domingo, 25 de diciembre de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


NAVIDAD POR LA PAZ

Un privilegio publicar en la Navidad y de esta manera estar en posición de desear a quien me premia con su lectura la mejor de las celebraciones.

En este año en particular, cuando la violencia ha mostrado al mundo su cara más descarnada, sea el nacimiento del Amor más grande ocasión de esperanza.

De la misma manera, sea momento para cada cual de una íntima revisión personal, medir si lo que hacemos y dejamos de hacer contribuye a la paz.

Finalmente lo que sucede en los grandes escenarios nace justo aquí en nuestros corazones, en los propios hogares, en la intimidad de la convivencia familiar.

Muy en particular nuestros actos u omisiones hacia los más pequeños habrán de tener efectos en abanico para el tiempo venidero.

Cada vez que  se propina un golpe, cada vez que se escatima una caricia, un abrazo, una palabra cálida a un niño, se siembra una semilla de resentimiento.

En palabras de Francis Thompson: “No puedes agitar una flor sin conturbar una estrella”.

¿Por qué no ser, por lo pronto hoy, corteses en nuestro trato con los semejantes? No importa si nunca  hemos visto a aquellas personas o si lucen hostiles…

Aun cuando ese gesto amable no sea agradecido ni correspondido, viene a ser una caricia para el mundo, que tendrá un efecto acumulativo.

Actuemos como la mansa corriente sobre la roca más rugosa a la que termina puliendo, no por la fuerza sino por la constancia.

Las matemáticas nunca han contribuido a la creación de todo aquello que finalmente viene a  mejorar al mundo.

Es el arriesgarse a dar un poco más de lo recibido lo que finalmente contribuye a tender puentes entre corazones.

Muy necesario es para todos sentir ese calorcito dentro del  pecho que nos señala que estamos vivos y que formamos parte de algo superior a la propia persona.

Percibir que a través de nuestros actos podemos trascender las limitaciones propias del ente físico que nos alberga.

Para darnos cuenta de ello observemos cómo se vuelca en ternura el hombre más bragado frente a las muestras de amor de la pareja o de los hijos.

Ahí, y no en otro instante, radica la verdadera esencia de su persona, ese espíritu que da un sentido a la propia existencia, una razón para poner ese esfuerzo extra.

Tal vez nuestro mundo ha producido últimamente  muchos seres humanos como islas que se olvidan de esa parte suya que nos  conecta con el resto de la humanidad.

De alguna manera nos sentimos aislados en medio del  tumulto anónimo que  pareciera arrastrarnos hacia un destino que nosotros no elegimos.

Nuestras asideras para no ser llevados por la corriente son precisamente esas, las que emanan del corazón y nos otorgan una certeza.

Un niño que se sabe amado por lo que él es,  al margen de sus actos, crecerá creyendo en la vida como algo bueno. 

Por otra parte, aquel pequeño que enfrenta rechazo y que nunca logra estar a la altura de las expectativas de sus mayores, anidará grandes resentimientos.

No podemos perder de vista  aquella materia preciosa que se nos da temporalmente en la persona de los hijos para su modelado, tarea frente a la cual somos artistas privilegiados.

Sean, pues estas fiestas, la mejor ocasión para encauzar nuestros sentimientos en todo aquello que habitualmente estamos muy agitados para tomar en cuenta.

Nuestro mundo va a cambiar de acuerdo con los cambios que cada uno de nosotros vaya haciendo en su propio entorno…

Cuando actuemos de manera sistemática orientados hacia los valores que dan sentido último a nuestras acciones.

El mundo se irá transformando cuando no nos amilane otorgar ese esfuerzo extra sin tomar en cuenta si seremos retribuidos por ello.

No se trata de las grandes odiseas sobre el planeta Tierra.  Son nada más que los pequeños abalorios de cada día, que finalmente constituyen un todo precioso para la historia.

Las grandes guerras que se dan finalmente por codicia, se extinguen cuando el ser humano entiende que el sentido último de sus actos no está en el polvo que sus pies pisan.

Sea cual fuere nuestra propia concepción de un principio superior, las cosas cambiarán en la medida en que  entendamos que el puerto al que vamos está más allá de los límites de nuestra propia piel.

Hoy es un buen momento para  compartir la alegría de estar vivos, con una salud que nos permite festejar, una familia que nos acepta y que sabe estar con nosotros en todo momento, y unos amigos que amplían nuestro círculo de afectos.

Buen momento para actuar a favor de la paz mundial a través del corazón, partiendo de lo más cercano a nuestra propia persona.

Hagamos el cambio que el mundo tanto necesita, creamos en que podemos lograrlo, y hagamos de éstas las fiestas para la paz del mundo, trabajando nuestra pequeña parcela personal.

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