domingo, 29 de enero de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 KODAK: ÚLTIMA LECCIÓN
Sin lugar a dudas nos ha tocado vivir una época de grandes cambios, en la cual el tiempo parece correr a una velocidad cada vez mayor, condicionando en su avance modificaciones de raíz a elementos que  jamás pensamos que pudieran transformarse,  y mucho menos desaparecer.  En cuestión de tecnología  a ese mismo ritmo surgen nuevos aditamentos que vuelven realidad modos de comunicación que hasta hace poco pertenecían exclusivamente a la ficción.  Dentro de esta revolución tecnológica nos corresponde mantenernos informados, dispuestos a sacar provecho de lo nuevo, pero sobre todo cuidándonos  para evitar que el mundo exterior  desintegre nuestra personalidad.
   En días pasados se presentaron acontecimientos de gran relevancia en materia de comunicación, uno, el cierre de Megaupload, compañía que por años facilitó la descarga de contenidos desde la red, y que ahora el FBI en una acción sin precedente consigue inhabilitar.   De ello seguirán una serie de minucias legales de cuyo análisis  se  determinará la condena a los involucrados, pero entre tanto se ha venido un cierre en cascada de muchos sitios dedicados a  actividades similares.
   El otro gran acontecimiento de la semana en cuestión de comunicaciones, es que la Kodak se acoge al recurso de  quiebra para salvar la parte que aún puede rescatarse de la compañía.  Eastman Kodak ha representado  por más de cien años un ícono de la fotografía a nivel mundial,  y en la vida de toda familia occidental de clase media  con seguridad han estado presentes sus cámaras y películas.  Mis recuerdos más  remotos corresponden a  los rollos en blanco y negro de doce fotografías que utilizaba en mi primera cámara de niña, pasando después por  películas para impresión a color y para diapositivas, a través de las cuales conservo momentos que  quedaron plasmados para siempre   en papel o acetato. Con el advenimiento de la fotografía instantánea Polaroid, y posteriormente de la fotografía digital, un emporio que  se antojaba a todas luces indestructible fue sufriendo merma progresiva hasta el arranque de este 2012, cuando se declara en quiebra  por falta de liquidez.   Ciertamente seguirá produciendo material para películas cinematográficas y para radiología, pero de alguna manera el motivo que dio origen a esta gran firma, ha dejado de existir.
   Todo ello invita a  emprender una reflexión con relación al valor de las cosas.  El consumismo prevaleciente nos lanza  de manera reiterada un mensaje que invita a  otorgar un excesivo valor a las cosas materiales en demérito de las que no lo son. Solemos calcular y medir la felicidad en nuestra vida con base en lo que compramos, lo que vestimos, lo que comemos o tomamos, o lo que regalamos. Calificamos a los demás conforme los sitios que visitan, lo avanzado de la tecnología que utilizan, el carro que traen, o el barrio donde viven, y asignamos a una persona  una valía intrínseca  de acuerdo a elementos  ajenos a su persona, que bien pueden llegar a desaparecer.
   El vacío existencial que viene caracterizándonos a los ciudadanos del tercer milenio debe ser llenado, y cada cual   hará uso de los recursos que tiene a la mano para   lograrlo. La forma que más publicidad alcanza en nuestro medio es  aquélla que  busca convencernos de que comprando tal o cual producto vamos a ser aceptados, apreciados o tomados en cuenta por el resto del mundo. Y cuando no  hemos desarrollado un conjunto de elementos  que nos permitan forjar la autoestima propia, simplemente nos la creemos.
   Ver la forma como dos grandes del mercado caen en el lapso de una semana es una coyuntura para comenzar a vivir nuestra propia vida con base en elementos más allá de lo que el bolsillo alcanza a comprar.   Es tiempo de medir nuestra felicidad en términos de alegrías, sonrisas, abrazos y  palabras, más que otra cosa; de diversión más que de adquisición;  de compartir más que de exhibir o alardear.
   Comencemos a llenar ese vacío existencial mediante experiencias inolvidables, compañías agradables, música hermosa o atardeceres arrobadores.  Atesoremos imágenes, sonidos, sensaciones, impresiones o  intercambios, que nos permitan crecer como personas.
   La espiral consumista, junto a una serie de factores que  llegan a generarse al interior de nuestra sociedad, ha llevado en  algunos casos a situaciones catastróficas provocadas por individuos de conciencia  obnubilada,   dispuestos a cometer toda suerte de ilícitos con tal de obtener dinero.   Adolescentes que no dudan ni  un  instante en atentar contra la vida de otra persona para robarle doscientos pesos,   cometiendo crímenes en los que existe una evidente desproporción entre la magnitud del ataque y el botín pretendido, o individuos que  atentan contra otros de formas despiadadas, dejando entrever  rasgos de carácter que frisan con lo infrahumano.
  La última lección de Kodak: ¿Nos dejamos succionar por  la espiral y nos perdemos, o nos liberamos y crecemos? 

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas

Pobres
Dice la señora: Una cosa es la pobreza y otra la falta de higiene y moral.
Así percibe a la pareja andrajosa y maloliente que esculca la basura.
Le dijeron que no están casados, sólo arrejuntados.  Y que tienen cinco hijos, entre los dos.
Técnicamente la dama que critica tiene razón: Los valores no se dan fácil en medio de la miseria.
La higiene tiene que ver con jabón, agua corriente, ropa limpia; todo cuesta y mucho.
El matrimonio, la familia legal son moneda corriente en la sociedad normal, no en el inframundo.
Por eso no basta con dar limosna ni subsidios a la pobreza extrema.
Mejores armas son la educación, el empleo, los servicios básicos.

VIDEO: Caminata sincronizada en Japón

Desde Colombia: FUNERAL: Cuento de Daniel Barragán

Al sacar el ataúd de la camioneta, el acucioso empleado funerario busca entre los hombres que esperan al pie de la carroza a aquellos que lo cargarán hasta el interior de la iglesia.

Se adelantan un hermano, dos primos, un amigo de toda la vida y un vecino. Falta una persona, ya que para cargar con comodidad se necesitan seis. En medio de murmullos crecientes, las miradas confundidas de los asistentes buscan a algún voluntario. Los familiares, dueños de la muerta, se indignan mientras la mayoría piensa: “Tanta vaina para que llegue el día del entierro de uno y no haya quién lo cargue veinte metros”. Al fin un invitado que escasamente sabe que la señora murió de causas naturales se acerca, toma su lugar entre los cinco y se inicia la marcha.
Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua.
Yo soy el que los limpia. Lo primero es afeitarlos, a los hombres y a las mujeres. Las uñas se organizan con una cuchilla. Nada de limas ni de manicura. A mí me los entregan ya destripados y sin líquidos. Me llegan livianitos y oliendo a alcohol.

Después viene la maquillada. Camello de viejas, pero acá nunca ha habido una y no me importa hacerlo. A los morenitos se les aplica una base neutra para quitarles el brillo, a los pálidos colorcito en las mejillas, remolacha que es lo más saludable (risas). Lo más verraco es tapar las ojeras, no sé, pero es lo que más les sale. Como que al final se les saliera todo el cansancio. El pelo tampoco se deja fácil, se endurece y casi siempre me toca humedecerlo. Se echa hacia atrás, se le aplica un poco de gomina y listo.
Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua.


Al iniciar la marcha hacia la iglesia, el cura rocía el ataúd con agua bendita y sin querer salpica a varios de los cargadores. Uno de ellos que es médico piensa en la calidad del agua, estancada durante varios días en la pila bautismal:

—¿Será filtrada, hervida o de la llave?

El sermón es el de siempre: Dios la ha llamado a su seno en donde descansará por toda la eternidad. Años de sacrificios y de generosa caridad son finalmente recompensados. Los desafortunados somos nosotros que seguimos acá, tan lejos de la Paz.

Además todavía faltan las flores encima del carro, el trancón en la autopista, la cremación y los treinta brille para ella la luz perpetua.
Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua.
En un día promedio nos llegan dieciocho. Pero el martes siempre hay más, entre veinte y veinticinco.

¿Que por qué el martes? Vaya usted a saber, pero siempre ha sido así.

Ese día toca empacar un par y echarlos a la nevera porque el horno de acá es chiquito.

Horno marca Cummins, capacidad máxima 2 cuerpos por hora, 6.000 BTUs, quemadores de gas en cobre, temperatura entre 400°c y 500°c, refrigerado por agua, autolimpiante. Cenizas promedio: 4.000 gramos por paciente.


Sólo entregamos una parte de la ceniza, hasta 500 gramos, eso sí, bien revuelta con la de los muertos de toda la semana. El resto lo recogen los de la zorra los viernes. La talega de cuatro arrobas nos la pagan a $20.000. Ese billetico se reparte por igual entre todos.

¿Qué hacen con la ceniza? Creo que abono para flores.
Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua
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En un extremo de la banca que está al entrar al templo, Blanca, la sirvienta humillada durante largos años llora sin consuelo la muerte de la patrona. Lo hace sobre todo porque no sabe para dónde va a coger, sin nadie en Bogotá. No debe preocuparse, ya que su destino está decidido y Esperanza, la hija mayor de la difunta, en un acto magnánimo la va a recibir en su casa. Aunque ya tiene a Doris, Blanca le cae como del cielo para que ayude con los mellizos que llegan en julio. Simple transferencia de propiedad de la esclava, que Blanca agradecerá con emoción a la salida de la iglesia cuando doña Esperancita se lo comunique.
Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua.
Disponemos para su confort de seis lujosas salas de velación con los mejores servicios. Amplias zonas de descanso, cafetería hasta las 10:00 p. m., tinto y agua permanentes. Contamos con una novedosa página en internet donde usted podrá poner algunas fotos y datos importantes de la vida del difunto. Los visitantes de la página pueden dejar sus mensajes de condolencia y hasta chatear con los familiares.

También le ofrecemos servicio de impresión de las tarjetas de agradecimiento y coordinamos las misas subsiguientes (a la semana, al mes y al año).

Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua.


En la iglesia hay 87 personas adultas, un 78% de ellas son católicos practicantes. Sin embargo, en el momento de la comunión de estas 68 personas sólo 14 hacen la fila para tomar la hostia. Esto significa que sólo un 21% de los creyentes no tienen ningún pecado pendiente por expiar en la confesión. También quiere decir que hay un 79% de pecadores reconocidos. Esto es un reflejo fiel de nuestra cultura del pecado, o peor aún, significa que nadie siente que ha hecho nada malo y que por lo tanto no debe confesarse y no necesita comulgar.
Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua.
Ésta sí es una nave. Volvo S40 modelo 2000, 2.600 cc, 4 cilindros en V, 16 válvulas, suspensión tipo Mc Pherson, frenos abs y 40 kilómetros por galón de diesel.

Yo empecé manejando una Cadillac del 78, bonita, cromada por todos lados. Eso sí, tragaba gasolina que daba miedo. La cojinería era de acrílico y cuando calentaba eso se ponía como un horno. Como tocaba andar despacito, por más que abría uno la ventana el calor era berriondo.

Ahora sí ando con el aire prendido a todas horas, a cincuenta por hora, y alcanzo a despachar hasta cuatro muertos diarios. Vainas de la eficiencia.

Ya ni el negro se usa, esta Volvo es “Gris Diamante”, que dizque es más sobrio.

A mí cuando me toque que me lleven en una carroza negra. Ni más faltaba que no le respeten a uno el gusto.
Dadle señor el descanso eterno.
Brille para ella la luz perpetua.
Tomado de la revista El Malpensante, http://www.elmalpensante.com/

ESCULTURA A BASE DE GOTAS por Mario Tumm con música de Mozart.

Mozart concierto para oboe y clarinete

Vivencias del Dr Armando Toraya Lope durante un reconocimiento a su labor profesional.


Dr. Armando Toraya Lope, reconocido campechano de larga carrera al servicio de  la Medicina General.

…Soy un médico que nunca se ha destacado por realizar algún hecho inédito: Escribir un libro, descubrir una nueva enfermedad o una nueva técnica quirúrgica. Mi labor ha sido trabajar durante 52 años en la Ciudad de Hecelchakán, una auténtica comunidad rural de gente sencilla, amable y servicial, a la que llegué el 27 de diciembre de 1953..
   En aquellos tiempos se carecía de todo en la población, que se encuentra a 115 kilómetros de Mérida;  no había energía eléctrica, solamente una planta particular que daba el servicio durante  cuatro  horas por la noche. No había teléfono, a excepción  de un teléfono público; no se conocía la televisión, no había servicio de agua potable, y se consumía agua de pozo.
   …No había calles pavimentadas ni vehículos de motor, y el único medio de transporte era el tren de Mérida a Campeche. Existían  dos destartaladas camionetas y algunas carretas de tracción animal; solo se contaba con una oficina de correos y  una de telégrafos,  y no había clínica para atención médica. Se contaba con  un centro de higiene, precursor del actual Centro de Salud, con un médico. La comunidad también  tenía un salón de cine, con tres funciones semanales; un mercado público con escasos comestibles y una estación de tren.
   En medio de estos elementos me lancé a la aventura de probar si había aprendido  algo en la Facultad de Medicina; no tenía otra opción, ya que tenía que trabajar para poder comer.
Desde el primer minuto me empezaron a llegar pacientes y desde entonces hasta ahora el ejercicio de mi profesión, aunque no muy brillante, ha transcurrido con tranquilidad, aderezado con momentos excitantes y ratos no placenteros. Veamos por qué:
con tranquilidad por que nunca me he buscado enemigos (el que no tiene personalidad no tiene enemigos); me he relacionado con toda la gente sin tomar en cuenta partido político, religión ni clase social; tengo amistad lo mismo que un humilde campesino que el personaje más encumbrado. Nunca he sido persona con principios orgullosos.
   He vivido también momentos excitantes  en los que aflora abundante adrenalina, cuando he atendido a pacientes que  sufrieron accidentes de diversa índole, lesiones  por arma de fuego o arma blanca, mordeduras de serpiente, y quemaduras, entre otras cosas. Y también he intervenido en atención de embarazos y partos complicados, lo que representaba un verdadero problema al no contar con equipo de hospital, como tampoco con  ayuda humana, lo que me llevaba a recurrir a mi esposa para que la  hiciera de anestesista.
   En estos menesteres es cuando más  recordaba a mis maestros: los Doctores Xavier Abreu Echánove, Efraín Zumárraga Ramírez, José del Carmen Cabañas, Pedro Cámara Millán, Enrique Escalante Alfaro y Jorge Muñoz Rubio, entre  otros, cuyos espíritus invocaba para que me iluminaran en estos trances.
   También en esa época, llegué a hacer de radiólogo, pero esto fue posteriormente, cuando construyeron el Centro de Salud y donaron un aparato de rayos X pero nadie sabía manejarlo, de manera que  me escogieron para hacerlo.
   Otro dato para no olvidar: como ya había carretera a Campeche, por allá de 1960, compré un coche Cheverolet para usarlo como ambulancia y poder trasladar los casos graves y urgentes al hospital Manuel Campos de la Ciudad de Campeche. Convertido en taxista transitaba por aquella carretera blanca, polvorosa y con baches  una distancia de  ochenta  kilómetros. Tenía que hacerlo porque entonces no se contaba con transporte como  en estos tiempos;  antes de la construcción de la  carretera, había que esperar la pasada del tren, y muchas veces para ese momento el paciente había fallecido.
   Todos los inconvenientes para ejercer la Medicina se aliviaron un poco por dos obras: la construcción del Centro de Salud y de la incipiente carretera.
   Los momentos no placenteros  se presentaron cuando fracasaba en mi intento por salvar una vida, cuando tenía que dar una mala noticia a los familiares; cuando mi actuación no era comprendida por los familiares y me ofendían, y hasta me lanzaban alguna maldición gitana  al descubrir que el paciente estaba fuera de mi capacidad y que tenía que atenderlo un especialista.
   Cabe mencionar que tuve la suerte, en cierta época de mi vida en trabajar en dos Instituciones: La Escuela Normal Rural “Justo Sierra  Méndez” y el Centro de Salud “B”, además de atender la consulta privada.
   Hubo ocasiones en que yo era el único médico en la población, pero a partir de 1990, me desligué por completo de esta actividad burocrática y me dediqué solo a mi consultorio, donde hasta hoy sigo sirviendo al público.
   Como dato curioso quiero decirles que durante  cuarenta años hice mis consultas a domicilio en una motocicleta, lo mismo en el poblado que en los pueblos vecinos; y los hacía así por que las calles eran kankabales (tierras bajas) y piedras,  lo que las volvía difíciles de transitar. Acabé con cinco motocicletas en mis andanzas y no les digo cuanto cobraba,  porque me da vergüenza…
Para finalizar quiero dejar asentado lo siguiente:
- Durante mis 52 años de Médico, nunca he pasado de ser Médico General.
- Nunca he hecho un viaje de placer al extranjero.
- Nunca estrené automóvil cada año. El que tengo es de 1990.
- Nunca me atreví a engañar a mi paciente, haciéndole creer que lo curaría  a cambio de cierta cantidad de dinero.
- Nunca supe explotar a la gente para hacerme rico.
- Y nunca me comprometí a tratar a algún paciente si estaba fuera de mis conocimientos.
Pero aparte de lo anterior, también quiero asentar lo siguiente:
- Me siento feliz de tener una familia saludable, cariñosa y unida.
- Gozo de toda la amistad y respeto de la gente de mi pueblo.
- No me arrepiento de cómo he servido y de cómo soy.
Si volviera a nacer haría lo mismo e incluso estudiaría Medicina otra vez.
Muchas cosas se quedaron en el tintero, pero hoy es suficiente con lo dicho. No es posible narrar en  quince minutos una vida dedicada a mis semejantes.
Muchas gracias por su paciencia y presencia.
Hecelchakán, Camp. A 16 de octubre del 2005.

Capricho de Goltermann para piano y cello. Niño prodigio