domingo, 23 de junio de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


REFLEXIONES AL AMANECER
Rumbo a Piedras Negras me sorprende el amanecer.  Al filo de las 5 llegamos a Ciudad Frontera. El blanco polar de las luminarias hace un agudo contraste con el cielo límpido, y hacia el oriente la luz del sol naciente comienza a orlar, con filos plateados, las densas nubes cirriformes, contra un cielo que ahora se va pintando de azul y rosa.
          Como rey portentoso emerge el candente sol.  Sus bordes lucen irregulares tras un velo de nubes que les concede un aire misterioso.  Un rato después se observa alto y plomizo, tras la cortina de nubes. Parece general de batalla guiado por la estrategia militar de Sun Tzu, moviendo sus ejércitos a la distancia, de manera intachable.
          Mis diálogos con la naturaleza hacen obligada pausa.  Nos aproximamos al retén de revisión.  A estas alturas de recomposición de fuerzas de seguridad, no sé a qué grupo pertenecen los elementos que nos revisan. La parafernalia es la misma, uno como estatua, con arma de alto poder y mirada vigilante; más allá dos o tres uniformados observan los acontecimientos. Todo remata con un can que no se inquieta, a pesar de tanto movimiento. La revisión incluye bolsos de mano. Como cada vez que ha ocurrido este esculque, me pregunto qué artículo o sustancia esperan encontrar dentro de mi bolso. Eso sí, contrario a otras veces el uniformado que me revisa es simpático, tiene un acento jarocho, y platica mientras inspecciona, una por una, mis pertenencias personales.  Se detiene a investigar lo que traigo en una cantimplora de plástico. 
               --¿Es agua? ¿Por qué trae agua así, de este modo?
               --Para no provocar más contaminación con desechos plásticos.
          Como los misioneros evangélicos, aprovecho para dar mi mensaje.   No sé qué impacto llegue a tener, me anticipo a suponer que poco.  Observo que ahora, al lado de la mesa de revisión, hay un refrigerador con refrescos y agua embotellada para venta.  Los humanos vamos como bancos de peces en el agua, cada cual movido por su consigna personal.  En un punto del océano coincidimos, intercambiamos contenidos, para en seguida continuar, unos y otros en su propia dirección.
         Cuando llegamos a Allende el cielo se ha despejado.  El movimiento en las calles  comienza, aunque no es muy intenso.  Acaba de arrancar el período vacacional, ya no se observan esos ríos de escolares, de la mano de sus cuidadores, caminando velozmente hacia los centros escolares. Inmuebles y niños, toman un merecido descanso.  Los edificios se perciben ordenados y silentes, yo diría que aliviados del trajín habitual.
          Es interesante observar las casas de pueblo cuando comienzan a desperezarse. Cada una ofrece material precioso para crear historias.  En un predio utilizan parte de la extensión para montar una “pulga”, hay mesas con diversos electrodomésticos, y al fondo un barrote del cual penden prendas de ropa variopintas.   En la propiedad contigua, próximo al límite entre predios, hay un tejabán bajo el cual se hallan tres toallas colgadas.  Parecen las vecinas entrometidas, que asoman cuando nadie las ve, para husmear en la casa de al lado.  
          En cierto crucero un hombre madrugador saluda entusiasta a la distancia, al conductor del camión. Caigo en cuenta cómo se han perdido estas costumbres en las ciudades.  Un reconocimiento gratuito que se recibe con agrado, pero que en las moles de concreto y hierro ya nadie tiene tiempo de obsequiar.  Vaya, ni nos percatamos de su valor de identidad, hasta que no redescubrimos, en un pueblo ajeno, lo que hemos perdido.
          Las poblaciones despertaron.  Si acaso algún perro holgazán duerme echado sobre la banqueta, aprovechando el relativo frescor de la noche. Sorprende atestiguar el modo como la naturaleza se abre paso a través de resquicios, o venciendo obstáculos de altura.  Crece un menudo nogal al lado de un árbol trunco pintado de amarillo mostaza.  El contraste de este último con el verde intenso del joven retoño, es agudo.  Más allá, una enredadera silvestre ha ascendido del nivel del suelo a varios metros de altura, siguiendo los cables de fijación de un poste de concreto. Como para recordarnos que, así se antoje imposible, la naturaleza siempre estará por encima de los estragos que la civilización provoca.
          Viajar es siempre aleccionador.  A través de los viajes aprendemos a revalorar lo propio desde fuera. Esos tres obreros de la construcción, que esperan sentados en la banqueta, con sus respectivas bicicletas, la hora de ir a trabajar, me hacen recordar que la dignidad de las personas no se mide por lo grueso de sus carteras. Los tacos que esos hombres llevan para la hora de comida están hechos con los ingredientes más finos: el amor y el cuidado.
         Llego a casa dispuesta a reinventarme después de estos descubrimientos.  Hasta el próximo viaje.

Poesía por María del Carmen Maqueo Garza


Halle paz mi corazón en medio de la guerra.
Aquí en mi ser lo necesario
para entender
y respetar
los derechos de otros,
en lugar de erigirme en duro juez
con vocación de verdugo.
Halle mi espíritu
la fina coincidencia que hermana,
no las tantas diferencias que dividen.
Logre mi palabra abrir caminos, 
alcanzar acuerdos,
pero antes que nada, sepa yo entender
que mi derecho termina 
en el punto preciso
donde comienza el derecho de los otros.
Vayamos todos a construir la paz
como hermanos 
que somos,
con los sentidos abiertos
y la mente dispuesta a entender
la verdad del otro, que no conocemos.
Sea el único fuego que arda
entre nosotros
el fuego del amor,
como hijos que somos
de una madre única --sol y tierra,
verde campo, agua clara--,
preñada por los sueños
de paz y libertad 
por los cuales
empeñaron la vida
padres y abuelos.

Nuvole Bianche por Ludovico Einaudi

Agradezco a mi querida amiga Caro, tan hermosa sugerencia.

Poesía de Ángela Figuera Ayerich


Yo me siento la sangre. ¿No la sentís vosotros?
Sangre de la mujer, cáliz abierto.
          Yo me siento la sangre. Ella me nutre.
Me llena, me dibuja, me sostiene.
          Callada sinfonía de mis pulsos.
Verso rimado en rojo por mis venas.
Vuelo encerrado en íntimas volutas.
Río escondido de infinitas ramas
fertilizando mi sensible barro. 
          Yo la siento correr. Flujo y reflujo
bate las hondas playas de mi pecho,
sube por mi garganta estremecida,
moja mis labios con sabor espeso
de miel caliente. Grita
y enciende la codicia de mis ojos.
          Mi sangre, zumo denso circulando
por todos mis poemas. Limpia savia
irguiéndose en la regia primavera
del hijo conseguido.
          Amo mi sangre. Cuando yo me muera
no la dejéis cuajarse como hielo
hecho con agua sucia.
No la dejéis secarse en polvo oscuro.
Descomponerse en jugos malolientes.
Cuando yo muera, abridme, desatadme
las frágiles esclusas de las venas.
Verted mi sangre toda. Derramadla.
Absórbala la tierra como suya
y el agua deslizante de algún río
unte con ella el lomo de sus peces.


Eduardo Galeano habla sobre el valor de la narrativa

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


En esta vida a todos se nos da licencia para manejar sentimientos. Desde que nacemos hasta que morimos tenemos la facultad de despertar sentimientos de todo tipo, sin que obre en ello muchas veces nuestra voluntad. Somos generadores de afecto o de rechazo sin que hayamos hecho en muchas de las ocasiones consciente, el haber provocado de alguna manera tal o cual sentimiento.

Ser amado o por el contrario odiado, debiera ser resultado de nuestras acciones, reflejo de nuestra actitud hacia los demás, cosecha de lo que a ciencia cierta sabemos nos dedicamos a sembrar. A veces, sin embargo, nos sorprende saber que con muy poco pudimos dejar huella profunda en unos, y que por lo contrario, aquellos en los que pusimos singular vehemencia en hacerlos sentir nuestro amor, apenas asimilaron una mínima parte.

Sufriremos desdeños, rechazos, indiferencia, de quienes no supieron apreciar nuestro cariño, ¿que falló? Quizá una interferencia entre las energías que de uno y otro emanan, quizá nunca nos dimos cuenta de nuestra errada manera de comunicarle nuestro afecto. Pudiera ser que en el lenguaje de los sentimientos, también hay distintos idiomas, y nos damos cuenta de modo tardío,  que no se nos supo traducir.

Y así por la vida iremos, aprendiendo a no esperar agradecimientos por nuestro cariño, a recibir de cada quien, lo que cada quien esté dispuesto a dar. No será recíproco a veces, no tendrá la misma intensidad, no requerirá de nuestro esfuerzo en ocasiones, en otras habremos dado más de lo que alguna vez pudimos pensar. 
No importa  como sea recibido, lo que siempre tendrá valor, es saber amar. Amar sin condiciones, amar a sabiendas de que el valor de nuestro amor muchas veces no es para otros el que nosotros le hemos fijado. 

En la medida en que reconozcamos los sentimientos nobles, seremos capaces de corresponderlos, de apreciarlos, o por lo menos de no ignorarlos. Nunca nadie de amar debiera arrepentirse, siempre habremos tenido en ello ganancia, defraudados o no por la respuesta del destinatario, el amor deja huella que el dolor no borra, porque alimenta el alma mientras se aloja en nuestro corazón.

Nadie se va de este mundo sin haber sido correspondido en una relación afectiva, nadie tampoco se irá sin alguna vez haberse sabido incomprendido o rechazado, lo deseable es que el balance sea a favor, y que siempre le apostemos al amor, porque tan solo el valor de poder sentirlo nos salva de la bancarrota.

Videos clásicos: "Paternidad" con Charlie Chaplin