¿CUÁL MÉXICO?
Esta vez fue en Lagos de Moreno, Jalisco, donde la violencia
más descarnada cobró su cuota: Hasta el momento cuando esto escribo, hay un
grupo de cinco jóvenes amigos desaparecidos, y evidencias que apuntan hacia el
crimen organizado, sugiriendo que terminaron siendo asesinados entre ellos
mismos, por orden de los sicarios. Desde
el punto de vista médico asociamos esa forma infrahumana de actuar de un
individuo, cuando se halla bajo los efectos de alguna droga dura, que bloquea la función inhibitoria cerebral. La imaginación nos lleva a suponer elementos
de gran perversidad, más allá de toda conducta humana. Como nación nos invade
el luto, la profunda empatía por las familias presas de la zozobra y un dolor
sin parangón. No quisiéramos creer que ese es el México que estamos dejando a
las nuevas generaciones como legado fatal.
De un gobernante esperamos sensibilidad ante la tragedia y
empeño en resolver los problemas que la provocan. En la mañanera del miércoles 16, cuando ya
había elementos que llevaban a sospechar
el móvil de la desaparición y probable asesinato de los jóvenes, nada se
mencionó. Al término de la conferencia,
y a pregunta expresa de los periodistas ocurrió un desafortunado
comentario que, de momento, dibujó una
actitud presidencial carente de toda
empatía. Quienes conocen el recinto afirman que la acústica es mala, y que
probablemente no captó la pregunta que le hacían los periodistas respecto al
caso de Lagos de Moreno. Aun otorgando al incidente el beneficio de la duda, y
deslindando la supuesta sorna con la que respondió, esperamos una figura
presidencial sensible, abocada a los grandes problemas de la nación, cuidadoso
de no enfocarse tanto en asuntos que no son prioritarios.
Obligado reconocer que hay una crisis de seguridad en
México. Necesario estudiar a fondo la raíz del problema y plantear soluciones.
Absurdo desestimarlo como si fuera una travesura de niños, que parará cuando la
máxima autoridad los acuse con sus mamás
y sus abuelitas.
El clima seguro que ayer gozamos se va perdiendo cada día
más. El crimen organizado extiende sus
redes para convertirse en una suerte de gobierno paralelo en varias regiones
del país, en donde las cosas avanzan o se detienen conforme a lo que este
marque.
El cambio de raíz comienza en casa, formando ciudadanos sensibles
y proactivos, dispuestos a trabajar por el bien de la nación. Hacernos como que
no escuchamos los gritos de alarma, es perpetuar y agravar el problema. Necesario
medir la sanidad que guarda la familia, célula básica de nuestra sociedad. Preguntarnos
si estamos actuando hacia los hijos del modo como queremos que ellos actúen con
los demás. Ante todo, ser autoridades
congruentes entre lo que enunciamos y lo que hacemos, sin olvidar mirarnos al
espejo al menos una vez al día. Revisar si cada miembro de la familia se siente
tomado en cuenta, y respetado. Si nos
reunimos con la idea de convivir y compartir, o si lo hacemos metidos cada uno
en su mundo, como un conjunto estéril de “yoes”.
Las adicciones son un mecanismo de fuga, un modo de evadir
una realidad que no satisface. Entonces cabe
preguntar: ¿Quiénes se fugan de qué a través de las drogas? ¿Cómo las consiguen
y cómo evaden la justicia?
Ante un estado de derecho fallido, corresponde integrar familias
fuertes que demanden a sus respectivos
municipios condiciones de seguridad y sano entretenimiento, para que niños y
jóvenes tengan manera de salir a desfogar sus energías de manera sana, en un paisaje urbano con
naturaleza viva. Será a través de
nuestras demandas ciudadanas como las
instituciones trabajen por un desarrollo
integral de las nuevas generaciones, con salud, educación y condiciones laborales dignas, creando esa red ciudadana que tanto se requiere.
Alguna vez expresé mi admiración por los países cuyos habitantes
acatan el orden en forma sistemática, sin necesidad de ser vigilados o sancionados. No faltó quien me dijera que esos países necesitaban adrenalina, postulando que romper el orden es la
clave de la libre expresión. La considero
una más de las falacias que han venido germinando como el moho en la mente de nuestros jóvenes, máxime
cuando crecen faltos de un hogar que inculque principios, inmersos en un
ambiente donde priva la impunidad.
Atroz suponer que estemos a merced de figuras de autoridad
que apuntalan y fortalecen el crimen
organizado en razón de la corrupción. Grave
la indiferencia que se ha dado ante tragedias humanas terribles que enlutan a
las familias de una forma que la imaginación más perversa no alcanza a figurar.
Esta vez, para los padres de los jóvenes habrá sido algo así como lanzarles ácido sobre una quemadura de por sí profunda y
dolorosa.
¿A qué México estamos dispuestos a apostar…?