domingo, 28 de diciembre de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

CERRAR CICLOS

Tu eternidad es ahora.

Luis Cernuda

Hoy es momento de hacer un alto en el camino, revisar lo andado y proponernos nuevas metas para el tiempo que está por iniciar.

Momento de mirarnos frente al espejo con total sinceridad, para señalar los logros hasta ahora, a la vez que revisar lo que no hemos podido concluir. Ser honestos con lo conseguido y con las cuotas pendientes.

Comprobar si la falta de cierre obedece al ciclo natural de las cosas, o si se ha debido a una actitud displicente de nuestra parte.

Cerrar ciclos es cumplir un pacto con nosotros mismos, un pacto que firmamos el día cuando iniciamos con la actividad que hoy evaluamos.

Representa tomarnos la vida tan en serio, como para no fallarnos.

Es haber definido con oportunidad nuestra hoja de ruta con plazos a cumplir, y cumplirla.

Cerrar ciclos representa retirar de esos proyectos una energía que ahora podremos canalizar de otra forma. Es hacer un balance de lo invertido y lo obtenido.

Es colocarnos frente a la vida y aceptar que nuestro juez más estricto es el tiempo.

Representa tener la honestidad de aquilatar lo proyectado frente a lo logrado, y en su caso, reconocer que hemos quedado por debajo de las expectativas.

Es tener la humildad de reconocer un fracaso y, pese a ello, no perder el ánimo para intentarlo una vez más.

Es descubrir que, frente a un fracaso, queda la enseñanza de vida. Que aun cuando no sea nuestra la victoria del triunfo, sí lo es el aprendizaje.

Cerrar ciclos es dejar fluir la energía sin aferrarnos en retener lo que deja de ser nuestro en adelante.

Una relación que no funcionó, a la cual nos corresponde dar cierre, por simple salud mental.

Un proyecto personal que no dio los resultados esperados, cuyo desenlace nos invita a reintentar por otro camino.

Una ideología que, lejos de expandir nuestra percepción, nos limita, necesitamos evaluarla y determinar si la conservamos o la trucamos por una nueva.

Un camino que parece no llevarnos al puerto deseado, y que bien haríamos en desechar.

El cierre de ciclos implica ponernos nosotros por delante de las cargas, para medir si seguimos sosteniéndolas o aligeramos la mochila.

Es evaluar si lo que acarreamos en realidad nos corresponde llevar a cuestas.

Es deshacernos de lo ajeno que cargamos por un sentimiento de culpa, cuando no deberíamos.

Es limitar el peso de nuestra losa a aquello que sí nos corresponde ir cargando.

Cerrar ciclos es alinearnos con el orden universal, una forma de acatar lo que ha de ser como ha de ser, sin imponer iniciativas de disrupción.

Es entender que el conjunto de lo creado atiende un sentido divino desde el principio de los tiempos, y que no vinimos a este mundo a inaugurar estilos de emprender las cosas.

Es tener la sabia humildad de reconocernos como una pieza más en la inmensidad cósmica y saber que, pese a ello, nuestro papel personal es único e irremplazable.

Cerrar ciclos es tener la mansedumbre de avanzar como una criatura más, poniendo lo mejor de nosotros mismos al andar el camino.

…Es alegrarnos por lo recorrido y esperanzados por lo que ha de venir.

Cerrar ciclos significa aplicar lo aprendido y soñar para más adelante, con mente y corazón. Hacerlo sin miedo al futuro, puesta toda la voluntad en avanzar por el camino que hoy nos hemos trazado.

¡Feliz año nuevo 2026! Que cada proyecto abone a una humanidad más sabia y empática para todos, poniendo cada uno lo mejor de sí mismo en cumplirlo.

CARTÓN de LUY

 


Andrea Bocelli - Adeste Fideles

CARTAS A MÍ MISMO por Carlos Sosa

Mirar atrás otra vez

El tiempo no avanza: embiste.
Y uno no lo nota porque va corriendo con él, creyendo que llegar rápido es lo mismo que llegar vivo.
Hasta que un día —sin pedir permiso— me detengo.
No para huir, sino para mirar.
Y mientras el mundo sigue su maratón inútil, yo abro el álbum de fotos viejas como quien abre un expediente del alma.
Entonces ocurre lo inevitable:
todos cambiaron.
Los rostros, las risas, los sueños.
Todos… excepto los que ya no están.
Ellos permanecen intactos, congelados en la memoria, jóvenes para siempre, duros como una verdad que no envejece.
Ahí, en ese instante quieto, algo me aprieta el pecho.
No es tristeza.
Es gratitud urgente.
Una necesidad casi biológica de agradecerle al universo entero, desde la inmensidad de las galaxias hasta la humildad invisible del aire que entra a mis pulmones dieciséis veces por minuto, sin pedirme nada a cambio.
Gracias.
Gracias.
Gracias.
Porque incluso con carencias —que las hay, siempre las hay— soy feliz.
No por lo que falta, sino por lo que rebosa.
La salud que sostiene,
la familia que ancla,
la amistad que no pregunta,
el trabajo que dignifica,
y sobre todo el amor…
pero el verdadero.
El que no hace ruido.
El de los silencios compartidos.
El que se sienta a tu lado cuando pesa la vida y te ayuda a cargar lo que no puedes solo.
El que no te promete perfección, pero te empuja, con ternura firme, a ser tu mejor versión.
Ojalá siga caminando en este plano cuando llegue el próximo fin de año.
No para celebrar fuegos artificiales,
sino para volver a detenerme.
Mirar atrás otra vez.
Y decirme, sin arrogancia pero sin dudas,
que a pesar del cansancio, de las pérdidas y de las grietas…
he sido —y sigo siendo— profundamente afortunado...

La vida milagrosa de un colibrí. Charla de Eric Pittman

 
Se activan y traducen subtítulos sin problema.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


¿Cuántas veces vivimos sin detenernos a pensar que es realmente lo que nos está haciendo falta? 

Es tan común ver a personas que manejan cambios de carácter, irritabilidad, agresividad injustificada, gente que se instala en su zona de confort y se quiere convencer a sí misma que ahí está bien, que no necesita mas. Gente que tiene tanto potencial y pocas ganas de explotarlo y que diera la impresión de que son conformistas, sin embargo dentro de ellos está la lucha entre el querer y el decidir hacer, en su interior hay un impedimento que surge en algún momento de su vida, una insatisfacción de necesidades básicas afectivas que son parciales pero permanentes y que van haciendo un hueco emocional que impide avanzar, que frena la voluntad y cuya carencia ha sido inadvertida o menospreciada por la persona que la padece. Gente valiosa que da falsas impresiones, porque ni ellos mismo logran tener un espejo donde se refleje su realidad. 

Así en la vida se pasan muchos años o a veces la vida misma en reconocerse a sí mismo y las luchas internas que reflejan actitudes para los que lo rodean, injustificadas, anormales, terminan siendo desgastantes y estériles. 

Ojalá siempre todos fuéramos capaces de reconocer nuestras carencias y cómo satisfacerlas. Equilibrio entre mente y corazón, entre espíritu y razón son quizá la clave que nos lleve a lograr estabilidad emocional.

Noche de rábanos: Tradición decembrina de Oaxaca.