La infancia es un período maravilloso de todos nosotros los seres humanos. Por lo menos debía ser así, por tratarse de una etapa en donde somos movidos por instintos genuinos, donde la autenticidad es la "marca" que nos representa. Las circunstancias también "marcan" a quien corresponderá guiarnos por este recorrido de vida, y estaremos a expensas de elecciones de otros, esos otros y el medio donde nos desenvolvamos marcarán los lineamientos que seguirá nuestra vida, diría Ortega y Gasset: " Yo soy yo y mis circunstancias".
En cierta forma los niños está a merced de lo que otros decidan. Su intelecto, personalidad, carácter serán moldeados por quienes los guíen, o por el contrario por la falta de esta guía y desarrollados por las necesidades de sobrevida que el medio ambiente presente.
Quizá lo más triste es cuando vemos niños y niñas con la fortuna de ser criados con amor en el seno de una familia, en un medio que le ofrece todos los satisfactores para su bienestar y que sin embargo por distintos factores, llámese falta de tiempo, cansancio laboral de ambos padres, desidia, ignorancia, o peor aún con conocimiento, pero poca voluntad para cambiar patrones de conducta que definitivamente afectan la salud emocional y desarrollo cognitivo de los hijos.
Cada vez hay más información de los daños que provoca la hiperestimulación a través de pantallas y a pesar muchas veces de no ignorarlo, la comodidad de confinar al niño a ellas para evitar berrinches, o la necesidad de buscar entretenimientos que impliquen la interacción con los padres o cuidadores, hace que definitivamente sea más cómodo recurrir a esta niñera mágica que los mantiene en un estado de fascinación, que no conlleva ninguna ganancia en mejorar funciones cognitivas, que retrasa el lenguaje y que impide un desarrollo emocional satisfactorio.
Ahora, después de años de dejar a la niñez a merced de las pantallas y sufriendo ya las consecuencias irreversibles muchas veces de ello, se van incrementando las voces y acciones en pro de defender a la niñez de lo que antes se propició con indolencia.
Libremos a los niños de nuestra negligencia en la crianza, dejemos de verlos como seres que se educan con azúcar y pantallas, preocupémonos más por su sana nutrición, alimentemos cuerpo, corazón y cerebro con nutrientes que hagan de ellos adultos con una mejor calidad de vida.
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