domingo, 22 de septiembre de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


DEL OTRO LADO DE LA LENTE
En el momento cuando cada ciudadano de la aldea global se colocó tras la lente creyéndose capaz de cambiar al mundo con sus tomas, todo se complicó.
A principios de semana Khaseen, de 16 años, fue apuñalado en el pecho a las afueras de un comercio en la ciudad de Nueva York. Del medio centenar de quienes presenciaron el ataque ninguno lo socorrió, todos se limitaron a tomar video.
          Por desgracia no es algo novedoso. Se repite en muy diversos escenarios alrededor del mundo. Ante cualquier emergencia, natural o provocada por el hombre, asumimos nuestro carácter de reporteros del mundo y comenzamos a grabar. Quizá lo realicemos sintiendo que es una obligación, por estar en el lugar y en el momento preciso, para levantar una crónica de los hechos. Algún otro tal vez lo haga teniendo en mente las ganancias económicas que su material puede generar. La mayoría actuará por simple inercia, porque es lo que se hace de forma cotidiana.   Detrás de todo lo anterior está una faceta más de nuestra pérdida de sensibilidad como humanos.
          Es un fenómeno que ha venido creciendo en los últimos años: el periodista espontáneo que, ante una tragedia, se ocupa de transmitir lo que ocurre.  Ejercicio que de manera acertada algún comunicador español ha denominado “voyerismo digital”, mezcla de fascinación ante los acontecimientos y falta de empatía.   Detrás hay mucho que explorar, sucede que, a través del lente, aquello que observamos es percibido como imágenes virtuales, ajenas a la realidad, como sería una película que abrimos en cualquiera de los canales digitales.   Por ende, lo que captura nuestra lente es tenido, en un primer pensamiento, por mera ficción. Desde la perspectiva de lo emocional, representa un mecanismo inconsciente que cumple dos funciones: nos pone a salvo de salir dañados por intervenir de manera directa, además de que nos libera de responsabilidad frente a lo que ocurre, como si, ante un hecho que implica riesgo, nuestro deber fuera tomar video, tal como sucedió en el caso de Khaseen.
          Un mundo basado en imágenes presenta complejidades importantes.  Nos vuelve esclavos de la imagen que proyectamos, de modo que actuamos para volverla más atractiva, a cualquier costo. Diría Zygmunt Bauman, que lo hacemos para convertirnos en una mercancía más rentable en el mundo digital. Utilizamos todo tipo de recurso para mejorar lo que mostramos a otros, así el resultado llegue a ser un mero holograma.   Las imperfecciones de nuestra condición humana resultan inaceptables en un mundo virtual donde todo llega a verse tan cercano a la perfección como logremos presentarlo. Porque, ¡vaya que si tenemos temor a ser vulnerables a causa de nuestras imperfecciones! Lo hacemos partiendo de la idea de que, alrededor nuestro, todo es perfecto.
          La salida fácil sería atribuir a la tecnología nuestro cambio de actitud. En algo influye, definitivamente, pero no es la sola causa de este fenómeno de indiferencia, frente a la desgracia que otro ser humano está pasando. Hay razones intrínsecas que desencadenan este modo de actuar, de entrada, habría que considerar que el escenario descrito se despliega sobre un telón de fondo de baja autoestima.
          Los elementos que participan en el desarrollo de la autoestima en la etapa infantil se han visto rebasados por otros ajenos, que los apabullan. Esto es, el niño crece en un mundo de adultos ocupados, en el que tiene pocas oportunidades de recibir la atención que necesita.  Alrededor suyo hay algunos mayores, cuyo tiempo se reparte entre labores de subsistencia fuera del hogar y actividades dentro del mismo, en ocasiones tan limitado, que al pequeño le toca poco. Además, con la inversión de la pirámide poblacional y la inseguridad, alrededor hay pocos niños o ninguno.  En cierta forma él ha de vérselas por sí mismo para muchas de las necesidades más allá de las de subsistencia, y esa falta de “clic” con otros seres humanos durante los primeros años de vida, habrá de cobrar la factura más delante.
          Por cuestión de edad, quedamos pocos que hayamos vivido una infancia libre de medios de difusión masiva, en que, dentro del hogar, cuando mucho había un aparato de radio. A través suyo la familia se enteraba de lo que ocurría en el mundo. Eran tiempos en los que se privilegiaba la comunicación cara a cara; en casa había más niños, y los adultos tenían tiempo para atenderlos.  Así la empatía se generaba en forma natural, y la solidaridad era moneda de cambio corriente entre familiares y vecinos.
          Habría, pues, que humanizar nuestras relaciones personales.  Guardar la cámara y sintonizar el corazón. Abandonar la inercia y abrir los sentidos.  Aplicar la regla de oro, ya que mañana podríamos ser nosotros o uno de los nuestros, quien se halle del otro lado de la lente.

MICROPOESÍA por María del Carmen Maqueo Garza


IRIDISCENCIA

Vida, epifanía
Asombro matutino
Cielo escarlata
Instante fugaz, mágico encuentro
Pompa de jabón
Iridiscencia trémula,
Espejo inaprensible
Un cruce de miradas
Silencio que expresa
Lo mucho que se calla

Abrazo cósmico
del otro lado del tiempo
Contención de estrellas
Ser hoy desde lo humano
lo que no tiene fin
Piel con piel
rozar el paraíso
          imaginado
Un instante común
y trascender.

CICLO PUEBLOS MÁGICOS; Chignahuapan, Puebla

POESÍA de Carmen de la Fuente (1915-2013)

Este morir un poco

Este desfallecer, esta dulzura
convertida en raíz de la memoria,
este anillo de luz, esta victoria
de la sangre y su aciaga mordedura,
este vivir en daño, la locura
de sucumbir al peso de tu gloria
este hacer de la carne transitoria
germen de eternidad, fragancia oscura,
este morir un poco, esta agonía
espejo del abismo en que me veo,
este contar las horas cada día
en el reloj de arena del deseo
es temblar de pasión, de sed umbría
y es entregarte, amor, cuanto poseo.

TED Talk: Charla con Ricardo Morán


Excelente mensaje, amena forma de expresarlo.  Sonido bajo en la última parte.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Admiro a la gente que posee fortaleza espiritual, que no se deja abatir fácilmente por las penas, por las pérdidas, que mantiene firmeza para continuar una vida plena, sin endurecer el alma, sin menospreciar el dolor, ni el propio, ni el ajeno, sin dejar de ser sensibles a los sentimientos de los demás.

A esos que entienden que ser fuerte, no es ser frío, no es ser duro. Los que aceptan tener miedo, pero saben como vencerlo, tienen estrategias, tienen en su interior las herramientas necesarias para enfrentarse las peores batallas que se les presenten. Admiro a los que reconocen su vulnerabilidad, pero no se rinden ante ella, porque han sido artífices de su entereza, han sabido utilizar los mejore s materiales para no dejarse vencer.

Ni rudos, ni ásperos, sin violencia, sin agresión, por el contrario, con humildad, con benevolencia, con amor y solo permitiendo sentimientos nobles dentro de sí, aceptando sus errores, reconociendo sus virtudes y las de los demás.

Gente con equilibrio, que no traspasa los derechos de los demás para demostrar que es fuerte, gente que sabe elegir sus luchas, y que no arrastra en sus frustraciones a los demás.

Fortaleza espiritual, que no impide la sensibilidad, fortaleza que no se exhibe, que no es usada para impresionar, que logra transmitir paz a quienes tienen la fortuna de estar cerca de quien la posee.

Quien sostiene la fe en si mismo, en la vida,en la humanidad, en Dios, sea cual fuere el concepto que se tenga de él, posee el don de la fortaleza espiritual, nobleza en el alma y capacidad ilimitada de amar.

Eric Valdés desde el Conservatorio Tchaikovski en Moscú

Ecos de México de Julio Ituarte, interpretado por nuestro talentoso pianista coahuilense, como parte de una reciente gira por Rusia.
Los invito a visitar sus canales de youtube. Aparecen bajo su propio nombre.