¿QUIÉN AL TIMÓN?
La nación no nos ha enviado a predicar la fusión con los
criminales, sino a castigarlos.
Manuel Altamirano
Vivimos, como
cada seis años, un período de agitación y turbulencia debido a las incipientes campañas
electorales 2024. Personajes van surgiendo, algunos por designación superior,
otros más apoyados por sus bancadas y unos terceros, valientes en su arrojo,
por propia decisión. Comenzamos a ver un
escenario que varía de un día para el siguiente, llamando, como en las ferias
de pueblo, a inclinarnos por el mejor vendedor.
Surgen argumentos en uno y otro sentido; hay quienes cambian de camiseta
como camaleones y una vez más, como ya ha sucedido con anterioridad, priva la
simpatía de algunos sobre el proyecto de nación de otros.
Momento que
invita a la reflexión, máxime en un ambiente tan abierto, que da pocos visos de
mantener una línea que conduzca a la nación hacia el logro de sus
objetivos. A ratos pretendemos dar
cabida a todas las ideologías, lo que vuelve aquello un mar de confusión. Hace falta un faro orientador que marque el
rumbo de la nave.
Un buen
ejemplo de este maremágnum es lo ocurrido en la semana que concluye: Fue
captada la alcaldesa de Chilpancingo,
Guerrero, Norma Otilia Hernández, departiendo en un restaurante con un
personaje que los enterados identifican como un capo del crimen organizado. El argumento enarbolado por la alcaldesa fue
simple: “no hay pacto”. De momento me
recordó aquella ocasión en que el presidente López Obrador, estando en
Badiraguato, se aproximó a un vehículo en el que viajaba la mamá de Joaquín El
Chapo Guzmán para saludarla. En uno
y otro caso no es posible que razonemos
que esos acercamientos con células delictivas beneficien en algo a nuestro México.
La política,
en mucho, está basada en el arte del “chapulineo”, esto es, defender mis
intereses particulares, generalmente de tipo económico, por encima de todo lo
demás. En este tenor cambiaré de
cachucha o de camiseta cuantas veces sea necesario para mantener un “status
quo”, por encima de cualquier lealtad personal o partidista. Es un juego que se juega con sagacidad,
siempre buscando no quedar fuera de la partida.
Como
ciudadanos tenemos la responsabilidad de conocer a fondo la situación en que
México se encuentra; los principales problemas que le aquejan y sus eventuales
soluciones. Necesitamos apreciar con la
cabeza fría a los precandidatos-candidatos para analizar cuál de ellos nos
presenta un proyecto capaz de enfrentar de manera frontal el complejo estado
que hoy estamos viviendo. Ya no podemos
caer en el error de dejarnos llevar por la figura seductora que llama a las
soluciones mágicas, ajenas a la realidad.
Estamos obligados a conocer a cada uno de los personajes con sus
respectivas propuestas, por el bien nuestro y de nuestros hijos.
Al frente de
la nación necesitamos un verdadero líder, alguien con probada honestidad que
asuma el puesto como un compromiso para con a la ciudadanía, cuyo voto lo ha
puesto al frente de los destinos de la nación.
Un líder que sepa dónde está parado y hacia dónde va. Que identifique los problemas que tiene enfrente,
con la capacidad de analizar cada uno de ellos y de diseñar estrategias para
una solución de fondo. Un líder liberado de protagonismos, dispuesto a mantener
y mejorar proyectos transexenales, así como a iniciar otros que rebasen su
administración de ser necesario.
Requerimos un líder dispuesto a trabajar con grupos, a organizarlos y
señalar tareas, no por mandato sino por acuerdo, conforme a las competencias de
cada uno de ellos. Esto implica una
honda inteligencia emocional, que le permita al líder estar dispuesto a
reconocerse como una pieza más del conjunto y ponderar a su vez la valía de
cada uno de los integrantes. Un líder
que lejos de descalificar promueva, que lejos de obstaculizar allane, que lejos
de denostar estimule. Todo ello mediante
una comunicación en dos sentidos, en una plataforma en la que se reconocen las
diferencias y se buscan acuerdos, para el logro de un objetivo común.
Se atribuyen a
Winston Churchill, aunque igual hay quien señala como autor de estas gloriosas
palabras a Otto von Bismarck: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las
próximas generaciones y no en las próximas elecciones.”
México
necesita líderes que pongan las luces largas en la visualización del México que
con tanta urgencia se requiere. Que estén dispuestos a formar un equipo de
personas inteligentes, emprendedoras, que no pierdan la cabeza a la primera de
cambios. Razonemos quién llevará el timón de nuestra nave, en estas aguas
turbulentas. Prevalezca el análisis concienzudo de nuestra realidad, y asumamos, cada uno, con toda seriedad la
responsabilidad de elegir la mejor opción.