Adriana Fonseca, una joven de la edad de su propia hija Blanca. De la simpatía pasan a entablar una relación romántica que pronto progresa, y lleva a Martín a rentar un departamento en donde pueden ambos dar rienda suelta a su contenida sexualidad, desembocando en una serie de escenas eróticas que se antoja interminable. La belleza de los escenarios veracruzanos que incluyen el Faro, el Malecón, Café de la Parroquia y Los Portales queda superado por un desbordamiento de desnudos y escenas de sexo para mi gusto demasiado explícito, que lejos de enriquecer la obra la desvirtúan.
   Con mucha pena para mi amado Benedetti quien a esa precisa hora estaría sorbiendo mate en alguna estrella platicando con Saramago el ateo quien también se fue al cielo en contra de su voluntad, llegó un momento en que me fastidió la película y opté por apagar el televisor. La cena ya se había enfriado, o posiblemente encontré poco agradable la combinación de mi platillo con tan abierto erotismo, tanto que terminé por irme temprano a la cama.
Como no suelo rendirme antes de las once, para las cuatro treinta de la mañana ya había yo cubierto mi cuota, y en ese momento recordé que durante alguna reclusión por motivo de enfermedad tenía episodios de insomnio a esta precisa hora, momento cuando sintonizaba un canal para niños para ver alguna serie de aquellas de mi infancia. Esto mismo hice, y me topé con un divertidísimo capítulo de "Mi Bella Genio", telecomedia filmada entre 1965 y 1970, protagonizada por Barbara Eden y Larry Hagman. La trama original trata de la versión femenina de Aladino oculta en una lámpara que cae en manos de un astronauta norteamericano quien a partir de ese momento vive una serie de desventuras cómicas que culminan a la vuelta de un montón de capítulos en la boda de la Genio y el Capitán. 
   El capítulo que pude ver esta vez a las cuatro treinta de la madrugada inicia cuando ella le pregunta a él que qué quiere, y él contesta "un elefante". Acto seguido aparece un elefante en medio de la sala, justo en el momento cuando toca la puerta el psiquiatra de la base; a partir de esta escena se van dando una serie de eventos por demás divertidos que culminan con que el psiquiatra quien comenzó  persiguiendo la supuesta locura del capitán, acaba pensando que él mismo ha enloquecido…

   Me divertí como enana con este capítulo, y pensé que qué bendición es tener series como ésta en nuestro sistema de cable para goce de grandes y chicos. Para los padres interesados es cuestión de adoptar un sistema con los pequeños: Esto es, acostarlos antes de las nueve para evitar que entren en contacto con películas que se deslizan de lo erótico a lo pornográfico sin importar cuánto se alejen de la novela original. Asegurarse de que se duerman pronto, para así poder levantarlos a partir de las cuatro de la mañana para ver "Hechizada", o cuatro treinta para ver "Mi Bella Genio". Lo que al principio se antoja incómodo, estoy segura  que a la vuelta de practicarlo, se convertirá en una sana costumbre de entretenimiento familiar.

MATEO: Crianza con apego

Mateo y sus padres nos dan lecciones acerca  de la trascendencia del apego piel con piel y de la lactancia materna.

VIDEO: Charlie Chaplin en Luces de la Ciudad.

Un video divertidísimo de la película "LUCES DE LA CIUDAD"; elementos simples que nos llevan a reir como niños y a entender que la vida no tiene que ser tan complicada.

martes, 3 de agosto de 2010

“Soy hija de un narcotraficante”


  6 Jun 2010 - 9:43 pm

Por: Alfredo Molano Jimeno
Mónica Lehder conoció a su padre cuando tenía nueve años. Siete atrás lo vio por última vez. Su historia, contada en primera persona en exclusiva para El Espectador.

Mi nombre es Mónica Lehder. Soy hija de un narcotraficante. Suena fuerte, lo sé, pero es mi realidad. En este mundo nací, pese a esto nunca he llevado una vida de hija de capo. El dinero no me ha sobrado y entendí desde muy pequeña el valor del trabajo. Tengo 27 años, de los cuales no he pasado un mes con mi padre, Carlos Lehder Rivas, quien fue extraditado hace 23 años a Estados Unidos.

Nací en Armenia, Quindío. Mi infancia la recuerdo como una etapa plena de mi vida. La magia de la inocencia no permite que los problemas y los dolores se traguen la energía de vivir. Crecí rodeada de familiares y amigos, acompañada y protegida por el cariño. Desde muy pequeña sabía cuál era la situación de mi papá y la razón de su ausencia. Sin embargo, no entendía la magnitud del problema y creía que todo iba a terminar rápido, que pronto íbamos a ser una familia completa, pero obvio, no ha sido así.

A los 9 años mi mamá y yo nos fuimos a vivir a Estados Unidos. Queríamos estar cerca de él, creíamos que así serían más fáciles las visitas y nuestras vidas. Lo único que queríamos era estar juntos y luchar por su libertad. Allí lo conocí. Tenía algunas imágenes de él en mi cabeza, todas con el fantasma de la prisión de fondo, guardaba fotos de cuando era niña y me llevaban a visitarlo, pero como lo extraditaron cuando tenía cuatro años, ésta fue la primera vez que nos encontramos como dos personas conscientes de lo que vivíamos. Desde ahí mi vida cambió para siempre. Por primera vez lo pude sentir como padre; mirar en sus ojos, guardar su olor, sentir su sangre palpitando en un abrazo. Las visitas eran muy estrictas, siempre con un policía al lado, pendiente de cada palabra, de cada movimiento, y si algo extraño ocurría cancelaba el encuentro.

Ese día estuve con él cuatro horas. Era una visita corta, porque al siguiente día era la entrevista larga. Esa noche nos acostamos con la ilusión de un nuevo encuentro, pero nunca llegó. Los oficiales decidieron que ya había sido suficiente. Nunca supimos el porqué del cambio. Los americanos nunca dan explicaciones. Desde entonces, empezamos una nueva carrera por verlo. Cuando cumplí 12 lo vi por última vez antes de regresar a Colombia, pues eran tan difíciles los trámites de las visitas, tan lentos y dolorosos, que decidimos volver. Nos dijeron que desde Colombia se nos facilitaría el proceso porque, supuestamente, tendríamos visa permanente para poder verlo cuando quisiéramos.

Cuatro años después de haber partido, volvíamos a Armenia a seguir nuestras vidas. Había quedado un cierto gusto a frustración, pero también un rezago de esperanza. Al regresar empezó una nueva etapa en mi vida, nuevo colegio, nuevos amigos, nuevos profesores. Volver con el resto de mi familia después de tantos años, regresar a la ciudad donde nací, donde, en algún momento, fuimos felices, sin problemas y sin discriminación, pero también quedamos con la tristeza de haber dejado a mi padre lejos.

En ese instante empecé a despertar, a entender la situación, a vivirla con intensidad. Ahí fui consciente de mi historia y de lo que se venía, de que en realidad mi padre no estaba conmigo y que lo necesitaba.

En mí, en mi historia, mi madre ha tenido una influencia muy fuerte. Siempre ha sido amiga, compañera y confidente. Ella ha luchado mucho para sacarme adelante y a punta de organizar la comida para eventos y fiestas nos hemos mantenido. Gracias a ella crecí como una persona normal, sin odios ni resentimientos con mi padre. Ella me mostró su lado humano y me enseñó a sentirme orgullosa de mí misma. Me enseñó, que sin importar los obstáculos, podría lograr lo que quisiera, siempre que lo hiciera con amor y honestidad. Por ella es que he podido cargar con esto, gracias a ella, a mi abuela y al resto de mi familia materna. Son las bases de mi vida.

Las promesas que nos hicieron los oficiales norteamericanos nunca fueron cumplidas. Nuestras visas fueron canceladas. En ese momento sentí que mi mundo se derrumbaba. Año tras año íbamos a la embajada, y año tras año nos la negaban. Yo crecía, pasaban cumpleaños, navidades, momentos especiales como mis 15 y mi grado del colegio, y yo seguía sin él.

Así pasaron ocho años, hasta que en una de las tantas idas a la embajada por fin me dieron un permiso de entrada a la prisión. Empecé a organizar el viaje, pero era complicado, porque, a pesar del mito de las huacas de los capos, mi familia no es adinerada, es una familia trabajadora que vive del día a día. No vivimos del narcotráfico. La gran fortuna que algún día tuvo mi padre nunca fue parte de mi vida. Hacer un viaje de estos, de un momento a otro, es difícil. Era un viaje largo y costoso para un par de semanas, pero llevaba tanto esperando este momento que no lo iba a desaprovechar. Vendí las cosas de valor que tenía, un amigo de infancia, que sabía lo importante que era para mí verlo, me regaló los tiquetes. Los otros gastos corrieron por parte de mis tíos.

La prisión en la que estaba era al norte del país, al borde con Canadá. En un sitio lleno de bosques fríos y solitarios, aislado de todo. La ciudad más cercana quedaba a ocho horas en carro o a 14 en bus. Cerca no hay aeropuertos ni estación de tren. Fue un viaje muy largo, la ansiedad se apoderaba de mí minuto a minuto. Finalmente, logré llegar a Sandstone, Minnesota. Allí me recibió la familia de un compañero de celda de mi padre. Ellos eran los encargados de llevarme a la prisión. Después de una larga noche, en la que dormí poco, llegó la mañana de la primera visita.

Nos acercamos a una cabina telefónica donde uno anuncia al preso que viene a visitar; sale un policía y te lleva a una oficina para llenar los formularios que autorizan la entrada. Los guardias quedaron aterrados cuando supieron que yo venía desde Colombia. No podían creer que alguien hiciera un viaje tan largo por una visita de fin de semana. Es muy poca la gente que visita esa prisión y, por supuesto, mucho menos la que visita a mi papá. Las únicas autorizadas para entrar somos mi mamá, mi hermana y yo.

Entré a la sala de visitas a esperar a que lo trajeran. Los nervios crecían y crecían. Ocho años sin verlo. Toda una tortura. Y así fue, abrieron la puerta y ahí estaba él, con su uniforme y esposado. Le quitaron las esposas y lo dejaron entrar a saludarme. Recuerdo con claridad sus palabras "Pelusita…. Tú tan guapita venir hasta acá por mí". Me dio un beso y me abrazó. Nos miramos con cara de asombro, como dos extraños conocidos. Tratábamos de contener las lágrimas, porque sabíamos que no había tiempo para llorar, sino para compartir y disfrutar al máximo.

La visita empezó a las ocho de la mañana y terminó a las tres de la tarde, pero el tiempo pasaba muy rápido, se hacían muy cortas las horas. Teníamos muchos años que contarnos. Eran 20 sin él, toda mi vida, mil historias que contar.

Esa vez, que fue la última que lo vi, pude estar con él dos fines de semana seguidos, hablamos de muchas cosas, sobre todo del futuro y de la libertad, pensábamos que llegaría pronto. El último fin de semana que nos vimos la euforia empezó a opacarse, la despedida se asomaba y la nostalgia se colaba entre nosotros. Finalmente llegó el momento del beso final, de la despedida. La incertidumbre de no vernos en mucho tiempo nos asaltó, el miedo de no verlo más. Era la pugna entre el miedo y la esperanza, cómo lo vería la próxima vez: en prisión o en libertad…. Por momentos me imaginaba salir corriendo con él, pero cómo decírselo si sabía que le iba a doler, se sentiría impotente de no poder hacerlo. Todo quedó en un doloroso silencio y con una mirada cómplice a la distancia, pero reafirmamos el amor de padre e hija, un amor que hoy sigue intacto.

Ya llevo siete años sin verlo, pues la Embajada Americana dijo que había sido un error darme la visa. Argumentó que por estar preso en Estados Unidos su familia no tenía derecho a visa, que por él haber sido narcotraficante, yo también lo era y que lo único que podíamos hacer era pedirles perdón a los Estados Unidos, y que pronto así estudiarían mi caso. Me negué a hacerlo porque yo no tenía que pedir perdón por algo que no había hecho. ¿Cómo yo, de 21 años, me iba a declarar narcotraficante ante el mundo sin serlo? ¿Acaso los errores de los padres los heredan los hijos?

Soy consciente de que mi padre cometió un grave error en su vida y que está pagando caro por ello, tan caro, que cumplió su sentencia hace tres años y todavía está preso. No dan explicación, no dicen por qué, tampoco lo dejan ver de su familia ni de nadie dizque porque las visitas consulares están canceladas. Está totalmente aislado del mundo, sin explicación alguna.

Esto es un pequeño relato de lo que hace el narcotráfico. No es como todo el mundo lo piensa: plata fácil, fortunas inmensas, lujos, aviones, carros, islas y fiestas. También es dolor, problemas, separaciones, soledad, lágrimas, infelicidad. Es estar separado de lo único importante en la vida: la familia, el cariño, la libertad. Hoy ruego a Dios que ilumine a los gobiernos colombiano y americano para que se den cuenta de que lo único que pedimos es que revisen el caso de mi padre y, como se lo dije a Uribe, que no dejen a los extraditados en el olvido y que me concedan una visa para algún día poder volver a verlo.

La prisión en la que estaba era al norte del país, al borde con Canadá. En un sitio lleno de bosques fríos y solitarios, aislado de todo. La ciudad más cercana quedaba a ocho horas en carro o a 14 en bus. Cerca no hay aeropuertos ni estación de tren. Fue un viaje muy largo, la ansiedad se apoderaba de mí minuto a minuto. Finalmente, logré llegar a Sandstone, Minnesota. Allí me recibió la familia de un compañero de celda de mi padre. Ellos eran los encargados de llevarme a la prisión. Después de una larga noche, en la que dormí poco, llegó la mañana de la primera visita.

Nos acercamos a una cabina telefónica donde uno anuncia al preso que viene a visitar; sale un policía y te lleva a una oficina para llenar los formularios que autorizan la entrada. Los guardias quedaron aterrados cuando supieron que yo venía desde Colombia. No podían creer que alguien hiciera un viaje tan largo por una visita de fin de semana. Es muy poca la gente que visita esa prisión y, por supuesto, mucho menos la que visita a mi papá. Las únicas autorizadas para entrar somos mi mamá, mi hermana y yo.

Entré a la sala de visitas a esperar a que lo trajeran. Los nervios crecían y crecían. Ocho años sin verlo. Toda una tortura. Y así fue, abrieron la puerta y ahí estaba él, con su uniforme y esposado. Le quitaron las esposas y lo dejaron entrar a saludarme. Recuerdo con claridad sus palabras "Pelusita…. Tú tan guapita venir hasta acá por mí". Me dio un beso y me abrazó. Nos miramos con cara de asombro, como dos extraños conocidos. Tratábamos de contener las lágrimas, porque sabíamos que no había tiempo para llorar, sino para compartir y disfrutar al máximo.

La visita empezó a las ocho de la mañana y terminó a las tres de la tarde, pero el tiempo pasaba muy rápido, se hacían muy cortas las horas. Teníamos muchos años que contarnos. Eran 20 sin él, toda mi vida, mil historias que contar.

Esa vez, que fue la última que lo vi, pude estar con él dos fines de semana seguidos, hablamos de muchas cosas, sobre todo del futuro y de la libertad, pensábamos que llegaría pronto. El último fin de semana que nos vimos la euforia empezó a opacarse, la despedida se asomaba y la nostalgia se colaba entre nosotros. Finalmente llegó el momento del beso final, de la despedida. La incertidumbre de no vernos en mucho tiempo nos asaltó, el miedo de no verlo más. Era la pugna entre el miedo y la esperanza, cómo lo vería la próxima vez: en prisión o en libertad…. Por momentos me imaginaba salir corriendo con él, pero cómo decírselo si sabía que le iba a doler, se sentiría impotente de no poder hacerlo. Todo quedó en un doloroso silencio y con una mirada cómplice a la distancia, pero reafirmamos el amor de padre e hija, un amor que hoy sigue intacto.

Ya llevo siete años sin verlo, pues la Embajada Americana dijo que había sido un error darme la visa. Argumentó que por estar preso en Estados Unidos su familia no tenía derecho a visa, que por él haber sido narcotraficante, yo también lo era y que lo único que podíamos hacer era pedirles perdón a los Estados Unidos, y que pronto así estudiarían mi caso. Me negué a hacerlo porque yo no tenía que pedir perdón por algo que no había hecho. ¿Cómo yo, de 21 años, me iba a declarar narcotraficante ante el mundo sin serlo? ¿Acaso los errores de los padres los heredan los hijos?

Soy consciente de que mi padre cometió un grave error en su vida y que está pagando caro por ello, tan caro, que cumplió su sentencia hace tres años y todavía está preso. No dan explicación, no dicen por qué, tampoco lo dejan ver de su familia ni de nadie dizque porque las visitas consulares están canceladas. Está totalmente aislado del mundo, sin explicación alguna.

Esto es un pequeño relato de lo que hace el narcotráfico. No es como todo el mundo lo piensa: plata fácil, fortunas inmensas, lujos, aviones, carros, islas y fiestas. También es dolor, problemas, separaciones, soledad, lágrimas, infelicidad. Es estar separado de lo único importante en la vida: la familia, el cariño, la libertad. Hoy ruego a Dios que ilumine a los gobiernos colombiano y americano para que se den cuenta de que lo único que pedimos es que revisen el caso de mi padre y, como se lo dije a Uribe, que no dejen a los extraditados en el olvido y que me concedan una visa para algún día poder volver a verlo.

amolano@elespectador.com

Mónica Lehder, a los 27 años, no ha vivido ni un mes completo con su padre, Carlos Lehder Rivas, extraditado hace 23 años.


 


 


 


 

domingo, 1 de agosto de 2010

CONTRALUZ Agosto 1, 2010



AMOR A LA PATRIA


María del Carmen Maqueo Garza

Los elementos del pasado son un referente: Llámense edificios, piezas, crónicas.  De entre ellos hay algunos que en particular nos remiten a tiempos que la modernidad dolorosamente fuerza a emprender la ruta del olvido.  De este modo cada ciudad tiene sus propios objetos que cumplen una función de pundonor, constituyen afortunado recordatorio de los propósitos que a nuestros padres y abuelos impulsaron a poner todo el entusiasmo en la creación de un mejor mañana para nosotros.  Terminar con ellos así como así equivale a arrancar de manera cruenta pedazos de nuestra historia, fragmentos que nos validan y enraízan al suelo que nos vio nacer.
Un pueblo es tan noble como grande sea su capacidad para no olvidar.  En la medida en que mantengamos viva la memoria de quienes dieron el alma por su tierra estaremos retribuyendo en algo a su entusiasmo y su empeño. Lo menos que podemos hacer por honrarlos es no excluirlos de la crónica viva de nuestros tiempos; concederles un lugar digno  en los anales de la historia; salvarlos de la ingratitud de la desmemoria.
Con motivo de las festividades del Bicentenario/Centenario se han emprendido en el territorio nacional iniciativas de remodelación, muchas de ellas muy injustas para la historia.  Un buen ejemplo, en la ciudad de San Luis Potosí de buenas a primeras retiraron un monumento a la memoria del insigne poeta  nacido en esas tierras, Manuel José Othón para colocar una monumental  astabandera, como parte de ese fervor patrio que nos desborda a los mexicanos en las fiestas y que luego solemos desatender en nuestro diario desempeño.   En lo particular me parece que si robamos a nuestros poetas el espacio histórico  que por derecho les corresponde, estaremos dejando fuera el espíritu que impelió a hombres y mujeres a lanzarse con pasión por su patria.  El poeta es el cronista del corazón de las cosas, y sin su presencia quedan los hechos despojados del latido vital que convirtió a cada uno de estos eventos en  extraordinarios para la memoria viva de los pueblos.
Recientemente platicaba con unos amigos cuya juventud transcurrió en un Piedras Negras plácido; el primer cuadro albergaba dos importantes recintos diseñados a principios del siglo pasado como teatros, y que ya para los años  cuarenta pasaron a ser salas cinematográficas.  Ahí se reunía toda la muchachada los domingos por la tarde, luego de haber cumplido con la familia y con el precepto dominical.   Escuchar las sabrosas anécdotas de aquellos años; transportarse con la imaginación a los momentos que ellos relatan con tanta pimienta,  es una manera de aprender a amar más a nuestro México.   Un rescate histórico que en lo personal me obliga a recurrir a la palabra escrita, la mejor aliada en contra del olvido.
La historia oficial no está exenta de ser desvirtuada atendiendo a intereses del productor o autor en turno.  Hay múltiples ejemplos de ello, inclusive versiones que se dan por absolutas durante un sexenio, habrán cambiado de manera considerable para el siguiente.   Entonces podemos decir que los relatos  orales cumplen con el rescate de la verdadera historia; al margen de interpretaciones oficiales  nos enseñan a mirar de manera única nuestro patrimonio, y dentro de él los elementos  arquitectónicos. 
Superadas en sus aspectos más urgentes  las contingencias que dejó el huracán Alex, se retoman en esta frontera  las obras de la Gran Plaza y el Paseo del Río.   Invita a una reflexión, pues es otra vez invertir recursos en obras no prioritarias  que bien podían esperar mejores momentos para reemprenderse.   Por otra parte en los tiempos actuales las familias no se animan con tanta facilidad a asistir a sitios públicos en donde se exponen a una violencia intencionada o accidental, pero finalmente de alto riesgo.
Claro, los proyectos están planeados y aprobados desde tiempo atrás, atendiendo a paradojas muy nuestras, aún cuando para  resarcir los daños provocados por el huracán no alcancen los recursos, y no parezca haber manera de distraerlos de otros rubros para atender la emergencia… Los planes siguen adelante; los fuegos artificiales comienzan ya a prepararse, entonces valga a estas alturas solamente  insistir en que los nuevos diseños no dejen fuera a nuestros queridos testimonios del ayer.  Es prioritario enseñar a nuestros niños a honrar la memoria de esos héroes vitales, los que han rescatado  para nosotros las estrellas de una noche apacible para invitarnos hoy a soñar en un México posible, a través de su música; de su fe; de su poesía.  A través de su quehacer cotidiano que ha quedado impregnado en fachadas, plazas y recintos como un recordatorio de que el amor a la patria es un amor vivo que no precisa de fechas especiales para expresarse.


COSAS NUESTRAS: Jorge Villegas. 30 de julio, 2010

Lecciones
En la Historia Nacional no hay lecciones inútiles; todo sirve.
Santa Ana nos enseñó que una cosa es democracia y otra plebe.
Don Porfirio, el dictador, le dio solvencia a nuestra nación, la civilizó.
En los setenta  años de dominio priista, surgieron instituciones excepcionales.
En diez años de aficionados, aprendimos a no poner los huevos en una sola canasta.
En el Bicentenario bien podemos hacer el análisis de éxitos y fracasos.
Para obtener el saldo de sabiduría que nos ayude en la crisis actual.
Si escasean los líderes, pidamos a la Historia sus Paradigmas.

VIDEO: Lo que amo y odio de México. Autor: PacoBot

Este es un firme  reclamo que nos hace a los adultos un joven cansado de que estemos violentando el patrimonio que por derecho le corresponde.
Un extraordinario trabajo creativo con un mensaje muy claro. 

Tiene escenas fuertes, sin embargo totalmente justificadas: de este tamaño es su inconformidad hacia nosotros.

MANUEL JOSÉ OTHÓN: No importa la piedra. M.C.Maqueo

El pasado 20 de julio de 2008, por instrucciones gubernamentales, el monumento a Manuel José Othón fue removido de “El Mirador”, sitio desde el que había vigilado a su natal San Luis Potosí por casi cuarenta años. En su lugar, tengo entendido, se erigirá una bandera monumental para celebrar nuestros tan traídos y malgastados centenarios—uno de la Revolución y dos de la Independencia. No sólo en  San Luis Potosí, sino en todo México, sobran las banderas y faltan los poetas. Ojalá quienes tienen los medios para disponer de nuestros espacios públicos, pronto se den cuenta de la grave falta en que están incurriendo: el olvido.
José Ramón Ortiz Castillo.  Tomado de su blog joserraortiz.com

Mi comentario:  
No importa la piedra sobre la cual el hombre te ha rendido homenaje y ahora derruye a causa de  políticas faltas de amor al amor de los poetas, Manuel José Othón, tú vivirás en nuestros corazones.


Poema en audio: Idilio salvaje de Manuel José Othón por Claudio Obregón y Gastón Melo

FREEDOM PSICOTERAPIA: Renacer, reinventarse.

Renacer, Reinventarse.
(Nunca Somos lo Mismo)
 
Escuchaba los pájaros y su armónico estruendo en los arboles, coincidiendo con la salida del sol, del nuevo día… y su ruido me hizo darme cuenta de que yo ya no era el mismo, que era otro en un día también distinto. Y el darse cuenta se extendió, y fue como un relámpago; ¡todo renace! Ya nada es igual que ayer. Sólo la flojera y la autocomplacencia nos hacen volver a lo mismo que tanto detestamos.
Esos pájaros también tenían una nueva oportunidad de ser, de estar. Fluían. Eran. Quizá por eso -pensé- tanta algarabía.
¿Qué voy a hacer yo con esta oportunidad? ¿Cuánto vale un día más sobre la tierra para los que ya no están? ¿Cuánto pagaría por ese sólo día si de pronto me descubriera flotando en calidad de espectro sobre las mismas casas y personas que puedo ver con los ojos físicos? ¿Si de pronto la muerte me sorprendiera y no me diera tiempo de arreglar tanta idiotez y obsesión, o mejor aún, de deshacerme de ellas?
Me olvidé de vivir, dice una canción…
Entonces se que lamentaría cada gota de sol no valorada, cada piedra llena de matices a la orilla de una banqueta que no detuvo mis pasos para observarla. Sé que me volvería a morir por una hora de ese sol desquiciante de agosto, del que tanto me quejo en la tierra. ¡Pero gracias a Dios estaba vivo!
El tesoro estaba ahí; no sólo en los arboles sino en todas partes. Fue quizá el descubrimiento más monumental de mi existencia. Era eso precisamente; ¡La vida! ¡La vida! ¡Por Dios! ¿Cómo no me había dado cuenta desde antes? Todo renace, todo se reinventa. Nunca somos lo mismo. Podemos elegir dejar de ser lo que no nos gusta. Podemos elegir no regresar a lo que éramos en el instante pasado, ser nuevos; como el presente que siempre se está yendo. Es una decisión. Hasta mis células no serán las mismas dentro de pocos días.
El verde rabioso de las hojas, contrastando con el negro azulado de esos pajarracos flacos y escandalosos, fueron el marco de una enseñanza grandiosa. Esas aves me estaban dando una lección digna de un maestro zen. No tuve que ir al Tíbet ni a la India, ni recluirme en un monasterio, ni beberme a Osho. Tuve un atisbo a la verdad antes de regresar a mi estupidez usual. La vida latía y pulsaba en ese árbol y en todo lo que me rodeaba y estaba adentro de mí.
De pronto, otro verde, el del semáforo, me sacó de mis cavilaciones. Y ahorita, sigo contando los mil motivos maravillosos para sentirme afortunado por haber amanecido. Los tordos, urracas, y zacateros, me enseñaron que quejarme de cualquier cosa, era desperdiciar la vida.
Benditos sean los pájaros que siempre se levantan cantando; una cura para el Alzheimer existencial. Vistos desde la perspectiva de no perderse el momento, son más sabios que los humanos. Me recuerdan que, ante lo que nos duele o nos tumba, pero no nos mata, volver a estar despiertos cada mañana es un prodigio. A pesar de la estupidez usual, hay siempre la oportunidad de ser distintos, de renacer, de reinventarse…
·        Versión ilustrada en archivo adjunto. Gracias por tu tiempo y por reenviar y compartir nuestros mensajes.
¡Cumplimos 12 Años!
Asociación de Psicología Humanista.
México – Costa Rica – USA
 
Freedom cumple en agosto, 12 años. Muchas gracias a mis queridos compañeros y colegas, a todos los miembros de la Red de Conciencia Social, en México y el resto de los países enlazados. Gracias a las personas e instituciones, que han sumado sus esfuerzos para dejar de pensar sólo en sí mismos y apostarle al pensamiento sistémico, a interesarse en el bienestar de los demás. 12 años de vivir en el paradigma de la colectividad. 12 años de promover la Educación Emocional. 12 años convencidos de que nuestra máxima aspiración ha valido la pena: Volver a Ser Tú Mismo… ¿Te Imaginas?
 
Mil felicidades, un abrazo fraterno y que Dios los siga bendiciendo. Los quiero muchísimo.
 
Atentamente:
 
Lic. Gabriel Rubio Badillo, Director General.

FACUNDO CABRAL: Estas manos

Mons. Joaquín Antonio Peñalosa: DECÁLOGO PARA SABER ENVEJECER


1. Cuidarás tu presentación día con día. Arréglate como si fueras a una fiesta. ¡Qué más fiesta que la vida! El peinado, la ropa, todo atractivo, oliendo a limpio y a buen gusto. EL buen gusto es gratuito, no cuesta nada. Que al verte se alegren tu espejo y los ojos de los demás.

2. No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación. Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario. Saldrás a la calle y al campo de paseo. El agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.
3. Amarás el ejercicio físico como a ti mismo. Un rato de gimnasia, una caminata razonable dentro o fuera de casa, por lo menos abrir la puerta, regar las rosas, contestar el teléfono, cualquier movimiento que te despegue de la cama y del sillón. Contra inercia, diligencia.
4. Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado, la cabeza gacha, La espalda encorvada, Los pies arrastrándose. No. Que la gente diga un piropo cuando pases: Qué derechito el señor, qué altiva la señora.
5. No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques. Acabarás por creerte más viejo, más viejo y enfermo de lo que en realidad estás. Y te sacarán la vuelta. A la gente no Le gusta oír historias de hospital. Cuando te pregunten: ¿Cómo estás?, contestarás que divinamente.
6. Cultivarás eL optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo, buena cara. Sé positivo en los juicios, de buen humor en las palabras, alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es cuestión de años sino un estado de ánimo. El corazón no envejece, el cuero es el que se arruga.
7. Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás. No eres un parásito ni una rama desgajada del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible. Y ayuda, ayuda con una sonrisa, un consejo, un servicio. Al abrirte a los demás, dejarás de estar pensando en un “yo” angustiado y solitario. Sólo cuando se abre la nuez aparece la almendra.
8. Trabajarás con tus manos y tu mente. EL trabajo es la terapia infalible. Cualquier actitud laboral, intelectual, artística. Haz algo, lo que sea y lo que puedas. Una ocupación artesanal; un rato de lectura; un trozo amable de TV; la música. La bendición del trabajo es medicina para todos los males.
9. Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas. Desde luego las que se anudan en el hogar, integrándote a todos los miembros de la familia. Ahí tienes la oportunidad de convivir con niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida. Luego ensancharás tu corazón a los amigos, con tal que los amigos no sean exclusivamente unos viejos como tú. Huye del bazar de las antigüedades.
10. No pensarás que “todo tiempo pasado fue mejor”. Deja de estar condenando tu mundo y maldiciendo tu momento. No digas a cada palabra “las cosas andan mal, allá en mi tiempo…” Positivo siempre, negativo jamás. El anciano debiera ser como la luna, un cuerpo opaco destinado a dar luz.