domingo, 13 de noviembre de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

DESPUÉS DE TRUMP
La soledad es patrimonio de la edad adulta. Mika Waltari

Ganó Trump, es un hecho que hemos de aprender a asimilar todos, y como señala Jaime Leal en su escrito intitulado “Veo cosas maravillosas” que circula en Internet,  habrá que ponernos a trabajar por salir adelante en este nuevo escenario.  La reflexión personal que me deja todo este asunto es la siguiente, como mexicanos estamos acostumbrados a que otros midan nuestras potencialidades, logros y limitaciones. ¿No será éste un momento coyuntural para tomar esa responsabilidad nosotros mismos, fijar el rumbo propio y medir nuestros logros como nación? De ello deriva una segunda reflexión, mientras cada uno de nosotros transcurre por la vida: ¿Quién tasa nuestro valor personal? ¿Quién determina qué somos y hacia dónde vamos, y mide los logros de nuestra propia carrera?
   Vivo un momento personal que equivale a un cruce de caminos, ocasión de medir una vez más mi propio rendimiento en un área de desarrollo y justo representa un punto en el que reafirmo, como tantas otras veces, que en esta vida nacemos solos, morimos solos, y en los momentos más importantes del trayecto estamos solos para tomar nuestras propias decisiones.  Quizá la mayoría de la gente esté acostumbrada a vivir en comunidad, principalmente familiar, de manera que las decisiones que cada uno toma están en buena medida influenciadas por la opinión del grupo en el que se desarrollan.  En mi caso no, suelo manejarme por cuenta propia, y las decisiones –buenas o malas—que tome, son sólo mías, y así ha sido siempre,  al menos en mi caso.
   Resulta dificultoso separar los conceptos  autoestima y reconocimiento de los que corresponden a desempeño personal.  Desde pequeños de alguna manera nos guiamos por el parecer de los demás para ir avanzando y claro, eso es lo más conveniente  mientras el individuo  desarrolla los suficientes y adecuados recursos propios para hacerlo por su cuenta.  Es un misterio identificar el momento a partir del cual esa persona comienza a tomar decisiones propias de manera responsable, independientemente de lo que otros opinen o pretendan imponer.  Podría decirse que en ese punto crítico es donde radica el concepto de “adultez”, y que a partir de este momento único un ser humano asume toda la responsabilidad sobre sus propios actos y sabe dar la cara por las buenas y malas decisiones que haya tomado.
   Conocemos que buena parte de las familias conservan una estructura muy tradicional, de manera que los hijos adultos, incluso casados, siguen viviendo –física o emocionalmente--  dentro de la casa paterna, lo que, si alguien  me lo preguntara, no me parece la mejor apuesta a la autonomía de nadie, ni de la familia de origen que seguirá cargando de una u otra manera con responsabilidades que ya no le corresponden, ni de los hijos adultos convivientes que de alguna manera no acaban de sentir el peso del fardo que implica vivir, ver por sus propias necesidades y gozar plenamente de los logros que vayan obteniendo por el camino. Y ¡claro! la soledad pesa, y pesa mucho a ratos, pero finalmente es la condición que nos prepara al mejor desarrollo de las potencialidades individuales durante nuestra vida como adultos.
   Entonces, como plantea Jaime Leal en su excelente escrito, yo secundo la percepción de que el triunfo de Trump en los Estados Unidos de Norteamérica pueda ser asumido por nosotros como una oportunidad maravillosa para  el desarrollo como nación, y de pasada para el crecimiento personal como individuos.  Asumir la soledad como una realidad que está ahí, y que en la medida en que la asimilemos mejor podremos valernos de ella para bien de nuestra propia creatividad.   Ahora mismo traigo a colación una situación vigente en estos tiempos de tecnología de bolsillo, es algo que no por cotidiano deja de impresionarme cada vez que me percato de ello.  De cada diez personas que vemos en cualquier sitio público, ¿cuántas de ellas están hablando por celular? Yo, por razón de mi edad hago un comparativo con los tiempos cuando no había celulares: ¿Acaso nos pasábamos el tiempo pegados al teléfono fijo en casa? Tal vez quienes fuimos adolescentes en esa época “planchábamos oreja” en el teléfono, pero no teníamos esa inminente necesidad de  consultar o comunicar todo a través de llamadas constantes.  Mi personal hipótesis es que le tenemos pánico a la soledad, de modo tal que no nos permitimos probarla a ratos, calarnos a nosotros mismos, descubrir de qué forma puede  convertirse en un espacio  mágico de desarrollo personal  a partir del cual explotemos diversas facetas de nuestra creatividad.
   Trump ganó las elecciones del vecino país: ¿No será tiempo de dar vuelta a la hoja y comenzar a vernos en el espejo de nosotros mismos?...

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