CLAUDIA Y LOS
ABISMOS
El fentanilo mata.
Los adictos lo han utilizado para escalar de las sensaciones de los
opiáceos como heroína y cocaína; algunos de ellos en su primer consumo han
perdido la vida. Ahora el presidente
López Obrador contempla, dentro de sus iniciativas de ley, una reforma que
prohíba el uso del fentanilo.
Como es el caso del alcoholismo, la adicción a productos
capaces de provocar sensaciones placenteras es una enfermedad. No se trata de travesuras ni de
“mañas”. Es un condicionamiento, tanto
en la función corporal, como en la esfera de las emociones, que lleva al
consumidor a entrar en una espiral de la cual es prácticamente imposible salir
por medios propios.
Como en su momento López Obrador externó que el narcotráfico
se acabaría con abrazos y con regaños de las mamás y abuelas, ahora presenta un enfoque muy
simplista de lo que en realidad es un problema sumamente complejo, que hay que
analizar de manera crítica. Lo primero
que habrá que poner en la mesa es que se trata de un asunto de salud. Cierto, de manera concéntrica va generando
disfuncionalidad familiar, violencia en las calles y la consecuente
inseguridad. Beneficios económicos para
productores, traficantes y vendedores; colusión con autoridades, lo que
perpetúa el problema. No basta con que
el presidente alce la voz y ya.
Esta semana leí un libro de la colombiana Pilar Quintana llamado “Los abismos”, (premio
Alfaguara 2021). Su trama me capturó desde
la primera página. La protagonista
central es Claudia, una niña obsesionada con los abismos que se presentan en su
vida. Es el reflejo de una familia
disfuncional en Cali que, por otra parte, luce como cualquier otra familia de
clase media de aquel país. Me gustó
mucho la capacidad que tiene la autora para ir metiéndonos en la historia
subterránea que nos desvela una realidad muy dolorosa para cualquier niño. La
escritora nos lleva a asomarnos a la
vida de la pequeña hasta entender la colisión que ocurre entre sus propias
expectativas infantiles y el marco familiar en el que vive.
La adicción a drogas es un problema de salud que se ha
agravado en los últimos tiempos. Desde
épocas ancestrales sabemos del consumo de productos capaces de distorsionar la
percepción de la realidad, de ahí su poder adictivo. En definitiva, las grandes guerras dispararon
la producción y el consumo de productos alucinógenos; en el caso de México como
proveedores de marihuana para Norteamérica el siglo pasado, lo que propició un
crecimiento en nuestro consumo interno.
Volviendo al origen del problema, este surge cuando tratamos de encajar
en una sociedad que no termina de acomodarnos.
No es un delito que se evite poniendo un uniformado en cada esquina para
prohibir el consumo. Es algo que se
gesta dentro del hogar con desatenciones leves y cotidianas, que terminan
siendo tan violentas como los golpes físicos.
Claudia, la protagonista de “Abismos” lo refleja de manera muy clara.
Los mexicanos apenas estamos asimilando la cultura de la
prevención; modificar los factores de riesgo que, a la larga, nos van a llevar
a un problema médico. Para evitar que un
muchacho de dieciséis años consuma drogas por primera vez, tenemos que comenzar
la modificación de factores de riesgo desde que está en el vientre de su
madre. Como padres ser muy rigurosos en
revisar qué elementos de nuestro propio
comportamiento rompen el ambiente de armonía dentro del hogar. Percibir a los hijos con los cinco sentidos,
como una prioridad, como la más sagrada de las misiones. Comprender que ese hijo requiere de un amor
inteligente que le prepare para enfrentar más delante las grandes dificultades
de la vida, comenzando por monitorear cómo se desempeña frente a los problemas
cotidianos. Apostarle al desarrollo de
su inteligencia emocional, a entender, tanto los sentimientos y reacciones
propios, como de los demás.
El consumo de fentanilo y similares representa un problema
muy complejo. Requiere un enfoque
científico para resolverlo desde la raíz; hay que dejarlo muy claro: sancionarlo
no disminuye su consumo. Habrá que
zambullirnos hasta su origen. Revisar las
razones por las que el chico siente necesitar esos estímulos externos. Descubrir
la causa de su desánimo frente a lo que representa vivir, poniendo en ello todo
el entusiasmo. Conocer lo relativo a
esos productos alucinógenos, pero sobre todo tener la humildad para aceptar
que, como padres, no somos dueños de la verdad absoluta, que podemos equivocarnos
y que es totalmente válido rectificar el rumbo.
“Abismos”, un libro que evidencia que la ficción es una
urdimbre tejida con trozos de verdad. Y que un libro de narrativa llega a
convertirse en una cátedra magistral
sobre la vida, sobre sus distintos escenarios y posibles soluciones.