LA LECTURA Y LA
PAZ
Durante esta semana atendí la amable invitación del
Tecnológico Regional de Piedras Negras, para dar una plática sobre poesía. Experiencia muy grata hablar para un público
joven, lo que me llevó a recordar mis lejanos años como maestra, al frente de
grupos de preparatorianos. En lo
personal la poesía me conmueve de muchas maneras. Esta vez, hablando de los poetas que me resultan más entrañables, no dejé de percibir en mí la
emoción, tanta que me llevó a un par de dislates que he de conservar en mi
anecdotario personal: Con todo el discurso en redes ese preciso día, de los
nominados para Premio Nobel de la Paz, durante mi charla le atribuí a Octavio
Paz el Premio Nobel en esta categoría.
Otra metida de pata, muy al final de la charla, hablando de un joven
poeta cubano de nombre Tomás Arencibia, nacido en 1997, dije: “Es muy joven.
Casi de la edad de varios de ustedes, tiene 97 años.”
Gracias a la tecnología pude revisar la plática en video y
criticarme. Al ir hablando de cada uno de mis poetas preferidos, me ganaba la
emoción. Parto de concebir la poesía como recurso de emergencia en estos
tiempos tan confusos, tan violentos, donde hay ratos que nos sentimos de lo más
catastrofistas, como si los problemas del exterior nos fueran a engullir. Procurar la poesía es hallar un remanso de
paz, tanto interior como con este mundo, con el cual nos hace falta ser más indulgentes. Es muy común hallar gente enojada en todos
lados: En la vía pública, haciendo línea, en muchas interacciones humanas donde
el menor contratiempo nos irrita y nos lleva a atacar a quien está
enfrente. Nuestro mundo ha crecido sobremanera
en esos gestos de intolerancia, tanto, que nos enojamos porque la mosca vuela.
Las artes se han desarrollado en forma paralela al resto de
actividades humanas. Han sido compañeras
de los que se consideraban desahuciados, como fue el caso de Viktor Frankl en
los campos de concentración nazis, autor que pudo desarrollar un gran libro que
no pierde vigencia: “El hombre en busca de sentido”. Sometido de 1942 a 1945 a las atrocidades de
Auschwitz y de Dachau, como neurocientífico nunca dejó de mantener la mente activa. Alguna vez leí que, dado que los prisioneros
no podían tener posesiones con ellos, Frankl escribía los principios
fundamentales de su método, la logoterapia, en un pequeño trozo de papel que
enrollaba y guardaba en la bastilla de su uniforme. Ejemplos como este nos llevan a animarnos para
no dar por perdido ningún proyecto personal, e invitan a desechar cualquier lastimero
gesto de autocompasión.
Regresando a la poesía les hice mención del poeta español
Miguel Hernández, del grupo que surgió en tiempos de la Guerra Civil
española. Fue apresado y de hecho murió
en prisión, pero nos dejó un legado de poesía entrañable, tantas veces teniendo como
tema las cosas más sencillas. Todo ello
nos invita a hermanarnos con el dolor del poeta, hasta sentir que nuestras
desgracias personales, grandes y pequeñas, no son tan terribles.
En México la promoción y difusión de las artes ha tenido sus
altibajos. Épocas de gran esplendor en
las que el gobierno en turno no dudó en apostar a los creadores, como sería el
caso de la mitad del siglo veinte, con el surgimiento de los grandes
muralistas. En literatura destacaron
muchos escritores que llevaron al papel el ambiente social y político que estaban viviendo, y que
hoy son un referente para ver con otros ojos nuestra realidad actual. Entre algunos más está el caso de José
Revueltas, un novelista rebelde, quien también pisó la cárcel por desafiar al
sistema.
La figura de Octavio Paz para muchos es controversial. Al igual que Carlos Fuentes y Alfonso Reyes,
fueron escritores que tuvieron las mejores oportunidades a lo largo de su vida,
y supieron aprovecharlas. Combinaron las
misiones diplomáticas personales o familiares con la palabra escrita, de modo
que nos entregan una prosa de grandes vuelos con la que, tal vez, las nuevas
generaciones no se identifiquen de inmediato.
Les sugiero que no por ello se abstengan de abordarla; hay mucho que
aprender de estos maestros.
Dice Daniel Pennac: “Lee cualquier cosa que caiga en tus
manos, pero lee”. Algún maestro de
taller sugirió leer hasta el boleto de camión, pues algo
hemos de aprender de ello. Jorge Luis Borges, por su parte, nos libera de
culpa: si algún libro no nos gusta, podemos dejar de leerlo. Octubre es tradicionalmente la fiesta de las
letras, aunque abril sea el mes del libro.
Las ferias del libro se instalan en distintas sedes. La oferta de publicaciones va acompañada
muchas veces por charlas y talleres, formas más directas de ponernos en
contacto con autores y obras.
Aprovechemos la palabra escrita a favor de esa paz que tanta
falta nos hace.