Sueña la niña con atrapar colores.
Entre risas extiende sus brazos hacia el horizonte
ámbar de un amanecer.
Atrapa, acomoda por tonos los colores en su tina de playa.
Bajo sus pies la arena, mientras juega y corre, forma pequeños
remolinos.
Al atardecer regresa.
Ahora quiere atrapar los tonos escarlata con que Dios
pinta los ocasos.
Brinca lo más alto que su pequeña figura le permite.
Gancha con las manos un filón dorado, alguna nube, un trozo
de mar incandescente.
Divertida, entre risas, abre su tina de playa y guarda sus
tesoros.
Esa noche, entre sueños, la niña sonríe.
Sale por la ventana, vuela. Esta vez se ocupa
--divertida—
en atrapar estrellas.
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