domingo, 28 de enero de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

CLAUDIA Y LOS ABISMOS

El fentanilo mata.  Los adictos lo han utilizado para escalar de las sensaciones de los opiáceos como heroína y cocaína; algunos de ellos en su primer consumo han perdido la vida.  Ahora el presidente López Obrador contempla, dentro de sus iniciativas de ley, una reforma que prohíba el uso del fentanilo.

Como es el caso del alcoholismo, la adicción a productos capaces de provocar sensaciones placenteras es una enfermedad.   No se trata de travesuras ni de “mañas”.  Es un condicionamiento, tanto en la función corporal, como en la esfera de las emociones, que lleva al consumidor a entrar en una espiral de la cual es prácticamente imposible salir por medios propios.

Como en su momento López Obrador externó que el narcotráfico se acabaría con abrazos y con regaños de las mamás  y abuelas, ahora presenta un enfoque muy simplista de lo que en realidad es un problema sumamente complejo, que hay que analizar de manera crítica.   Lo primero que habrá que poner en la mesa es que se trata de un asunto de salud.  Cierto, de manera concéntrica va generando disfuncionalidad familiar, violencia en las calles y la consecuente inseguridad.  Beneficios económicos para productores, traficantes y vendedores; colusión con autoridades, lo que perpetúa el problema.  No basta con que el presidente alce la voz y ya.

Esta semana leí un libro de la colombiana  Pilar Quintana llamado “Los abismos”, (premio Alfaguara 2021).  Su trama me capturó desde la primera página.  La protagonista central es Claudia, una niña obsesionada con los abismos que se presentan en su vida.  Es el reflejo de una familia disfuncional en Cali que, por otra parte, luce como cualquier otra familia de clase media de aquel país.  Me gustó mucho la capacidad que tiene la autora para ir metiéndonos en la historia subterránea que nos desvela una realidad muy dolorosa para cualquier niño. La escritora nos lleva  a asomarnos a la vida de la pequeña hasta entender la colisión que ocurre entre sus propias expectativas infantiles y el marco familiar en el que vive.

La adicción a drogas es un problema de salud que se ha agravado en los últimos tiempos.  Desde épocas ancestrales sabemos del consumo de productos capaces de distorsionar la percepción de la realidad, de ahí su poder adictivo.  En definitiva, las grandes guerras dispararon la producción y el consumo de productos alucinógenos; en el caso de México como proveedores de marihuana para Norteamérica el siglo pasado, lo que propició un crecimiento en nuestro consumo interno.  Volviendo al origen del problema, este surge cuando tratamos de encajar en una sociedad que no termina de acomodarnos.   No es un delito que se evite poniendo un uniformado en cada esquina para prohibir el consumo.  Es algo que se gesta dentro del hogar con desatenciones leves y cotidianas, que terminan siendo tan violentas como los golpes físicos.  Claudia, la protagonista de “Abismos” lo refleja de manera muy clara.

Los mexicanos apenas estamos asimilando la cultura de la prevención; modificar los factores de riesgo que, a la larga, nos van a llevar a un problema médico.  Para evitar que un muchacho de dieciséis años consuma drogas por primera vez, tenemos que comenzar la modificación de factores de riesgo desde que está en el vientre de su madre.  Como padres ser muy rigurosos en revisar qué elementos de nuestro  propio comportamiento rompen el ambiente de armonía dentro del hogar.  Percibir a los hijos con los cinco sentidos, como una prioridad, como la más sagrada de las misiones.  Comprender que ese hijo requiere de un amor inteligente que le prepare para enfrentar más delante las grandes dificultades de la vida, comenzando por monitorear cómo se desempeña frente a los problemas cotidianos.  Apostarle al desarrollo de su inteligencia emocional, a entender, tanto los sentimientos y reacciones propios, como de los demás.

El consumo de fentanilo y similares representa un problema muy complejo.  Requiere un enfoque científico para resolverlo desde la raíz; hay que dejarlo muy claro: sancionarlo  no disminuye su consumo. Habrá que zambullirnos hasta su origen.  Revisar las razones por las que el chico siente necesitar esos estímulos externos. Descubrir la causa de su desánimo frente a lo que representa vivir, poniendo en ello todo el entusiasmo.  Conocer lo relativo a esos productos alucinógenos, pero sobre todo tener la humildad para aceptar que, como padres, no somos dueños de la verdad absoluta, que podemos equivocarnos y que es totalmente válido rectificar el rumbo. 

“Abismos”, un libro que evidencia que la ficción es una urdimbre tejida con trozos de verdad. Y que un libro de narrativa llega a convertirse en  una cátedra magistral sobre la vida, sobre sus distintos escenarios y posibles soluciones.

CARTÓN de LUY

 


Irina Murgu con su voz de oro interpreta "Ave María"

POEMA EN PROSA de Eduardo Galeano


Tu Dios es judío,
tu música es negra,
tu auto es japonés,
tu pizza es italiana,
tu gas es argelino,
tu café es brasileño,
tu democracia es griega,
tus números son árabes, 
tus letras son latinas
Soy tu vecino... 
¿Y todavía así, me llamas extranjero?

Tomado de la página de Fb Le Náufrage

CHARLA DEL DR. JOSÉ ANTONIO LOZANO DÍEZ “Fluctuat nec mergitur: Una filosofía de vida”

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

Nuestras relaciones humanas son en gran parte las moduladoras de nuestra vida.

Nacemos con un cerebro con un amplísimo potencial de aprendizaje que día a día se va imprimiendo en las distintas áreas para formar un complejo sistema en el que se mezclan intelecto y emociones. Se habla ahora de que el cerebro no es e poseedor absoluta de funciones que considerábamos exclusivamente de su pertenencia. Ahora a través de estudios de neurociencia, se habla de órganos que poseen inteligencia, como el corazón, de memoria como el músculo, la influencia que se ha demostrado que tiene el intestino sobre el cerebro, y aunque parezca algo increíble, lo hace sobre las zonas que tienen que ver con nuestras relaciones sociales, dando pauta al nacimiento de un nuevo campo que es la psicogastroneurología.

Nuevos descubrimientos en estas interrelaciones entre el cerebro y el resto de nuestro cuerpo, son fascinantes. Esto nos lleva a hacer conciencia sobre todo aquello que procuramos como alimento, y no solo me refiero tan solo a los compuestos químicos que mantienen nuestras funciones vitales, sino a aquellos que nutren el alma, que alimentan el espíritu, porque ambos son igual de importantes para mantener nuestra salud integral.

Y si bien hacernos responsables de nosotros mismos ya es tarea complicada, lo es más cuando al vivir en sociedad lo somos también en parte de aquellos que forman parte de nuestro núcleo social. Nuestras reacciones, nuestra forma de actuar cotidianamente, sobre todo en ámbitos de contacto estrecho, pueden modificar conductas de otros. Esto es, el contenido emocional que a través de nuestras actitudes o palabras sean vistos o escuchados por otro, originan una sincronía en el cerebro de ambos. A esto se le llama sincronía de fase interpersonal. Hay un "contagio" de la emoción que por un lado puede ser favorecedor cuando somos capaces de ponernos en el lugar del otro y ser entonces compasivos, empáticos, pero por otro lado pudiera ser nocivo cuando sin apenas darnos cuenta, asimilamos la toxicidad de personas o contenidos que vemos inclusive a través de la tecnología. Por ello es tan importante elegir a quien y que escuchamos, porque el cerebro no para de aprender durante todo el día.

Cada vez más frecuentemente encontraremos que la salud requiere de modificar las conductas que nos ha condicionado el exceso de tecnología y volver a lo esencial. A ralentizar para poder mejorar la atención y dejar de ser o de creer que somos máquinas capaces de realizar más de una actividad al mismo tiempo, cuando en realidad solo hemos perdido de vista la relevancia y hemos caído en la la superficialidad, en la inatención, al estar oscilando entre enfocar y desenfocar entre distintas actividades.

Regresar a lo esencial, esto es, a tener contacto con nuestro entorno terrenal, a meditar y poder establecer contacto con nuestro yo interno, a procurar quitar el gesto adusto de nuestra cara que denote amargura o un constante reclamo, a sonreír, a ser amables con nosotros mismos y por supuesto con los demás.

Y aunque respirar es una función vital, pasamos la mayor parte de la vida sin darle la importancia a que la forma de respirar tiene influencia sobre los procesos cognitivos, la atención, memoria y sobre gestión de las emociones. El cerebro sabe como estamos respirando, y de acuerdo a ello está demostrado que la respiración está directamente relacionada en como vivimos una emoción, en cuanto a su intensidad, así mismo en nuestra capacidad de atender y aprender. Esto que es descubrimiento reciente, no viene a ser nada nuevo cuando miramos que culturas ancestrales ya le daban importancia relevante a la respiración y como la realizamos.

Definitivamente lo único es reencontrarnos con lo esencial, quizá ahora a través de la comprobación científica nos sea más veraz esa información y consideremos en dejar de creer que la evolución del hombre va en el camino correcto, aislarnos un poco de la tecnología y dar espacio a la estimulación sensorial, al contacto con la madre Tierra, a reencontrar en la personalización de las relaciones humanas la mejor forma de evolucionar y mantener el equilibrio bio-psico-social que esta efervescencia tecnológica nos está arrebatando.

Una amistad sin barreras entre un niño israelí y uno palestino.

 
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