domingo, 26 de agosto de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

LA PROPUESTA DE TOLSTOI
Acuérdate de que el tiempo más oportuno es el único inmediato, y es el más importante, porque es solamente en tal momento cuando somos los amos de nosotros mismos, y el hombre más necesario es aquel a quien se encuentra en este momento. Y la obra más importante es la de hacer el bien.
     Este es el modo como concluye un cuento de León Tolstoi intitulado “Tres preguntas”, y que  da pie a la presente colaboración.
     Admiro la suerte de  esas personas carismáticas, que consiguen nuevas oportunidades a lo largo del camino y que triunfan por ello.  Pero más admiro a aquellas que no dependen  de otra cosa más allá de su propia voluntad, y que  después de la caída se levantan, recogen los pedazos del suelo  y se reconstruyen, para volver a empezar.
     La vida es para todos una sucesión de montes y valles.  Tal vez suceda que cuando estamos en la cúspide del monte dejamos de percibirlo, y cuando toca que nos hallemos en el fondo de un valle, sentimos la urgente necesidad de salir de ahí, pero a veces no sabemos cómo hacerlo.  Sin embargo así son las cosas, montes y valles son mutuamente necesarios,  para mantener en nosotros una dimensión de lo que es vivir.
     No deja de sorprenderme la velocidad a la que muchas personas pretenden conducirse por la vida, en particular cuando van sobre sus vehículos motorizados.  Pareciera que avanzan enojados con todo y con todos, o partiendo de la idea de que sus prioridades personales se imponen sobre las  de los demás, como hace un niño caprichoso en su patio de juegos.  Otra posibilidad --al mirar a estas ráfagas humanas--, sería que actúan de este modo pues quisieran deshacerse del momento presente a la brevedad.
     Para cualquier lugar donde observemos, hallaremos que cada cual va librando su propia batalla.  Algunos lo hacen frente a actitudes personales que han de superar; otros enfrentan situaciones familiares difíciles, hacia las cuales habrán de mantenerse atentos.   Hay quienes tienen frente a ellos problemas del exterior, cambiantes, novedosos, pero que requieren –todos ellos—aplicarse en resolver.
     Mentiría quien dijera estar libre de problemas.  O tal vez no se conoce lo suficiente como para entender que la necesidad de renovarse es permanente en nosotros, y que de igual modo como los árboles se desprenden del follaje viejo para volver a nacer en primavera, así nosotros habremos de sacudir nuestras ramas y deshacernos de lo caduco para comenzar a escribir una nueva página de nuestra historia personal, en la medida en que el paso del tiempo nos mantenga en el planeta.
     Cabe señalar que la literatura de Tolstoi sufre un cambio importante, a partir de una profunda transformación espiritual suya como autor.  Tanto cambia y a tal grado comienza a sentir la necesidad de hacer el bien, que incluso –próximo a su muerte-- intenta donar para la caridad su patrimonio familiar, algo que finalmente su esposa evita.   De algún modo a lo largo de su extensa obra se va percibiendo ese cambio que lo lleva a morir ligero de apegos, en pleno invierno, en  la estación de tren de Astápovo, algo muy simbólico, pues sería como el que parte a un nuevo destino, dejando atrás su vida anterior.
     Uno de los males modernos para el alma, es perdernos en sufrimientos virtuales.  Por los niños de Siria o los que padecen una orfandad impuesta en la frontera con los Estados Unidos, sollozamos, señalamos, proferimos, pero ahí nos quedamos.  Nuestro tiempo se cicla alrededor de nuestro aparato electrónico, sin ir más allá, sin extender la mano para ayudar al huérfano o al pobre que tenemos cerca, en la colonia marginal, por las calles de la ciudad, en el exterior de los sitios públicos a donde vamos a divertirnos.
     La propuesta de Tolstoi no es en absoluto la de privarnos de nuestras cosas para darlas a los más necesitados.  Yo entiendo su exhortación como la de abrir la sensibilidad que llevamos encerrada en nuestro pecho, para emprender una actitud compasiva hacia quienes han sido menos afortunados que nosotros.  Para de este modo, si ahora estamos en el monte de la buena fortuna, no dejemos de ver hacia abajo para socorrer a quienes sufren en un valle, ya por cuestiones emocionales, económicas o de salud.  Salir de nuestra burbuja para voltear a ver alrededor y entender que está en nosotros la posibilidad de dar un poco de lo propio a favor de los demás.  Que no se trata de anunciarlo ni de esperar agradecimiento, es un simple  ejercicio de justicia social frente al cual tenemos oportunidad de crecer.
     El momento de cada uno de nosotros va cambiando.  Cuando puedas, no dudes en ayudar a hacer de este mundo algo mejor a través de acciones reales, inmediatas y tácitas, antes de que el tren llame a partir cuando llegue el  invierno.

CUADROS URBANOS por María del Carmen Maqueo Garza


LA COMETA PERDIDA
Tuve oportunidad de observarlos por un buen rato.  Ambos delgados y altos, les calculo 15 o 16, sus ropas están lejos de indicar pobreza extrema. Mientras que uno de ellos permanecía sentado en la banqueta tomando una bebida hidratante de color amarillo canario, el otro abordaba un o a uno a los clientes que entraban o salían del establecimiento comercial.  Con ambas manos tomaba su cachucha, y con la mirada vuelta al suelo, solicitaba algunos centavos. No me pareció  que su estrategia funcionara, ya que  ninguno de los personajes abordados dio señas de atender  sus súplicas.   Entre una petición y la siguiente el chico recobraba compostura, levantaba la mirada  y oteaba hacia ambos lados, como esperando al siguiente donador potencial.   Por su parte el joven sentado en el suelo se dirigía a él ocasionalmente con frases cortas, daba la impresión de ejercer  control sobre el suplicante.
   Como suelo hacerlo, comencé a formular hipótesis. Mientras observaba a la distancia,  me daban  vueltas en la cabeza diversas posibilidades: Tal vez aquello era una apuesta entre ambos o un castigo con cierta carga de humillación.  O bien era su forma de obtener unas monedas para adquirir alguna golosina.  En el peor de los casos --algo que se ha visto en otras poblaciones-- pudiera ser una forma de asaltar. 
     Luego de aquello la escena  me llevó a pensar en qué forma muchas personas --quizá no es el caso-- se apoltronan en cierta desventaja propia esperando que la comunidad les resuelva su situación.  Ahora recuerdo un individuo joven y fuerte que perdió una pierna, y sosteniéndose mediante sus muletas se pasaba el día bajo el rayo del sol solicitando unas monedas.  Parecía no vislumbrar otras opciones para ganarse la vida, tal vez por falta de imaginación, tal vez por carencia de fuentes inclusivas de capacitación o de trabajo.
     Tanto estos chicos como aquel hombre me llevan a suponer que actúan como si  hubieran perdido la cometa de sus sueños y no se animaran a recuperarla. Algo equivalente a haber cancelado para ellos mismos el derecho a imaginar  para su vida algo satisfactorio.  Es parte del panorama de este nuestro México apesadumbrado, que ha olvidado que siempre ha sido  todo suyo el  derecho a dibujar estrellas en el firmamento.

La pradera por Alexandre Desplat

Manifiesto de la comunicación no hostil


Se trata de un decálogo de sentido común, que todos pueden entender y que vale la pena difundir: 

1.- Virtual es real – Digo y escribo en la red sólo las cosas que tengo la valentía de decir en persona.
2.- Se es lo que se comunica – Las palabras que elijo relatan la persona que soy: me representan.
3.- Las palabras dan forma al pensamiento – Me tomo todo el tiempo necesario para expresar lo mejor posible mi pensamiento.
4.- Antes de hablar hace falta escuchar – Nadie tiene siempre razón, tampoco yo. Escucho con honradez y apertura.
5.- Las palabras son un puente – Elijo las palabras para comprender, hacerme entender, acercarme a los demás.
6.- Las palabras tienen consecuencias – Sé que cada una de mis palabras puede tener consecuencias, grandes o pequeñas.
7.- Compartir es una responsabilidad – Comparto textos e imágenes sólo después de haberlos leído, valorado, comprendido.
8.- Las ideas se pueden discutir. Las personas se deben respetar – No convierto a quien sostiene ideas que no comparto en un enemigo al que hay que eliminar.
9.- Los insultos no son argumentos – No acepto insultos ni agresividad, ni tan siquiera a favor de mi tesis.
10.- También el silencio comunica – Cuando la mejor elección es callar, callo.

Tomado de https://es.aleteia.org

Alzheimer: Cuando todo se borra

No pude activar subtítulos en español (están en inglés), pero se entiende muy bien aun así.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Cuanto todo a tu alrededor es incierto, cuando parece inútil esforzarse por lograr lo que otros a ultranza roban, cuando ser honesto no garantiza tranquilidad en tu vida, es tiempo de ver hacia tu interior. Buen momento de reforzar tus principios, de impedir que te hagan dudar de lo que fehacientemente has creído debe regir tu vida. Liberarte del peso de aquello que no puedes cambiar, sin dejarte arrastrar por el pesimismo, mantener la serenidad, la calma, dominar los miedos, sosegar el alma.

Vale la pena vivir en paz con nuestra conciencia, sin lamentarnos de hacer lo que consideramos es lo justo, lo correcto, de ser congruentes con nuestros principios. Ocasión de mantener la ética en nuestras profesiones, la fe en nuestras convicciones, el amor a la humanidad, a nuestro entorno, no entregarnos a la marejada de injusticia, de corrupción, que nos rodea. Seguir la huella de quién nos dejó un camino bien andado, en donde se sembró tan solo la esperanza, en donde el esfuerzo y la voluntad fueron la base para guiar a otros por el sendero de la paz.

En nuestro pedacito de universo, seamos sin reservas seres que dejen una semilla de amor, de bienestar, que valga la pena recordar, que germine en otro corazón cuando el nuestro ya latir no pueda. No es tan solo dejar huella, sino dejar aquella que vale la pena seguir, con la convicción de que guiará a un buen destino, a pesar de lo adverso que se ofrezca ante nosotros el camino.

Reflexión sobre el tiempo