domingo, 8 de diciembre de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 RENACER, SIEMPRE RENACER

“Somos lo que hacemos con lo que otros hicieron de nosotros”: Sabia sentencia de Jean Paul Sartre, escritor y filósofo francés del siglo pasado.  Palabras que nos desvalijan de cualquier pensamiento que intente mantenernos en nuestra zona de confort de manera pasiva, como victimizados por un pasado que nos ancla.

La inminente entrada del invierno en el hemisferio norte invita a maravillarnos frente a los prodigios de la naturaleza.   Observar cómo una planta que brotó en la primavera y manifestó su mayor esplendor en el verano, ahora se repliega ante el rigor de las bajas temperaturas; en muchas ocasiones muda su follaje, o hasta pareciera morir.  Simplemente se recoge y guarda su esencia última para renacer cuando el tiempo sea el apropiado.

Los humanos, considerados con mucho el culmen de las especies vivas, en ocasiones no actuamos conforme a nuestra jerarquía en la naturaleza.  En nosotros participan elementos que modifican ese apego a las leyes fundamentales de la vida, de modo que los resultados no alcanzan a ser tan predecibles como en otras especies.  El intelecto, la capacidad de reflexión y la creatividad nos permiten ir un paso adelante para conseguir condiciones más favorables para nuestro desarrollo y supervivencia, pero a la vez nos colocan frente a situaciones que, en un momento dado, no hallamos cómo manejar.

El proceso del parto es único para el ser humano.  Ese ser que se ha venido desarrollando en el vientre materno hasta alcanzar determinadas condiciones de maduración, ahora se enfrenta al desafío de abrirse paso por un canal que, no por natural deja de ser desafiante para su pequeña anatomía.  Sin embargo, sabemos que ocurre así por cierta razón.  Ese desafío contribuye a consolidar un proceso de perfeccionamiento que ha durado nueve lunas y que ahora avanza a la recta final.   El afán de querer atajar ese tránsito, por más “humanitario” que algunos puedan suponer, cancela una parte fundamental de maduración integral del individuo que viene al mundo.

A partir de esa primera etapa separado de su madre, el ser humano irá enfrentando nuevos retos cada día.  Lo que para los adultos constituyen acciones básicas de supervivencia, algún día tuvieron que ser aprendidas a base de ensayo y error.  Esto es, cada vez tuvimos que renacer, aunque, evidentemente, en los primeros años no estábamos conscientes de ello.  Conforme avanzamos a una percepción mayor de la vida, vamos descubriendo que, tras cada obstáculo que enfrentamos, viene un proceso de recreación, a través del cual aprendemos, primero a superar el escollo y después a retomar nuestra marcha, a pesar de la dificultad, o más bien, por encima de la dificultad, con una nueva enseñanza en la mochila de viaje.  Esto constituye la diferencia con otras especies animales, en nuestro caso se desarrolla el prodigio de poder identificar el proceso paso a paso.

Son tantas las ocasiones en que nos vemos tan abatidos, ya sea por una enfermedad, un fracaso laboral, una ruptura emocional, que de momento pensamos en “tirar la toalla”.   Conforme la preparación que recibimos para enfrentar estos desafíos, iremos entendiendo que se trata de una batalla, no de la guerra, y que tenemos la capacidad de salir adelante, es más, de crecer con ello, dispuestos a ser mejores de lo que fuimos antes del contratiempo.

La facultad de enfrentar los mayores desafíos sin quebrarnos no surge por generación espontánea ni se compra en línea.  Es el resultado de todo un proceso de formación que inicia desde la más tierna infancia, cuando, a través de nuestras interacciones cotidianas con el niño le vamos inculcando la idea de que la vida no siempre es miel sobre hojuelas, pero que nosotros, como seres racionales y creativos, tenemos la posibilidad de enfrentar cada desafío de la mejor manera, esto es, renacer una y otra vez, tras cada batalla.

Los especialistas hablan de que nuestras jóvenes generaciones no han desarrollado tolerancia a la frustración.  Querámoslo o no, la era tecnológica con su inmediatez ha modulado en gran medida el modo de reaccionar de los jóvenes nacidos al filo del tercer milenio.   Suelen ser bebés cuyos padres buscan a toda costa evitar que lloren y se desesperen, muchas de las veces dándoles una pantalla digital para que se entretengan, sin percibir que justo esos espacios de aburrimiento son clave en el desarrollo de la imaginación infantil, y que permitir que los pequeños los vivan, es darles la oportunidad de un desarrollo integral.

Nacemos una sola vez en la vida.  Renacemos muchas, lo hacemos tras un golpe, un fracaso, un momento de grave dificultad.  Como en la fragua, vamos modelando nuestra esencia última mediante el fuego abrasador, para ser cada día mejores seres humanos.   No hay que olvidarlo.

CARTÓN de LUY

 


Adeste Fideles Concierto de Navidad. Orquesta y Coro RTVE Alfredo García...

REFLEXIÓN sobre los niños

 


Cambia este hábito y cambiarás toda tu vida | Johnny Abraham

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Esta Navidad siento que ese ánimo grinch se ha debilitado, no creo sucumbir ante esta tormenta de emociones que desencadena la Navidad, unas que definitivamente considero muy valiosas, y otras que son contra las que generalmente me rebelo, que resultan dar a la Navidad un contexto estresante, en el que la irrelevancia parece ocupar el primer lugar. Pero si, he estado desplazando esa sensación de tristeza que generalmente me embarga desde que inicia diciembre, hasta convertirse a veces en algo que realmente llega a ser deprimente y que seguramente tiene que ver con sensaciones que se guardan en el inconsciente algunas y otras que surgen como recuerdos de épocas infantiles en que las navidades eran fechas que no llenaban las expectativas que como niños uno tenía, quizá es eso.

Siempre me esforcé en no contagiar mi desánimo, tuve la suerte de que el padre de mis hijos tuviera espíritu navideño y motivaba a que en el hogar lo hubiera. Mis hijos supieron lo que era una Navidad celebrada con amor, con buen humor y en un ambiente familiar, sin excesos, sin gran algarabía, pero con profundo sentimiento de unidad y bienestar espiritual, cuando menos así lo siento yo.

Ahora, después de estos últimos años en que la vida nos ha colocado como familia en situaciones difíciles, que se han logrado sortear, encuentro en estas fechas la oportunidad de dar gracias a Dios, a la vida por poder festejar esta Navidad, haciendo de ella una época especial para reafirmar los lazos de amor entre la familia, los amigos, y dejar a un lado ese rechazo a todo aquello con lo que no he estado ni estaré en sintonía, pero que discriminaré para dar paso a mis emociones positivas, a que aflore el amor, a que mi corazón se llene de gozo de poder estar al lado de los que quiero. 

Navidad esta vez, reviste un significado especial en donde mis queridos nietos Ricardo, Rodrigo y Paola con su ternura, inocencia y la magia que envuelve la infancia, vencen a mi grinch interior y vienen a hacer de mi Navidad, una muy feliz Navidad.

El arbolito de navidad más feliz del mundo: Animación creada con IA