CRÓNICA DE UN
DOBLE TRIUNFO
A diferencia del
periodismo, la crónica habla del corazón humano. Magali Tercero.
Grave problema de nuestros tiempos es la falta de
empatía. La imagen epítome con la cual pasaremos
a la historia quienes hoy vivimos, es la de una figura solitaria, con la mirada
puesta en su celular, al margen de lo que ocurre más allá de su propio espacio
personal. Ejemplos de esa dolorosa
indiferencia hay muchos, por desgracia.
Hoy quiero destacar dos acontecimientos sobresalientes de la semana que
termina:
El primero corresponde a la figura del individuo que lanza
un perro a un cazo de aceite hirviendo.
Trascendió que era un uniformado
en el cobro de piso, que, ante la negativa del propietario de una carnicería
cobró venganza contra su mascota. Muy a
la distancia, y sin elementos clínicos directos, me resulta compatible con un
perfil, si no psicopático al menos sociopático, cuya violencia potencial bien
puede escalar hasta dañar a seres humanos.
Más grave es descubrir que pertenecía a una corporación policíaca, en
esa mezcla terrible de autoridad y pacto
con el crimen organizado llamada “corrupción”.
Se detuvo al criminal; causó baja en la corporación a la que
pertenecía. Resta descubrir si sus nexos
cercanos con autoridades de la Ciudad de México no condonan su delito, lo
liberan, y en un escenario atemorizante, lo reinstalan en su puesto.
Un segundo caso que encuentro indignante como ciudadana, como mujer y como
madre es el proceder de Ana Gabriela Guevara, funcionaria a cargo de la
CONADE. El equipo de natación artística tenía
en puerta su viaje a Egipto, para participar en la Copa del Mundo. Sus
integrantes acudieron a la CONADE solicitando apoyos para los gastos de su
viaje, estancia y participación. Guevara se los negó. Con valentía Nuria Diosdado lo dio a conocer.
Los argumentos que esgrimió Guevara para dicha negativa, por cierto, muy cuestionables,
contaron –dolorosamente—con el aval del presidente López Obrador. Las chicas no se dieron por vencidas. Utilizando toda su creatividad
comercializaron mercancía alusiva al
evento como toallas y trajes de baño, para solventar los gastos. Finalmente recibieron apoyo de la iniciativa
privada. Carlos Slim y Arturo Elías Ayub,
sensibilizados ante su causa, cubrieron la parte sustantiva del viaje de las
deportistas. A ellos se sumaron algunas otras firmas, para apoyo
complementario. Las nadadoras
conquistaron el oro. El comentario de Guevara, al ser cuestionada resultó carente de sensibilidad y altura: “Pues que
vendan calzones para pagar su viaje”. Ya
de regreso, y a propósito de apoyos para futuros eventos, Guevara acaba de
expresar que, para que consigan el dinero “se quiten los calzones”. Solo un tonto no interpretaría esta expresión
como una sugerencia de que se prostituyan para lograr su objetivo como
deportistas, representantes de México en la natación artística internacional.
La expresión es ruda y corriente. Como si ella no conociera que se necesitan apoyos
económicos para salir a competir. ¿O será que desconoce las funciones
inherentes al cargo del que es responsable? Quien acepta un puesto público está obligado
a conocer cuáles serán sus funciones. En
este caso, tratándose de una deportista que en su momento vivió lo que estas
chicas están pasando, el término que me viene a la mente es “cinismo
perverso”. O tal vez, como el caso del
individuo que lanzó el perro al aceite hirviendo, sea el desfogue de una carga
de agresividad y frustración que no halla cómo encauzar. Desde un puesto de tal
envergadura, representa un serio problema para la nación.
Falta de empatía.
Individualismo extremo que nos lleva a cegarnos ante las necesidades y los
anhelos de los demás, a subestimarlos. Narcisismo
absoluto, que impide reconocer que ellos
gozan de los mismos derechos que yo, y que, bajo ninguna condición, en el
desempeño de un puesto público, tengo
permiso para ignorar este principio. Más
allá de no apoyar, Guevara avanza en su ataque hasta ningunear y calumniar a
quienes debiera servir, como si el puesto le concediera patente de corso para hacerlo.
Duele México en sus sueños lastimados. Esos a los que el Estado pretende cortar las
alas visceralmente, de manera arbitraria.
Duele ver que nuestros jóvenes empeñen la vida en lograr una meta. Que
inviertan en ello tiempo, esfuerzo y entusiasmo. Que se priven de goces propios de su edad en acato
a la disciplina que desarrollan. Que se
preparen día tras día, que sean seleccionados y confíen en que contarán con
apoyo de las autoridades a cargo, con dineros de las arcas públicas de la
nación, para venir a toparse con esto: Una perversa falta de empatía.
México se alegra por el triunfo de su equipo de nado
sincronizado. Doble mérito, triunfo doble.