¿A DÓNDE FLUYEN LOS RÍOS?
Cada quien observa al mundo desde su propia realidad particular;
es así como se desarrolla la capacidad
creativa a partir de una visión
individual. Por este camino el mundo cuenta con interminables expresiones de
ingenio en ciencias, artes y tecnología. Si damos un vistazo a nuestro entorno, descubriremos
todo cuanto se está creando, para darnos
cuenta entonces hacia dónde fluyen los ríos de creatividad.
Hay elementos de
la infancia que nos marcan. Y en el
caso de los adultos, no es solo la propia, sino también la de los hijos. Desde muy pequeña mi hija tenía un particular
gusto por crear con las manos. Cualquier
superficie era su lienzo (incluyendo muebles, paredes y su hermano menor). Mi esposo y yo, animados por el encanto que
nos provocaba esa desbordante creatividad, la inscribimos en un curso de
pintura. Tras la segunda clase ella se
resistía a asistir, de modo que mi esposo se infiltró “como no queriendo” para
tratar de dilucidar cuál era el problema.
En media hora lo supo. El tema
del día era “pintar un árbol”. Cuando
tienes 4 o 5 años un árbol puede tener un follaje descomunal, como cabellera de rockero, o un tronco azul celeste… Y si tienes la
creatividad de una niña como la mía, será poco menos que la regla. Entonces, forzarla a pintar un árbol idéntico
al modelo que les ponía la maestra, con follaje tipo nubecita, de color verde,
y tronco café, era colocarle un cincho a
la imaginación. Más le inquietó a mi esposo el argumento de la maestra “todos los árboles deben de ser así.” Obvio,
mi hija nunca regresó a ese curso.
La semana que
termina he participado en un reto en redes sociales. Publicar diariamente durante 10 días portadas
de libros que me han marcado. Dio pie a repasar mis lecturas de otros tiempos, como
una suerte de espejo autobiográfico interesante y divertido. Contemporáneos a este son algunos retos más,
como el que inició bajo la etiqueta #InMyFeelings, y que consiste en que el
conductor desciende de su vehículo en
marcha para bailar, mientras la máquina
avanza. Ya surgió uno más que es bailar
en la oficina, quiero suponer que los participantes ganan
puntos entre más gruñón sea el jefe.
Y siguen otros retos como el de la soga, que consiste en pretender
ahorcarse –y en un descuido lograrlo--, o el de ingerir cápsulas de detergente
para lavadora, que ya ha cobrado su cuota de muerte.
Lo primero que debemos
reconocer a todas luces, es que sobra creatividad, y que a diferencia de mi hija que
no tenía permitido pintar árboles azules, los jóvenes de hoy son poseedores de
una gran libertad para expresarse como
lo deseen. Es un ejercicio de identidad y una caricia –peligrosa,
pero al fin caricia—para la autoestima.
Conseguir muchos “me gusta” es un modo de sentirse tomados en cuenta por
el grupo de pares.
Frente a lo
anterior los padres, abuelos o maestros nos asombramos, a ratos nos
acongojamos, para finalmente pasar a otro asunto con el clásico pensamiento de que son cosas de chicos. En lo personal, después de asombrarme y a
ratos preocuparme, en seguida me asalta una pregunta: ¿Qué acaso no cabe la
posibilidad de encauzar todos esos ríos de creatividad de otro modo? Generar versiones que aparte de divertir a
los jóvenes, resulten benéficas para los
demás. No se trata de restar ingenio creativo a lo que se hace, sino de sumar
una razón humanitaria, un “plus” a favor de causas que lo requieren, y que finalmente
permiten trascender más allá de la propia persona. Hay iniciativas por demás encomiables, acabo
de conocer una bajo la etiqueta #BoardingPaz, mediante la cual un grupo de
jóvenes se expresa, y a la vez recauda fondos para apoyar a los migrantes venezolanos
que llegan a un país de acogida. De diversas formas los artistas que se van sumando a esta iniciativa tienen ocasión
de manifestar su creatividad. El
contenido original de la propuesta crece
en la medida en que se da a conocer, y se agregan nuevos contenidos. Un aporte reciente, de la pluma de Vanessa
Marcano, dice: “Migrar es tocar tierra y a la vez desapegarse sin dejar de amar
y agradecer por lo vivido. Es también una oportunidad para renacer y
reinventarse”.
Somos un mundo
con múltiples necesidades de todo orden. Problemática que mucho puede aliviar el entusiasmo y la imaginación de los jóvenes. Ello se conseguirá cuando entre ellos mismos
se difunda la idea de divertirse sí, de inventar cosas novedosas también, pero con un sentido social. Que esa manera de pasarla
entre amigos y de generar nuevas amistades, resulte en modos de apoyar a
quienes más lo requieren. Así, nuestra juventud
canalizará sus ríos de
creatividad hacia un molino de agua,
cuyo potente movimiento sea capaz de
transformar al mundo.