domingo, 24 de agosto de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 ChatGPT Y CRISIS

Un titular induce a la reflexión: “Mi hija habló con ChatGPT antes de quitarse la vida”.

La inteligencia artificial ha ido creciendo en forma exponencial en los últimos años. Viene a posicionarse como una parte fundamental del círculo íntimo de muchas personas, en particular si se hallan solas.  Recuerdo cuando el surgimiento de Alexa en el 2018 para México, en breve tiempo pasó, de ser un receptor de órdenes humanas que respondía con precisión, a convertirse en compañía para muchas personas. El hecho de que respondiera de inmediato a lo que se le ordenaba, proporcionaba a los usuarios una sensación de acompañamiento que, en su momento, no habrían tenido ninguno de los otros aparatos eléctricos.  La persona que no podía interactuar con la plancha o la licuadora, y ni siquiera con el televisor, ahora sí podía establecer una comunicación con este aparato digital que se ajustaba a las necesidades de su dueño.

A partir de entonces, y con la evolución de la tecnología, el chatGPT, la inteligencia artificial ha sentado sus reales dentro del hogar, y es capaz de contestar dudas sobre los cambios climáticos:   por qué variaron los precios de un jugo de frutas; qué combina mejor con determinada pieza de vestuario, o generar un apoyo en el estudio de determinadas materias.  La eficiencia del aparato nos lleva a sentir simpatía por el mismo, y tal vez hasta llevarla al siguiente nivel.

Conozco varias personas en grupos de mi edad, que reconocen platicar con su dispositivo, al grado de mantener una conversación de varios minutos respecto a un tema específico. Funciona como un recurso de acompañamiento para personas que, de otra suerte, estarían solas.   En grupos de adolescentes no conozco directamente casos, pero la lógica nos lleva a suponer que ocurra algo parecido: El chico o la chica sienten su soledad acompañada por un aparato que no los cuestiona ni los rechaza, como probablemente sienten que sucede de parte de otros humanos.

Cuando hablamos del proceso educativo de nuestros niños y jóvenes, solemos asumir conceptos a ojo de pájaro, sin la debida formalidad.   Suponemos que la educación la va a proporcionar la escuela, cuando en realidad es el hogar el que sienta las bases firmes y definitivas de lo que el menor va a absorber más delante en las aulas.  Es ocioso esperar que los maestros o los directivos del plantel desempeñen las funciones que corresponden a los padres de familia.

Otro concepto que se nos escapa considerar en su justa medida es el relativo a los dispositivos digitales que utilizan nuestros chicos.   El que un joven pase 6 u 8 horas de su día con la mirada puesta en una pantalla, no significa que todo funcione perfecto en su entorno. O lo hace porque no halla nada atractivo en el mundo real, o porque es un mecanismo de escape de algo doloroso que busca evitar.  Algo similar podría ocurrir con los asistentes virtuales que llegan a convertirse en la única o la mejor compañía para un chico o una chica.

Poder expresar lo que se siente; solicitar un consejo abiertamente, a sabiendas de que no va a ser reprendido, con seguridad constituyen algunos de los motivos por los que el chico entabla un diálogo con ChatGPT para romper esa sensación de soledad. Una soledad que muchas de las veces no encuentra cómo expresar.  Lo exterioriza mediante el enojo o el retraimiento, signos que tal vez sus padres no puedan traducir, de modo que el joven, lejos de resolver su conflicto, lo profundiza.  Una máquina sí lo escucha y lo aconseja, pero se trata de una caja de circuitos incapaz de incluir la parte espiritual de quien recurre a su consejo.

Siempre ha sido complicado abordar adolescentes; máxime en estos tiempos en que hay tantos factores externos que impiden o distorsionan la comunicación entre generaciones. Pero la soledad está allí, la soledad lacerante que los lleva a conductas muchas veces perjudiciales para ellos.  Lo hacen, porque simplemente no saben cómo lidiar con el problema.  Pero, eso sí, el ChatGPT, definitivamente, no es la solución.

Vaya un llamado a fortalecer la comunicación humana en todos sus aspectos, cada vez que necesitemos expresar algo propio. Muy en particular entre padres e hijos. Partir de la idea de que, si en ocasiones los adultos no hallamos los mecanismos para entablar un diálogo productivo, los adolescentes que van comenzando, tienen menores posibilidades de hacerlo, y nos toca a nosotros, los mayores, diseñar estrategias para lograrlo.

Volviendo al inicio del artículo: Sophie, la chica suicida, había estado consultando con “Harry”, una línea de IA que hace las veces de terapeuta. A la vez consultaba con una terapeuta real con la que, luego se supo, no estaba siendo sincera. Sirva la irreparable pérdida de esa joven vida para revisar lo propio.

CARTÓN de LUY


 

DOCUMENTAL de la naturaleza: La importancia de la manada

CARTAS QUE ME ESCRIBO por Carlos Sosa.

Nota introductoria: El doctor Carlos Sosa ha aceptado incorporarse como colaborador permanente del blog, algo de lo que nos congratulamos enormemente. 
Él ha elegido nombrar su columna semanal bajo el título: "Cartas que me escribo". 
Aquí la exposición de motivos para hacerlo, de la pluma del propio autor.

CARTAS QUE ME ESCRIBO no nació para que alguien las lea. Son apenas pensamientos sueltos, garabatos que me mando a mí mismo para no olvidar quién soy cuando el ruido del mundo me distrae. Pero sucede que, al ponerlas en palabras, estas cartas ya no me pertenecen del todo. Si alguien las abre y se reconoce en ellas, entonces la intimidad se vuelve puente. 

Aquí escribo para recordarme que la vida duele, pero también alumbra. Que los amaneceres valen más que las derrotas. Que hasta en la guardia más larga siempre hay un segundo para mirar al cielo. 

No esperes sermones ni recetas: son cartas. Y como toda carta, llegan a destiempo, con tachones, con frases a medio terminar… pero siempre con la intención de no dejar que el silencio gane...




La importancia de cuidar el ánimo, nuestro principal recurso. Victor Kü...

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


La infancia es un período maravilloso de todos nosotros los seres humanos. Por lo menos debía ser así, por tratarse de una etapa en donde somos movidos por instintos genuinos, donde la autenticidad es la "marca" que nos representa. Las circunstancias también "marcan" a quien corresponderá guiarnos por este recorrido de vida, y estaremos a expensas de elecciones de otros, esos otros y el medio donde nos desenvolvamos marcarán los lineamientos que seguirá nuestra vida, diría Ortega y Gasset: " Yo soy yo y mis circunstancias".

En cierta forma los niños está a merced de lo que otros decidan. Su intelecto, personalidad, carácter serán moldeados por quienes los guíen, o por el contrario por la falta de esta guía y desarrollados por las necesidades de sobrevida que el medio ambiente presente.

Quizá lo más triste es cuando vemos niños y niñas con la fortuna de ser criados con amor en el seno de una familia, en un medio que le ofrece todos los satisfactores para su bienestar y que sin embargo por distintos factores, llámese falta de tiempo, cansancio laboral de ambos padres, desidia, ignorancia, o peor aún con conocimiento, pero poca voluntad para cambiar patrones de conducta que definitivamente afectan la salud emocional y desarrollo cognitivo de los hijos.
 
Cada vez hay más información de los daños que provoca la hiperestimulación a través de pantallas y a pesar muchas veces de no ignorarlo, la comodidad de confinar al niño a ellas para evitar berrinches, o la necesidad de buscar entretenimientos que impliquen la interacción con los padres o cuidadores, hace que definitivamente sea más cómodo recurrir a esta niñera mágica que los mantiene en un estado de fascinación, que no conlleva ninguna ganancia en mejorar funciones cognitivas, que retrasa el lenguaje y que impide un desarrollo emocional satisfactorio.

Ahora, después de años de dejar a la niñez a merced de las pantallas y sufriendo ya las consecuencias irreversibles muchas veces de ello, se van incrementando las voces y acciones en pro de defender a la niñez de lo que antes se propició con indolencia.

Libremos a los niños de nuestra negligencia en la crianza, dejemos de verlos como seres que se educan con azúcar y pantallas, preocupémonos más por su sana nutrición, alimentemos cuerpo, corazón y cerebro con nutrientes que hagan de ellos adultos con una mejor calidad de vida.

VIDEO ANIMADO: Aventuras en el desierto