domingo, 9 de septiembre de 2018

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



No es que no crea en la vida eterna, o quizá eso sea, no sé, pero mi existencia actual reviste tanta importancia, que no es tan solo una serie de acontecimientos que ocurren, ni de actitudes que llevan como finalidad el ser abonados a mi cuenta de buenas acciones, para poder acceder a la vida eterna. 

A veces creo que basta esta vida para poder dar fe de lo que somos capaces, para rescatar en ella las bondades que Dios nos permite descubrir en cada amanecer. No necesito premios a futuro, para decidir que en este trayecto es cuando puedo y debo ser para mi, y para mis semejantes una persona respetable, que es ya, cuando debo sentir la gracia que me fue obsequiada al nacer,  de actuar sin sentimientos de culpa, ni por miedo a castigos, sino llevada por esa sensación maravillosa de encontrarme con un ser divino y supremo que radica en mi alma, en mi entorno, en mis semejantes. Un ser tan accesible que puedo sentir a cada paso su presencia, sin que tenga que esperar a que la muerte me lleve a él, porque con él convivo día a día, porque no aspiro a la vida eterna, sino que vivo ésta, como si fuera la última. 

No voy por recompensas más allá de lo que ya se me ha dado, sería mucho pedir, no voy a ser liberada por la muerte de un castigo, yo he sido premiada con la vida, bástenme los años que se me tengan señalados para vivir, para regocijarme con la existencia en mi ser, de esa fuerza que mueve mi alma, de esa luz que es guía en mi trayecto. Vivo esta vida con intensidad, con fe, agradecida y dichosa, sin esperar más a cambio de lo que ya recibí.

No es que no crea en la vida eterna, o quizás si, no sé, pero la eternidad para mi no es recompensa, mi vida lo es ya de por sí. Lo que haya hecho en ella, bien o mal, en parte será borrada por el tiempo, lo más importante es que no haya fecha en la que olvide que al nacer, he tenido la mejor opción de respetarme y respetar a mis semejantes, y de compartir con ellos los más nobles sentimientos que mi corazón sea capaz de prodigar. 

No busco, no deseo la eternidad, mi vida la aprecio, la venero, la valoro quizá más porque sé que es una sola y tiene fecha de caducidad.

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