domingo, 31 de octubre de 2021

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza


Encuentro y fiesta

 

Florido jardín de variopintas piedras:

Desde el blanco nieve hasta el carbón profundo. 

se combina lo fugaz de las flores 

con la rigidez perpetua del mundo mineral. 

Ahí, donde los llantos profundos de un ayer 

se sanan con el tiempo. 

Hoy se acompasa el trino melódico 

de un jilguero festivo 

con la emoción colorida de sus visitantes. 

Camposanto: Conservas las memorias 

          sagradas 

de ayeres hechos de dolor, vueltos ofrenda. 

Tierra bendita en donde se plantan 

con amor profundo  los mejores 

para salvarlos de la desmemoria. 

Hoy vistes tus vistosas galas. 

se hermosean mármol y granito 

ante el corro de voces que transitan 

por sus verdes galeras. 

Hoy hay fiesta y encuentro,

y así cada noviembre,

hasta que un mañana, 

          sin tiempo 

haya encuentro y fiesta.


CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

MIS MEMORIAS DE LA FMUAdeC

Este semana celebró su sexagésimo cuarto aniversario  la primera facultad de Medicina de la UAdeC, la unidad Torreón, de la cual soy orgullosa egresada. El director, Salvador Chavarría Vázquez compartió un mensaje alusivo a la ocasión, así como una fotografía de la fachada de nuestra amada escuela.  Hallé en la imagen una metáfora: Renovada, provista de una explanada muy bella, pero, en lo personal, carente de la esencia que me acompañó durante mis estudios de licenciatura.

Haber conseguido un lugar entre los incontables aspirantes que deseábamos formarnos como médicos fue estupendo.  Acudir nerviosa a revisar la lista de aceptados en la Dirección resultó un momento inolvidable.  Hallar mi nombre entre el centenar de elegidos constituyó algo así como sacarme la lotería.

No me atrevo a mencionar a todos mis maestros por el riesgo de caer en grandes omisiones, además resultaría ocioso para quienes no estén relacionados con la carrera. Lo que sí, me siento obligada a compartir destellos de esos cinco años dentro de las aulas donde, lo primero que aprendí, es que para ser un buen médico primero hay que ser una buena persona.  Un ser humano honesto, con metas bien definidas, dispuesto a trabajar  por procurar el bien de los demás.  Comencé a asimilar cuánto se ama la carrera  de labios de mi admirable maestro Don Jorge Siller Vargas, quien iluminaba el recinto donde aprendimos anatomía.  El aula anexa al anfiteatro se despojaba de su rigor de muerte para enseñarnos el amor por el aprendizaje, la calidez humana que distingue a un profesional. Eso fue el doctor Siller quien desde entonces comenzó a escribir un libro denominado: “Se dijo en clase”, publicado en 1986, que inicia diciendo: “La Medicina es la mujer más hermosa del mundo…” Con ese tono sobrio, elegante pero siempre cálido, el autor va entreverando su sentir personal en el estudio de diversas materias con conceptos meramente técnicos, incluyendo mnemotecnias que nos daba en clase para facilitar el aprendizaje de las complejas estructuras anatómicas.  Así mismo nos platicaba anécdotas tan originales, que, a casi medio siglo de relatadas, puedo recordar como si las estuviera escuchando.  Así de atractivo era su dicho para que aquellos conocimientos áridos de la anatomía humana fueran más asimilables.

Otro maestro inolvidable de la carrera fue el “doctor” Bulmaro Valdez Anaya.  Entrecomillo el título porque en realidad era QFB, egresado del Politécnico Nacional.  Junto con él, como en la alfombra mágica de Aladino, incursionábamos en un viaje fantástico para entender en tercera dimensión los conceptos de la química orgánica.  Eran tiempos cuando en todo el planeta existían unos cuantos  microscopios electrónicos. En clase con el Doctor Bulmaro, desde la imaginación, viajábamos a entender cómo se formaban las proteínas y cuál era el elemento químico indispensable para la vida orgánica sobre el planeta.  Hombre sabio como pocos, de ahí nos llevaba a descubrir cómo es que hoy vemos estrellas que murieron hace millones de años, y en qué consisten los agujeros negros. Aprendimos qué es el efecto Doppler, de manera que cada vez que escucho pasar un tren me concentro en el cambio de sonido que se produce cuando viene y  cuando ha pasado.  En ese momento no puedo dejar de recordar a mi amado maestro, que desde alguna ventana del cielo ha de asomarse sonriente.

Grandes maestros de aquellos tiempos.  Grandes maestros los de ahora en las tres facultades de la UAdeC.  Profesionales que sacrifican tiempo de consulta o de cirugía para venir a enseñarnos a pensar, para acompañarnos en nuestros primeros procedimientos quirúrgicos efectuados en perros anestesiados con éter, práctica de la cual podría rescatar un puñado de historias, algunas divertidas y otras muy trágicas.  Todas ellas nos fueron enseñando, aparte de la técnica anestésica o quirúrgica, a sentir confianza en nuestro actuar frente al paciente.

De mi muy querido maestro, no pocas veces controversial en aulas y pasillos, Doctor Carlos Ramírez Valdés, aprendí que para diagnosticar y tratar un paciente hay que remitirse a la fisiopatología.  Asomarse a la intimidad celular, ver qué sucede a nivel microscópico, y de manera lógica irán apareciendo en nuestra mente signos y síntomas, y una ruta crítica para su manejo.

Las experiencias personales aquí relatadas, multiplicadas por el número de catedráticos que me enseñaron medicina.  Y ese total multiplicado por el número de egresados en cada generación, y nuevamente por el número de generaciones formadas en estos 64 años. Un cúmulo incalculable de amor a la humanidad que crece con el tiempo. No cabría en mil cuartillas. ¡Felicidades a ese universo de mentes y corazones que han hecho de la medicina una misión sagrada!





El árbol- GOBELINS

Prosa poética de Teresa Cervantes


Por primera vez nos acompaña esta joven escritora, gran lectora,  dueña de un estilo único para hablar sobre eventos cotidianos que, a través de su palabra se vuelven significativos. 

Una vivencia personal desde una calle en la ciudad de San Luis Potosí, le inspiró el fragmento que hoy nos comparte.  ¡Bienvenida, amiga!





Hacía falta sentir lo que era caminar entre las nubes. Dicen que los zapatos se cuelgan en honor a los que ya no están. Solía estar, entre los charcos, brincaba para ver el agua saltar a mi paso, como un Moisés moderno me abría paso en las calles inundadas. No había tormenta que se me impusiera. Hoy, son las nubes las que me abren huecos para mirar el paraíso, porque los sueños están a la vuelta de la esquina, listos para materializarse a la llegada del paso de mis botas rojas...



Día de muertos: Cortometraje de Jorge Domínguez

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez





Qué maravilloso es sentir la magia de transportarte a través del tiempo a tu infancia. Todo fue ver en el cemento del parque plasmada la figura de un juego que, obvio, había sido dibujado por un infante, me hizo regresar décadas, varias por cierto, a esos tiempos en que en el barrio, jugábamos mi hermana y yo con los vecinos. Horas de entretenimiento sano, divertido en donde las horas transcurrían sin prisa, en donde las risas se combinaban con la actividad física, donde sin darnos apenas cuenta, socializábamos en armonía, dibujando con un simple trozo de gis, un "mamaleche", un caracol, un "declaro la guerra", la guerra más pacífica que podíamos haber jugado.

Así transcurrían las tardes, sin necesidad de artefactos de ninguna especie, con plena libertad de usar las calles, sin miedo alguno, disfrutábamos con tanta sencillez, sin añorar más nada, porque reír, convivir con alegría, era muy barato y sin embargo tan valioso, que permanece en todos nosotros como parte de las vivencias más felices de nuestra vida, estoy segura de eso.

Encontrar en estos días, que alguien intentara rescatar esos juegos que ya suenan antiguos y obsoletos, me hizo sentir que se puede recuperar la esencia de aquello que nos da felicidad, de simplificar las formas sin perder el fondo.

Cada vez son más costosos los juegos para entretenimiento de los niños, cada vez más solitarios, menos activos físicamente, más sofisticados, complejos, solo accesibles a unos cuantos y deseados por todos, porque los hemos convertido en objetos tan deseables, que hasta infeliz se siente el que no los posee.

Volver a la esencia de aquello está a la disposición de todos, fácilmente, y que genera la misma sensación de felicidad, que nos permite convivencias en donde lo principal no es el costo del juego, sino el deseo de relacionarnos con los demás, de compartir risas, habilidades. De invertir energía física y cargar energía espiritual, que prevalece, porque en ella van cadenas de afecto que se construyen tan simple y sencillamente al jugar.

Reencontrar la magia de un simple trozo de gis, que más allá de dibujar un juego, nos deja en la memoria y en el corazón, el recuerdo de una niñez en la que se fue feliz con tan poco, que resulta difícil creer en su permanencia. En el anhelo de que nuestros niños de ahora reencuentren en la sencillez de esos juegos la fórmula ideal de vivir el juego de la vida, sin tanta complejidad, sin artificios, descubriendo que ser feliz no tiene por qué ser inalcanzable, ni de alto precio.

Llorona interpretada por Sofía Meneses desde Oaxaca