14 DE ABRIL
He descubierto, de un tiempo a la fecha, que, al momento de
escribir las columnas periodísticas, incluyo en ellas algo de mi lectura en
turno. Tal es mi tributo personal a esos
autores que nos abren los ojos a la vida.
En esta ocasión se trata de Rosa Montero en su obra híbrida: “La
ridícula idea de no volver a verte”.
Habla sobre Marie Curie; lo hace desde su autobiografía, en sororidad
con la científica que, al igual que la autora, hubo de vivir el profundo duelo
por la muerte del amado. Hace hincapié en ese paternalismo que pone freno a las
aspiraciones de la mujer. Voy señalando al margen las citas más representativas
para mí, esas que me propongo no olvidar nunca.
La que aquí transcribo dice: “Para vivir tenemos que narrarnos; somos un
producto de nuestra imaginación”.
El 14 de abril tiene un significado particular en mi
vida. En un día como ese nací; guardo
recuerdos gozosos de las fiestas que organizaba mi señora madre para celebrar
los cumpleaños, en particular tengo muy presente la ocasión en que ella había
llamado al diario local para retratarnos juntas por la ocasión. Esa mañana decidí que ya no quería tener
fleco, así que cogí las tijeras del costurero y me tronché el copete, por lo
que aparezco en esa fotografía como “pájaro loco”. Pero no teman, no me voy a pasar la columna hablando de mis
fiestas infantiles. Menciono la fecha,
pues más delante hay dos 14 de abril muy significativos en los que, atendiendo
las palabras de Rosa Montero, reconozco que me he reinventado. Uno fue en el año 2009 cuando, justo en el
día de mi natalicio me hallaba en Monterrey, en el CMNE del IMSS, yendo del
consultorio de Oncología al octavo piso, para recibir la sesión inicial del primer ciclo de
quimioterapia que salvó mi vida. La siguiente fecha es justo la actual, en la
que celebro nuevamente la vida de un modo victorioso, habiendo superado un
cuadro cardiopulmonar agudo muy grave
que apareció como ladrón, de la nada, una tarde el pasado mes de julio y que me llevó a descubrir que, al menos en mi
caso, la experiencia cercana a la muerte no se presentó luminosa, rodeada de
mis seres amados que se han adelantado, sino como momentos de absoluta
oscuridad que bombardearon mi estado de consciencia durante varias horas.
Desde 1980, cuando comencé a colaborar con “El Siglo de
Torreón”, solicité publicaran mis artículos
en domingo. Los cinco años previos, en “La Opinión”,
diario lagunero, ahora Milenio, aparecían en martes y jueves. Dominicales, pues, han sido mis columnas en
los diarios donde publico, y a partir del 2010 dominical también el blog, que inicié, por cierto, un 14 de abril.
El viernes de cada semana preparo el material dominical; hoy coincidió con mi
cumpleaños y con la lectura de Rosa Montero. Ello me hace tomar conciencia de
cómo la vida es una sucesión de minúsculos momentos que solemos olvidar en su
unicidad, pero que en conjunto nos
pintan un panorama estilo impresionista, en el cual vemos reflejados nuestros
estados de ánimo, nuestros sueños y el propio avance.
Hace 14 años tenía una cita con la medicina, por un camino
doloroso, sí, en muchos aspectos exhaustivo, también, pero en definitiva una
promesa de vida.
14 de abril: Fecha significativa para mis padres, quienes
por fin cumplían su deseo de iniciar una familia. A lo largo de los años de convivencia hasta
la muerte de uno y otra, sé que fui una hija que no precisamente atendió las
expectativas paternas y que en muchas cosas falló en cumplir las asignaturas
familiares que le correspondían. Hoy
les digo: he aprendido la lección, tal vez por la vía menos fácil, pero lo he
hecho. Asimilé a fondo “la sabia lección
del perro”, esto es, vivir el momento presente como si no hubiera nada más, de
modo de agotar el hoy a fondo.
En el tiempo de vida que me reste me propongo ser tan feliz
como sea posible, con las pequeñas cosas cotidianas, con simplicidad;
atendiendo más lo que dicta el corazón que lo que marca el mundo allá
afuera. Seguir gozando de un buen libro,
aprendiendo de la experiencia que otros nos obsequian a través de sus letras, y
reinventándome más y más, buscando ser una versión “editable” de mi persona, en
cuya historia, tal vez, algún peregrino pueda hallar un signo alentador en el camino.
Dispuesta a decir lo que pienso, pero eso sí, tratando de encontrar siempre la
arista positiva a cada escenario que me toca vivir. He rozado en dos ocasiones las sombras de la
muerte. Entiendo que no es más que el
epílogo de la vida; en mi caso una vida que pretendo exprimir hasta la última
gota mientras las facultades me lo permitan.
Y finalmente, en uno de esos bombardeos negros que ya visité por un rato,
partir a esa dimensión desconocida que hoy solo adivinamos con la imaginación.