DESPUÉS DE TRUMP
La soledad es patrimonio de la edad adulta. Mika Waltari
Ganó Trump, es un hecho que hemos de aprender a asimilar
todos, y como señala Jaime Leal en su escrito intitulado “Veo cosas
maravillosas” que circula en Internet, habrá que ponernos a trabajar por salir
adelante en este nuevo escenario. La
reflexión personal que me deja todo este asunto es la siguiente, como mexicanos
estamos acostumbrados a que otros midan nuestras potencialidades, logros y
limitaciones. ¿No será éste un momento coyuntural para tomar esa
responsabilidad nosotros mismos, fijar el rumbo propio y medir nuestros logros
como nación? De ello deriva una segunda reflexión, mientras cada uno de
nosotros transcurre por la vida: ¿Quién tasa nuestro valor personal? ¿Quién
determina qué somos y hacia dónde vamos, y mide los logros de nuestra propia
carrera?
Vivo un momento
personal que equivale a un cruce de caminos, ocasión de medir una vez más mi
propio rendimiento en un área de desarrollo y justo representa un punto en el
que reafirmo, como tantas otras veces, que en esta vida nacemos solos, morimos
solos, y en los momentos más importantes del trayecto estamos solos para tomar
nuestras propias decisiones. Quizá la
mayoría de la gente esté acostumbrada a vivir en comunidad, principalmente
familiar, de manera que las decisiones que cada uno toma están en buena medida
influenciadas por la opinión del grupo en el que se desarrollan. En mi caso no, suelo manejarme por cuenta
propia, y las decisiones –buenas o malas—que tome, son sólo mías, y así ha sido
siempre, al menos en mi caso.
Resulta dificultoso
separar los conceptos autoestima y
reconocimiento de los que corresponden a desempeño personal. Desde pequeños de alguna manera nos guiamos
por el parecer de los demás para ir avanzando y claro, eso es lo más
conveniente mientras el individuo desarrolla los suficientes y adecuados
recursos propios para hacerlo por su cuenta.
Es un misterio identificar el momento a partir del cual esa persona
comienza a tomar decisiones propias de manera responsable, independientemente
de lo que otros opinen o pretendan imponer.
Podría decirse que en ese punto crítico es donde radica el concepto de
“adultez”, y que a partir de este momento único un ser humano asume toda la
responsabilidad sobre sus propios actos y sabe dar la cara por las buenas y
malas decisiones que haya tomado.
Conocemos que buena
parte de las familias conservan una estructura muy tradicional, de manera que
los hijos adultos, incluso casados, siguen viviendo –física o emocionalmente-- dentro de la casa paterna, lo que, si
alguien me lo preguntara, no me parece
la mejor apuesta a la autonomía de nadie, ni de la familia de origen que
seguirá cargando de una u otra manera con responsabilidades que ya no le
corresponden, ni de los hijos adultos convivientes que de alguna manera no
acaban de sentir el peso del fardo que implica vivir, ver por sus propias
necesidades y gozar plenamente de los logros que vayan obteniendo por el
camino. Y ¡claro! la soledad pesa, y pesa mucho a ratos, pero finalmente es la
condición que nos prepara al mejor desarrollo de las potencialidades
individuales durante nuestra vida como adultos.
Entonces, como plantea
Jaime Leal en su excelente escrito, yo secundo la percepción de que el triunfo
de Trump en los Estados Unidos de Norteamérica pueda ser asumido por nosotros
como una oportunidad maravillosa para el
desarrollo como nación, y de pasada para el crecimiento personal como individuos. Asumir la soledad como una realidad que está
ahí, y que en la medida en que la asimilemos mejor podremos valernos de ella
para bien de nuestra propia creatividad.
Ahora mismo traigo a colación una situación vigente en estos tiempos de
tecnología de bolsillo, es algo que no por cotidiano deja de impresionarme cada
vez que me percato de ello. De cada diez
personas que vemos en cualquier sitio público, ¿cuántas de ellas están hablando
por celular? Yo, por razón de mi edad hago un comparativo con los tiempos
cuando no había celulares: ¿Acaso nos pasábamos el tiempo pegados al teléfono
fijo en casa? Tal vez quienes fuimos adolescentes en esa época “planchábamos
oreja” en el teléfono, pero no teníamos esa inminente necesidad de consultar o comunicar todo a través de
llamadas constantes. Mi personal
hipótesis es que le tenemos pánico a la soledad, de modo tal que no nos
permitimos probarla a ratos, calarnos a nosotros mismos, descubrir de qué forma
puede convertirse en un espacio mágico de desarrollo personal a partir del cual explotemos diversas facetas
de nuestra creatividad.
Trump ganó las
elecciones del vecino país: ¿No será tiempo de dar vuelta a la hoja y comenzar
a vernos en el espejo de nosotros mismos?...