domingo, 6 de enero de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

UN BUEN MOMENTO
Hoy  es el Día del personal de  Enfermería en nuestro país. En  1931  se conmemoró por vez primera en el   Hospital Juárez de México   a iniciativa del Dr.  José Castro Villagrana.  Para el resto del mundo coincide con el natalicio de Florence Nightingale en el mes de mayo.
     Con motivo de la celebración, fui invitada a   dar una plática al personal del  IMSS, dentro del festejo que se les organiza.  Elegí hablar  sobre los valores de su perfil, y me centré en la compasión, uno de los pilares fundamentales  de su quehacer profesional.  Dentro de las fuentes consultadas, encontré algunas que en este día me proporcionan material para hablar acerca de la espiritualidad, un tópico --paradójicamente-- tan descuidado  como necesario en nuestra sociedad.
     Desde la época de los grandes filósofos de la Grecia antigua, nació el concepto denominado “ética”.  Este partía del pensamiento de que había algo más allá de nosotros mismos, algo que nos contenía como grupo humano  y nos llamaba a ser mejores. Que instaba a  trabajar todos y cada uno a favor del bienestar  del conjunto.  Entre los filósofos de aquellos tiempos se desarrollaba  una conciencia crítica que normaba el comportamiento humano para conformar esa primera gran disciplina que conocemos como “ética”, entre los  siglos VIII y el V AC.  Uno de sus grandes maestros fue Sócrates, otro fue Homero a través de sus poemas contenidos en la Ilíada y la Odisea.
     Resulta increíble imaginar que hayan transcurrido alrededor de  25 siglos de esos tiempos a los nuestros, en los que el bien común ha formado parte de códigos de comportamiento, leyes y reglamentos, que procuran el bienestar colectivo por encima de todo lo demás.  Lo más  difícil de entender es que esos conceptos que llaman al desarrollo de una comunidad virtuosa y justa, lejos de pulirse, parecieran ir  perdiéndose  con el tiempo.
     Hoy constituimos una sociedad acostumbrada a que las cosas se den rápido y fácil, somos más bien egoístas.  Esto es, no me interesa lo que suceda más allá de mi entorno personal, en la medida en que yo siga obteniendo lo que deseo de manera inmediata.  Han quedado muy atrás los tiempos  antiguos, dentro de los cuales  la paciencia constituía  un elemento obligado.  Con relación a esas épocas en las que --por lógica-- todo tardaba más, esperaríamos que hoy en día el tiempo se aprovechara mejor, pero en realidad no sucede así.  Por la tecnología y algunas otras cosas, nos distraemos con facilidad, y los días ya no parecen tener 24 horas sino menos.
     Un ejemplo dramático del grado en que los avances tecnológicos nos vuelven menos sensibles, es la contaminación por desechos plásticos.  Priva la comodidad por encima de la conciencia, y hasta para un paquete de chicles en la tienda de conveniencia pedimos una bolsa de plástico que, un par de metros más allá de la puerta, termina en el suelo. Así comienza su fatídica jornada de contaminación.  Y no se diga con relación a botellas de agua.  Muy diversas mediciones, siendo la más reciente que encontré la de IAGUA  del 18 de  diciembre del 2018, señalan a México como el país que más agua embotellada consume en el mundo.   ¿Nos hemos preguntado cuántas botellas de agua compramos cuando andamos fuera de casa?... ¿Y por qué las compramos, si pudiéramos llevarnos un envase reutilizable que llenemos dentro de casa antes de salir?...
     El espíritu, el Todo, el Gran Principio.  Dios, Alá, Buda… ese principio absoluto por el que somos y al que vamos, ha ido perdiendo su esencia concienciadora.   Tal vez seamos más practicantes de una religión, acudamos con frecuencia al templo, nos ocupemos de orar,  o veamos por ayudar a los de nuestra iglesia, y qué bueno.  Sin embargo es necesario ampliar ese círculo de compasión a quienes están más allá, a quienes no comulgan con nuestras creencias, a los que  --probablemente-- actúan de modo opuesto a como quisiéramos, porque no han tenido las mismas oportunidades que nosotros.
     La vida  en nuestro planeta necesita con urgencia un sentido que la lleve a perseverar y trascender.  Los crecientes  brotes de  violencia son la manifestación más clara  de que andamos extraviados en nuestra búsqueda.  Atacamos aquello con lo que no nos identificamos, y no nos identificamos puesto que no lo conocemos.
     Circula un video conmovedor: En alguna provincia oriental se observa dispersa sobre el  suelo una media docena de peces recién sacados del agua. Se han formado charcos entre uno y otro de los peces, mismos que boquean con desesperación.  Aparece un perro que se ocupa afanosamente de lanzar con su nariz agua de los charcos hacia la cabeza de los peces queriendo  salvarlos de morir.  Una gran lección sobre  compasión que  debería  ponernos  a pensar.

Día de Reyes en la pluma de Unamuno

Esto me hizo recordar las tarjetas impresas que nos regalábamos entre amigos y familiares antes del advenimiento de  la comunicación instantánea. Reviví la ilusión de elegirlas y comprarlas; de colocar en su interior un texto alusivo a la ocasión, y de intercambiarlas en forma personal o enviarlas por correo, con su timbre postal anaranjado, de cabeza olmeca, cuyo costo era  de 40 centavos. Recibirlas, exhibirlas y tal vez coleccionarlas... ¡Hermosos tiempos cargados de ilusión!
Cortesía de mi querida amiga Elsa Angélica.

Carta a los Reyes con María Carrasco

Reflexión de Berth Hellinger

La vida te desilusiona para que dejes de vivir de ilusiones y veas la realidad.
La vida te destruye todo lo superfluo, hasta que queda solo lo importante.
La vida no te deja en paz, para que dejes de pelearte, y aceptes todo lo que “Es".
La vida te retira lo que tienes, hasta que dejas de quejarte y agradeces.
La vida te envía personas conflictivas para que sanes y dejes de reflejar afuera lo que tienes adentro.
La vida deja que te caigas una y otra vez, hasta que te decides aprender la lección.
La vida te saca del camino y te presenta encrucijadas, hasta que dejas de querer controlar y fluyes como río.
La vida te pone enemigos en el camino, hasta que dejas de “reaccionar”.
La vida te asusta y sobresalta todas las veces que sean necesarias, hasta que pierdes el miedo y recobras tu fe.
La vida te quita el amor verdadero, no te lo concede ni permite, hasta que dejas de intentar comprarlo con baratijas.
La vida te aleja de las personas que amas, hasta que comprendes que no somos este cuerpo, sino el alma que él contiene.
La vida se ríe de ti tantas veces, hasta que dejas de tomarte todo tan en serio y te ríes de ti mismo.
La vida te rompe y te quiebra en tantas partes como sean necesarias para que por allí penetre la luz.
La vida te presenta rebeldes, hasta que dejas de tratar de controlar.
La vida te repite el mismo mensaje, incluso con gritos y bofetadas, hasta que por fin escuchas.
La vida te envía rayos y tormentas, para que despiertes.
La vida te humilla y derrota una y otra vez hasta que decides dejar morir tu EGO.
La vida te niega los bienes y la grandeza hasta que dejas de querer bienes y grandeza y comienzas a servir.
La vida te corta las alas y te poda las raíces, hasta que no necesitas ni alas ni raíces, sino solo desaparecer en las formas y volar desde el Ser.
La vida te niega los milagros, hasta que comprendes que todo es un milagro.
La vida te acorta el tiempo, para que te apures en aprender a vivir.
La vida te ridiculiza hasta que te vuelves nada, hasta que te haces nadie, y así te conviertes en todo.
La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar.
Agradezco a mi querida Tita esta magnífica sugerencia.

La grandeza de una madre

Agradezco a mi querida Tita esta espléndida sugerencia.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

El orgullo, ese sentimiento capaz de levantarte o de hundirte, dependiendo de como lo manejes. 
Es sano reconocerse méritos y sentirnos orgullosos de los logros propios o que dependen en parte de nosotros. No se puede ser ajeno a ello por más humilde que alguien sea. Es humano y necesario poder sentir esa satisfacción que nos engrandece el alma, que permite reconocer nuestras habilidades y virtudes, y afianzar la autoestima. Sin embargo, el orgullo no debe desbordarse  ni rebasar ciertas fronteras que impidan se convierta en el sentimiento que impere en nuestros corazones. 

Quien deja que el peso del orgullo sea mayor que el amor, que sobrepase nuestra capacidad de perdonar, que nos coloque por encima de los demás impidiéndonos ser capaces de reconocer nuestros propios errores. Que nos lleve  a actuar con arrogancia, a no ceder a imponer, a lastimar porque lo que interesa es ganar y  no lograr un acuerdo, deja de lado el amor.

Ese orgullo que impide la reflexión, destructor de las que  pudieran ser las más profundas relaciones... Ese que nos convierte en personas intransigentes, que no se conmueven, que descalifican, que agreden, que intercambian la caricia por la ofensa... Ese orgullo que resta, que genera incertidumbre, que no construye sino por el contrario aniquila los más nobles sentimientos... Ese es el enemigo que hay que desterrar del alma, para evitar ser víctimas de su poder.

El amor debe tener más peso que el orgullo, la humildad debiera no ser sinónimo de debilidad, sino una maravillosa virtud que nos evite  sobrevalorarnos, y que en cambio nos permita ser objetivos, compasivos, reflexivos sobre nuestras relaciones afectivas. Nos ayuda como un  mejor escudo que el orgullo para proteger el alma, permitiéndonos ser tolerantes, comprensivos, pacientes, y así conservar la paz y el bienestar en nuestras vidas.

Las aventuras de Clocky el despertador