domingo, 31 de octubre de 2021

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez





Qué maravilloso es sentir la magia de transportarte a través del tiempo a tu infancia. Todo fue ver en el cemento del parque plasmada la figura de un juego que, obvio, había sido dibujado por un infante, me hizo regresar décadas, varias por cierto, a esos tiempos en que en el barrio, jugábamos mi hermana y yo con los vecinos. Horas de entretenimiento sano, divertido en donde las horas transcurrían sin prisa, en donde las risas se combinaban con la actividad física, donde sin darnos apenas cuenta, socializábamos en armonía, dibujando con un simple trozo de gis, un "mamaleche", un caracol, un "declaro la guerra", la guerra más pacífica que podíamos haber jugado.

Así transcurrían las tardes, sin necesidad de artefactos de ninguna especie, con plena libertad de usar las calles, sin miedo alguno, disfrutábamos con tanta sencillez, sin añorar más nada, porque reír, convivir con alegría, era muy barato y sin embargo tan valioso, que permanece en todos nosotros como parte de las vivencias más felices de nuestra vida, estoy segura de eso.

Encontrar en estos días, que alguien intentara rescatar esos juegos que ya suenan antiguos y obsoletos, me hizo sentir que se puede recuperar la esencia de aquello que nos da felicidad, de simplificar las formas sin perder el fondo.

Cada vez son más costosos los juegos para entretenimiento de los niños, cada vez más solitarios, menos activos físicamente, más sofisticados, complejos, solo accesibles a unos cuantos y deseados por todos, porque los hemos convertido en objetos tan deseables, que hasta infeliz se siente el que no los posee.

Volver a la esencia de aquello está a la disposición de todos, fácilmente, y que genera la misma sensación de felicidad, que nos permite convivencias en donde lo principal no es el costo del juego, sino el deseo de relacionarnos con los demás, de compartir risas, habilidades. De invertir energía física y cargar energía espiritual, que prevalece, porque en ella van cadenas de afecto que se construyen tan simple y sencillamente al jugar.

Reencontrar la magia de un simple trozo de gis, que más allá de dibujar un juego, nos deja en la memoria y en el corazón, el recuerdo de una niñez en la que se fue feliz con tan poco, que resulta difícil creer en su permanencia. En el anhelo de que nuestros niños de ahora reencuentren en la sencillez de esos juegos la fórmula ideal de vivir el juego de la vida, sin tanta complejidad, sin artificios, descubriendo que ser feliz no tiene por qué ser inalcanzable, ni de alto precio.

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