LA PROPUESTA DE TOLSTOI
…Acuérdate de que el
tiempo más oportuno es el único inmediato, y es el más importante, porque es
solamente en tal momento cuando somos los amos de nosotros mismos, y el hombre
más necesario es aquel a quien se encuentra en este momento. Y la obra más
importante es la de hacer el bien.
Este es el modo
como concluye un cuento de León Tolstoi intitulado “Tres preguntas”, y que da pie a la presente colaboración.
Admiro la suerte
de esas personas carismáticas, que
consiguen nuevas oportunidades a lo largo del camino y que triunfan por
ello. Pero más admiro a aquellas que no
dependen de otra cosa más allá de su
propia voluntad, y que después de la
caída se levantan, recogen los pedazos del suelo y se reconstruyen, para volver a empezar.
La vida es para
todos una sucesión de montes y valles.
Tal vez suceda que cuando estamos en la cúspide del monte dejamos de
percibirlo, y cuando toca que nos hallemos en el fondo de un valle, sentimos la
urgente necesidad de salir de ahí, pero a veces no sabemos cómo hacerlo. Sin embargo así son las cosas, montes y
valles son mutuamente necesarios, para
mantener en nosotros una dimensión de lo que es vivir.
No deja de sorprenderme
la velocidad a la que muchas personas pretenden conducirse por la vida, en
particular cuando van sobre sus vehículos motorizados. Pareciera que avanzan enojados con todo y con
todos, o partiendo de la idea de que sus prioridades personales se imponen
sobre las de los demás, como hace un
niño caprichoso en su patio de juegos. Otra
posibilidad --al mirar a estas ráfagas humanas--, sería que actúan de este modo
pues quisieran deshacerse del momento presente a la brevedad.
Para cualquier lugar
donde observemos, hallaremos que cada cual va librando su propia batalla. Algunos lo hacen frente a actitudes
personales que han de superar; otros enfrentan situaciones familiares
difíciles, hacia las cuales habrán de mantenerse atentos. Hay quienes tienen frente a ellos problemas
del exterior, cambiantes, novedosos, pero que requieren –todos ellos—aplicarse
en resolver.
Mentiría quien
dijera estar libre de problemas. O tal
vez no se conoce lo suficiente como para entender que la necesidad de renovarse
es permanente en nosotros, y que de igual modo como los árboles se desprenden
del follaje viejo para volver a nacer en primavera, así nosotros habremos de
sacudir nuestras ramas y deshacernos de lo caduco para comenzar a escribir una
nueva página de nuestra historia personal, en la medida en que el paso del
tiempo nos mantenga en el planeta.
Cabe señalar que
la literatura de Tolstoi sufre un cambio importante, a partir de una profunda
transformación espiritual suya como autor.
Tanto cambia y a tal grado comienza a sentir la necesidad de hacer el
bien, que incluso –próximo a su muerte-- intenta donar para la caridad su
patrimonio familiar, algo que finalmente su esposa evita. De algún modo a lo largo de su extensa obra
se va percibiendo ese cambio que lo lleva a morir ligero de apegos, en pleno
invierno, en la estación de tren de
Astápovo, algo muy simbólico, pues sería como el que parte a un nuevo destino,
dejando atrás su vida anterior.
Uno de los males
modernos para el alma, es perdernos en sufrimientos virtuales. Por los niños de Siria o los que padecen una
orfandad impuesta en la frontera con los Estados Unidos, sollozamos, señalamos,
proferimos, pero ahí nos quedamos.
Nuestro tiempo se cicla alrededor de nuestro aparato electrónico, sin ir
más allá, sin extender la mano para ayudar al huérfano o al pobre que tenemos
cerca, en la colonia marginal, por las calles de la ciudad, en el exterior de
los sitios públicos a donde vamos a divertirnos.
La propuesta de
Tolstoi no es en absoluto la de privarnos de nuestras cosas para darlas a los
más necesitados. Yo entiendo su exhortación
como la de abrir la sensibilidad que llevamos encerrada en nuestro pecho, para
emprender una actitud compasiva hacia quienes han sido menos afortunados que
nosotros. Para de este modo, si ahora
estamos en el monte de la buena fortuna, no dejemos de ver hacia abajo para
socorrer a quienes sufren en un valle, ya por cuestiones emocionales,
económicas o de salud. Salir de nuestra
burbuja para voltear a ver alrededor y entender que está en nosotros la posibilidad
de dar un poco de lo propio a favor de los demás. Que no se trata de anunciarlo ni de esperar
agradecimiento, es un simple ejercicio
de justicia social frente al cual tenemos oportunidad de crecer.
El momento de
cada uno de nosotros va cambiando.
Cuando puedas, no dudes en ayudar a hacer de este mundo algo mejor a
través de acciones reales, inmediatas y tácitas, antes de que el tren llame a
partir cuando llegue el invierno.