GONZALO Y PEDRO
Termino de ver en línea “Machuca”, una coproducción
chilena-ibérica dirigida por Andrés Wood. Ganadora en el 2004 de los premios
Goya y Ariel para mejor película extranjera
hablada en español. La historia se sitúa
en Santiago de Chile, 1973, en los días previos al golpe de estado del 11 de
septiembre. Dentro de aquella atmósfera
de exaltación popular, en un colegio privado se echa a andar un experimento
social. Se introduce a sus aulas un grupo de niños de extracción muy
humilde. El propósito de la iniciativa
de interacción social es fomentar valores como el respeto y la aceptación de otras
identidades.
Lo que hoy en día asumimos con naturalidad, en ese entonces constituía
algo fuera de lo habitual, frente a lo que nadie tenía experiencia. En el
colegio ni los propios docentes habían previsto el manejo de algunas
situaciones que se presentarían más delante.
Dentro de la dinámica propia del salón de clases, se pone claramente de
manifiesto el acoso escolar y el escenario de fondo sobre el que se despliegan
los distintos momentos de la trama.
Es una buena pieza que nos permite ver de cerca el clima de
revuelta social, el repudio a un dictador que, tres años después de su elección
por la vía democrática, intenta conformar un régimen reformista y polarizador
que el pueblo repudia. El propio Allende
instala a Pinochet como comandante en jefe del Ejército, lo que finalmente
deviene en el golpe de estado y la muerte de Allende. En una mirada lateral conocemos la inequidad
económica que vivían los diversos estratos de la sociedad; la corrupción en sus
variadas manifestaciones, y la
disfuncionalidad familiar.
Al contrastar los hechos narrados con la realidad que vive
el mundo hoy en día, podemos entender que hemos avanzado en muchos sentidos,
aunque el riesgo de un sistema político autoritario en Latinoamérica sigue
siendo una amenaza. Ahí tenemos el caso
de Nicaragua: Hay una orden de aprehensión contra el político y escritor Sergio
Ramírez (Premio Cervantes 2018). ¿Su
delito? Haber señalado irregularidades en el proceder del gobierno encabezado
por el presidente Daniel Ortega. De
hecho, años atrás, cuando el derrocamiento de Anastasio Somoza asumió el poder
Ortega como presidente, el que nombró a Ramírez como vicepresidente. Con el paso de los años se acentuaron las
diferencias entre uno y otro, hasta que
Ramírez se desvinculó completamente de Ortega en 1995.
Las diferencias de pensamiento siempre han existido. En una democracia tenemos la libertad para
pensar como queramos, siempre y cuando ejercer ese derecho no dañe a terceros. Sucede, sin embargo, que el poder muchas veces
distorsiona la forma de pensar de quien lo ejerce, y se presentan excesos tantas
veces catastróficos. Hoy en día vivimos
una atmósfera de mucha mayor aceptación de las diferencias entre unos y otros:
Hay libertad de culto, de afiliación política; libertad para expresar la propia
sexualidad, entre otras más.
Contrastándolo con los años de la dictadura en Chile, nos hallamos del
otro lado, y en definitiva no estamos dispuestos a dar marcha atrás hacia
regímenes absolutistas.
Entre los términos “tolerar” y “aceptar” hay una enorme
diferencia. Tolerar representa la
actitud de permitir algo que finalmente no aprobamos. Aceptar, por su parte, es reconocer en otros
la libertad de pensar, actuar y expresarse como deseen. Esta última es una conducta en dos
direcciones, en la medida en que te acepto, espero ser aceptado.
La pandemia ha modificado muchas realidades sociales. Para algunas personas ha roto los arquetipos
rígidos prepandemia. En otras ha sucedido lo contrario, la inminencia de la
enfermedad y la muerte ha hecho que se aferren a sus paradigmas de siempre de
manera obsesiva. Es por ello por lo que,
en estos dieciocho meses han convivido conductas distintas, quizá hasta
opuestas, dependiendo del motor que mueva a unas y otras. Baste recordar el número de casos que hubo de
personal sanitario atacado de diversos modos, llegando hasta el homicidio. Tenemos además a esos personajes que se
niegan a vacunarse o a usar cubrebocas, y que, en lugar de quedarse en su casa,
frecuentan sitios públicos poniendo en riesgo a muchos. El caso contrario: apreciamos generosas
manifestaciones de individuos, grupos e instituciones, apostando a favor de la
prevención de la enfermedad, o bien dando apoyo al personal de salud o a los
enfermos.