domingo, 9 de septiembre de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

EN EL ESPEJO O POR  EL TRABAJO
Los eventos de la semana bien podían ser partes de una novela negra.  Así –en este tono—parece escribirse la historia de México en los últimos tiempos.
   “Los diablitos”, pre-adolescentes asaltantes profesionales en la ciudad de México no pueden ser procesados.  Ni siquiera se contempla llamar la atención a sus padres, quienes califican los  delitos de sus hijos como “travesuras”.
    En las instalaciones de la UNAM los porros atacan a  estudiantes que se manifestaban pacíficamente.  Durante 50 años –al menos—estos agitadores han hecho de las suyas.  Nadie parece poder contenerlos, de modo que su coto de poder aumenta.  Un caso notable es la toma del Auditorio Justo Sierra, de la Facultad de Filosofía y Letras, que desde el 2000 –tras su toma—cambia de nombre a “Ernesto Che Guevara”, para convertirse en centro de operaciones de grupos  facciosos. Circula un video en el cual uno de estos grupos somete a un contingente estudiantil a choques eléctricos dentro de un cuerpo de agua.  Lo increíble es que los vigilantes de la propia universidad –según las imágenes—lejos de actuar para controlar la violencia, alientan y protegen a los delincuentes.  Ahora el rector Enrique Graue destituyó al coordinador operativo  de la UNAM.  Esperemos que sea el inicio de la desarticulación de una mafia maligna como hidra.
     En el  estado de Veracruz descubren una nueva fosa, con 166 cráneos humanos.  A ratos siento que por estas masacres y enterramientos masivos estamos superando los genocidios nazis.  La imaginación me lleva a visualizar cómo habrán asesinado seres humanos, luego cargaron los cuerpos en cajas de vehículos motorizados, para finalmente descargarlos en fosas clandestinas del demonio, como si todos esos seres humanos jamás hubieran existido.
     El elemento que prevalece en los tres casos mencionados es el vacío de autoridad.  Maquillado  como proteccionismo, paternalismo o supina ignorancia, pero en el fondo es una incapacidad para ejercer la autoridad, trabajo  por el que  cobran un sueldo.
     Los mexicanos somos muy dados a la complicidad.  Vemos a alguien cometiendo un ilícito y  actuamos, desde fingir que no nos damos cuenta, hasta la sonrisa socarrona de complicidad, con el mensaje: “Bien por ti”.  Sucede en sitios públicos, sucede en los aparatos de gobierno, en el sistema escolarizado y demás.  La voz crítica que surge señalando aquella falta será acallada, o al menos marginada, reprochándole su rigidez y  falta de solidaridad
   El Dr. Ángel Martínez Maldonado (+), delegado del IMSS en Coahuila, mi jefe años atrás, ponía un ejemplo muy simple: “Si el de arriba permite que los de abajo roben, es porque está involucrado”.  Frase que tiene aplicación en muy diversos campos del quehacer humano.  Tal vez, por otorgar el beneficio de la duda a algunos, diríamos, “O roba, o es incapaz de ejercer el mando.”  Y como –por desgracia—muchos puestos se otorgan por factores ajenos a la capacidad de un individuo para ejercerlos, el problema está lejos de controlarse.
   Apoyar a los padres de los “traviesos” que asaltan en lugar de terminar la primaria, es una forma de perpetuar el problema, de englobarlo en eufemismos, de actuar en contra de la justicia social. Los chicos seguirán delinquiendo, los padres fingiendo, la sociedad padeciendo, y lejos de cambiar, el asunto se habrá agravado.
   ¿Se requerirá blindar el hermoso campus de la UNAM para desterrar porros? ¿Qué no habrá manera de vigilar el movimiento humano dentro de las instalaciones; detectar elementos ajenos al estudio, y ejercer las acciones necesarias para retirarlos?  Pero  sobre todo, llegar al núcleo del asunto.  Si estos facciosos están ahí, no es por convicciones doctrinarias sino por beneficios económicos.  Entonces habrá que investigar quién los subvenciona, con cuál dinero y por qué razón.
     Muy doloroso concluir que en ciertas regiones del país hay sembrados más huesos que granos de maíz, y que pese a ello no hay una sistematización científica competente para agilizar los trámites forenses de identificación.  Miles de familias peregrinan en busca de sus muertos y desaparecidos, y no hay manera de responder a sus terribles  interrogantes. Como si fueran dolientes de segunda o de tercera, sin derecho a cerrar círculos y llorar a sus muertos de  forma digna.
     Los economistas podrán señalar al Neoliberalismo.  Los profesionales de la salud mental al narcisismo.  Los tecnólogos a las redes sociales.   Yo –simple humana-- pienso que los afanes de poseer y de figurar nos han vuelto crueles en nuestra indiferencia hacia las causas ajenas.  Como la madrastra de Blanca Nieves, ocupamos la vida en hacer  preguntas huecas al espejo, en lugar de trabajar por un México mejor para todos.

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza


Sueña la niña con atrapar colores.
Entre risas extiende sus brazos hacia  el horizonte 
          ámbar de un amanecer.
Atrapa, acomoda por tonos los colores en su tina de playa.
Bajo sus pies la arena, mientras juega y corre, forma pequeños remolinos.

Al atardecer  regresa.
Ahora quiere atrapar los tonos escarlata con que Dios 
          pinta los ocasos.
Brinca lo más alto que su pequeña figura le permite.
Gancha con las manos un filón dorado, alguna nube, un trozo de mar incandescente.
Divertida, entre risas, abre su tina de playa y guarda sus tesoros.

Esa noche, entre sueños, la niña sonríe.
Sale por la ventana, vuela. Esta vez se ocupa
--divertida—
 en  atrapar estrellas.

Rock n' roll desde el aeropuerto

Interpretación de Danilo Cristaldi desde el aeropuerto de Palermo. Agradezco a mi querido amigo Alberto su gentil sugerencia.

COLUMNA INVITADA por Ángela Marulanda

Un texto muy valioso que me llegó como anónimo.  Mis pesquisas me llevaron hasta la revista digital www.colombiano.com,  desde donde me permito reproducirlo. Su autora es Ángela Marulanda.

¿Cómo fue que lo malo se volvió bueno?
Hoy no solamente estamos viviendo un cambio de era... sino una era de grandes cambios y, si bien hoy hay muchas cosas mejores, también hay muchas otras peores. Hemos ido adoptando una posición de apertura a todo, incluido lo malo y lo peligroso, aun cuando vaya en contra de lo sano, los principios y los valores, como por ejemplo...

Los adultos quieren seguir pareciendo jóvenes, mientras que los niños maduran biches porque ahora gozan de los privilegios de los adultos.

La juventud ha sido glorificada a tal punto que hoy los ancianos ya no son venerados por su sabiduría sino menospreciados por sus arrugas.

Varios padres y madres divorciados conviven con sus “marinovios” y muchos hijos e hijas pasan la noche con sus “amigovios”.

Los humildes a menudo son despreciados, los malvados son justificados, los bondadosos son ridiculizados y los íntegros son repudiados.

Lo que más se admira hoy en una persona es la fortuna que amase, no la honestidad con que la haya logrado ni la generosidad con que la comparta.

La mejor credencial es tener mucho dinero, como quiera que se haya ganado y, lo peor es tener poco por ser honrado.

El maltrato y el acoso se volvió una entretención de los jóvenes, la infidelidad se justifica, la impunidad se glorifica, el vocabulario soez se considera gracioso y la vulgaridad se celebra como divertida.

Los jóvenes bondadosos son despreciados como “nerdos”, es decir tontos, mientras que los matones son temidos y los ostentosos son reverenciados como héroes.

La gente que defiende los principios éticos y morales a menudo es tachada de puritana o anticuada, mientras que la liberada (de toda norma ética o moral) es admirada y elogiada como de “avanzada”.

¿Qué nos pasó? ¿A qué horas lo positivo se volvió negativo y lo malo se volvió bueno?


El gran secreto del éxito japonés

Excelente charla de Kenji Yokoi Orito Daz

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



No es que no crea en la vida eterna, o quizá eso sea, no sé, pero mi existencia actual reviste tanta importancia, que no es tan solo una serie de acontecimientos que ocurren, ni de actitudes que llevan como finalidad el ser abonados a mi cuenta de buenas acciones, para poder acceder a la vida eterna. 

A veces creo que basta esta vida para poder dar fe de lo que somos capaces, para rescatar en ella las bondades que Dios nos permite descubrir en cada amanecer. No necesito premios a futuro, para decidir que en este trayecto es cuando puedo y debo ser para mi, y para mis semejantes una persona respetable, que es ya, cuando debo sentir la gracia que me fue obsequiada al nacer,  de actuar sin sentimientos de culpa, ni por miedo a castigos, sino llevada por esa sensación maravillosa de encontrarme con un ser divino y supremo que radica en mi alma, en mi entorno, en mis semejantes. Un ser tan accesible que puedo sentir a cada paso su presencia, sin que tenga que esperar a que la muerte me lleve a él, porque con él convivo día a día, porque no aspiro a la vida eterna, sino que vivo ésta, como si fuera la última. 

No voy por recompensas más allá de lo que ya se me ha dado, sería mucho pedir, no voy a ser liberada por la muerte de un castigo, yo he sido premiada con la vida, bástenme los años que se me tengan señalados para vivir, para regocijarme con la existencia en mi ser, de esa fuerza que mueve mi alma, de esa luz que es guía en mi trayecto. Vivo esta vida con intensidad, con fe, agradecida y dichosa, sin esperar más a cambio de lo que ya recibí.

No es que no crea en la vida eterna, o quizás si, no sé, pero la eternidad para mi no es recompensa, mi vida lo es ya de por sí. Lo que haya hecho en ella, bien o mal, en parte será borrada por el tiempo, lo más importante es que no haya fecha en la que olvide que al nacer, he tenido la mejor opción de respetarme y respetar a mis semejantes, y de compartir con ellos los más nobles sentimientos que mi corazón sea capaz de prodigar. 

No busco, no deseo la eternidad, mi vida la aprecio, la venero, la valoro quizá más porque sé que es una sola y tiene fecha de caducidad.

Pajaritos en el tejado