NAVIDAD POR LA PAZ
Un privilegio publicar en la Navidad y de esta manera estar
en posición de desear a quien me premia con su lectura la mejor de las
celebraciones.
En este año en particular, cuando la violencia ha mostrado
al mundo su cara más descarnada, sea el nacimiento del Amor más grande ocasión
de esperanza.
De la misma manera, sea momento para cada cual de una íntima
revisión personal, medir si lo que hacemos y dejamos de hacer contribuye a la
paz.
Finalmente lo que sucede en los grandes escenarios nace
justo aquí en nuestros corazones, en los propios hogares, en la intimidad de la
convivencia familiar.
Muy en particular nuestros actos u omisiones hacia los más
pequeños habrán de tener efectos en abanico para el tiempo venidero.
Cada vez que se
propina un golpe, cada vez que se escatima una caricia, un abrazo, una palabra
cálida a un niño, se siembra una semilla de resentimiento.
En palabras de Francis Thompson: “No puedes agitar una flor
sin conturbar una estrella”.
¿Por qué no ser, por lo pronto hoy, corteses en nuestro
trato con los semejantes? No importa si nunca
hemos visto a aquellas personas o si lucen hostiles…
Aun cuando ese gesto amable no sea agradecido ni
correspondido, viene a ser una caricia para el mundo, que tendrá un efecto
acumulativo.
Actuemos como la mansa corriente sobre la roca más rugosa a
la que termina puliendo, no por la fuerza sino por la constancia.
Las matemáticas nunca han contribuido a la creación de todo
aquello que finalmente viene a mejorar
al mundo.
Es el arriesgarse a dar un poco más de lo recibido lo que
finalmente contribuye a tender puentes entre corazones.
Muy necesario es para todos sentir ese calorcito dentro del pecho que nos señala que estamos vivos y que
formamos parte de algo superior a la propia persona.
Percibir que a través de nuestros actos podemos trascender
las limitaciones propias del ente físico que nos alberga.
Para darnos cuenta de ello observemos cómo se vuelca en
ternura el hombre más bragado frente a las muestras de amor de la pareja o de
los hijos.
Ahí, y no en otro instante, radica la verdadera esencia de
su persona, ese espíritu que da un sentido a la propia existencia, una razón
para poner ese esfuerzo extra.
Tal vez nuestro mundo ha producido últimamente muchos seres humanos como islas que se olvidan
de esa parte suya que nos conecta con el
resto de la humanidad.
De alguna manera nos sentimos aislados en medio del tumulto anónimo que pareciera arrastrarnos hacia un destino que
nosotros no elegimos.
Nuestras asideras para no ser llevados por la corriente son
precisamente esas, las que emanan del corazón y nos otorgan una certeza.
Un niño que se sabe amado por lo que él es, al margen de sus actos, crecerá creyendo en
la vida como algo bueno.
Por otra parte, aquel pequeño que enfrenta rechazo y que
nunca logra estar a la altura de las expectativas de sus mayores, anidará
grandes resentimientos.
No podemos perder de vista
aquella materia preciosa que se nos da temporalmente en la persona de
los hijos para su modelado, tarea frente a la cual somos artistas
privilegiados.
Sean, pues estas fiestas, la mejor ocasión para encauzar
nuestros sentimientos en todo aquello que habitualmente estamos muy agitados
para tomar en cuenta.
Nuestro mundo va a cambiar de acuerdo con los cambios que
cada uno de nosotros vaya haciendo en su propio entorno…
Cuando actuemos de manera sistemática orientados hacia los
valores que dan sentido último a nuestras acciones.
El mundo se irá transformando cuando no nos amilane otorgar
ese esfuerzo extra sin tomar en cuenta si seremos retribuidos por ello.
No se trata de las grandes odiseas sobre el planeta
Tierra. Son nada más que los pequeños
abalorios de cada día, que finalmente constituyen un todo precioso para la
historia.
Las grandes guerras que se dan finalmente por codicia, se
extinguen cuando el ser humano entiende que el sentido último de sus actos no
está en el polvo que sus pies pisan.
Sea cual fuere nuestra propia concepción de un principio
superior, las cosas cambiarán en la medida en que entendamos que el puerto al que vamos está
más allá de los límites de nuestra propia piel.
Hoy es un buen momento para
compartir la alegría de estar vivos, con una salud que nos permite
festejar, una familia que nos acepta y que sabe estar con nosotros en todo
momento, y unos amigos que amplían nuestro círculo de afectos.
Buen momento para actuar a favor de la paz mundial a través
del corazón, partiendo de lo más cercano a nuestra propia persona.
Hagamos el cambio que el mundo tanto necesita, creamos en
que podemos lograrlo, y hagamos de éstas las fiestas para la paz del mundo,
trabajando nuestra pequeña parcela personal.