lunes, 5 de julio de 2010

CONTRALUZ: No esperemos a Godot

CONTRALUZ Julio 4, 2010

María del Carmen Maqueo Garza
"…hay que ensayar la muerte puesto que se es mortal." Rosario Castellanos.

Con singular interés leo desde su red social la columna de Luis Donaldo Colosio Riojas "México y su Tercera Insurrección", a propósito del asesinato del candidato con más posibilidades para acceder a la gubernatura de Tamaulipas, Dr. Rodolfo Torre Cantú. Alude Colosio sin tapujos a una gran verdad, el mensaje de las fuerzas fácticas detrás de esta ejecución es muy simple: "La democracia en México también es asesinable."

Por su parte el saltillense Onésimo Flores Dewey hace lo propio con su artículo "México en llamas" (El Universal), en el cual asevera: "Lograron que la pregunta ya no sea ¿quién fue? sino ¿quién sigue?" Dos jóvenes plumas perfectamente informadas, que se orientan hacia la raíz de los conflictos que vive nuestro país, y que cobran relevancia en este día cuando, en una suerte de representación de la tragicomedia de Beckett: "Esperando a Godot", el mexicano va a las urnas invocando a ese personaje mágico que acabará con todos sus problemas, mientras que los antagonistas siguen haciendo de las suyas, destrozando las esperanzas de los protagonistas, una y otra vez.

Lo primero sería definir si verdaderamente está el crimen organizado detrás de la ejecución del candidato tamaulipeco, o si es acaso una estrategia política electoral muy sucia. De comprobarse la primera hipótesis, habría que replantearnos: ¿Qué elementos son los que favorecen que el crimen organizado tenga a nuestro país vuelto rehén de sus redes? ¿Cómo es que las acciones de los numéricamente menos copan las iniciativas de los numéricamente más? Ahora Calderón hace un llamado a todo México para estudiar el problema de la inseguridad y proponer soluciones, después de dos años y veintidós mil muertos que indican que el plan inicial que impuso sin consultarnos, simplemente no funcionó.

En un intento de desentrañar el mecanismo que conduce a un joven de clase media a involucrarse en las redes de la delincuencia recurro a mi mejor puesto de observación, las calles de la ciudad, donde abundan ejemplos a pequeña escala de comportamientos sociales deletéreos. Uno sería la triste realidad de que en México tengo que hacer valer mi derecho, porque por regla los derechos no se respetan; somos el país del "ventajosismo" en donde yo trato a toda costa de aventajar al resto. Cierto, los derechos están escritos en alguna parte, y es de ello que el servidor público se vale para sancionar, con la mira puesta en un arreglo económico que le favorezca.

Difícilmente vamos a encontrar quién dentro de su desempeño no tenga un precio. Para conseguir algún beneficio fuera de norma se necesita dinero, entonces es muy importante contar con él, y entre más se tenga, más ventajas hay. Recientemente un buen amigo me exponía su punto de vista con relación a la violencia que se vive en nuestro país. Su origen está en la corrupción, aseveraba, porque sin ésta no se daría la serie de fenómenos que se dan. Ahora empiezo a convencerme.

Ensayar la muerte, es la propuesta de la gran Rosario que vamos volviendo una realidad cotidiana todos los mexicanos. En los ratos más negros imagino que quienes conformamos la población civil somos como esas figuritas de lámina de los puestos de tiro al blanco de la feria; ordenados en filas a merced del que dispara, vivimos en zozobra continua temiendo el momento cuando llegue nuestro turno.

Hace un par de días mientras conducía llevando la vía libre, del estacionamiento de un centro comercial salió intempestivamente una vagoneta de modelo reciente, conducida por un chiquillo de unos catorce años. Inicialmente lo conminé a detenerse encendiendo mis luces, a lo cual hizo caso omiso; ya cuando hube de frenar de súbito para evitar el golpe, accioné mi claxon a fondo, más por reflejo que por otra cosa. Más adelante el chiquillo se me emparejó para emitir una secuencia de sonidos con la que quiso recordarme que tengo madre, lo cual en verdad no era necesario, pues a mucha honra la tengo y es una gran señora hermosa.

No dudo incluso, que si yo no hubiera alcanzado a frenar, golpeando el vehículo conducido por el chiquillo, el papá o la mamá cómplices del asunto hubieran encontrado la manera de que resultara yo culpable por no hacer alto en mi vía libre, y hasta de algún delito extra como maltrato de menores o qué sé yo….

Godot no va a llegar a salvarnos, concluyeron con profundo desencanto Vladimir y Estragón en la obra de Beckett, es más Godot no existe… Más vale que como sociedad nos pongamos las pilas propuestos a remediar las cosas de raíz, aún con el feroz viento en contra.

COSAS NUESTRAS: Jorge Villegas. Sábado 3 de julio, 2010

Hijos
Hay una buena lección para los padres preocupones que dan la vida por sus hijos.
Es la recomendación, en caso de emergencia, que se hace a los pasajeros en los vuelos.
Les dicen cómo colocarse la mascarilla de oxígeno en caso de descompresión de la nave.
Si lleva hijos menores, le recomiendan primero colocarse usted la mascarilla.
Y en segundo término proteger a los niños, colocándoles la suya.
Sentido común: Para salvar a otros, tenemos primero que salvarnos nosotros.
Vale por los que sacrifican salud y hasta vida "por los hijos", a los que dejan desamparados finalmente.
Hay que amarse primero, para poder amar luego a los nuestros.
jvillega@rocketmail.com

México y su Tercera Insurrección: Luis Donaldo Colosio Riojas


Texto subido con permiso del autor. Publicado originalmente en el Blog: "Esfuerzo Cotidiano"
La tragedia no te hace a prueba de balas... pero sí las aguantas mejor que los demás... Esta es, quizás, una de las más importantes enseñanzas que la vida hasta el día de hoy me ha dejado. Sin embargo, cada golpe, por sutil o insignificante que pudiera parecer, tiene, tarde o temprano, una cierta manera artera de llegarnos a donde más nos duele. México ha sido ya, por muchos años, un país desorientado, irresponsablemente mal aconsejado y, peor aún, social y moralmente desahuciado.

Al enterarme del sensible fallecimiento de Rodolfo Torre Cantú, candidato a gobernador para el estado de Tamaulipas, sentí un grave y profundo malestar. Esa clase de molestia que impide que uno descanse por las noches, esa angustia inexplicable que nos arroja fuera de nosotros mismos y nos roba maliciosamente de una realidad coherente y explicable. Rodolfo fue mi amigo, y aunque lo conocí muy poco, no lo niego, tenía fe en su persona. No por su partido o propuestas de campaña, sino por su integridad como ser humano que, desde el momento de estrechar su mano, se apreciaba en ondas cálidas de autenticidad y franqueza. Mi más sentido pésame a su familia y amistades, muchos de ellos míos también, por esta irreparable pérdida.

Ahora bien, más allá de la trágica pérdida de este extraordinario ser humano, así como del candidato a presidente municipal por el municipio de Valle Hermoso, Tamaulipas, quien falleciera en similares circunstancias, debo asentar una reflexión: ¿qué más hemos perdido? Como nación, México está entrando a una delgada línea entre la sanidad y la locura, donde el arrebato de pasiones se desbordan en direcciones que no demuestran ser favorables para nadie. ¿Pero qué diablos le está ocurriendo a México? Ahora el crimen organizado ha enviado un mensaje claro y fuerte y que resonó tan duro y potente como metralla: la democracia en México también es asesinable. Más allá de la corrupción enmohecida dentro de nuestras instituciones, ahora cargamos con esta nueva amenaza que atenta en contra de todos los niveles de gobernabilidad y soberanía que antes creíamos ostentar como nación.

Se me viene a la mente aquel comercial de Iniciativa México y no puedo sacarme de la cabeza una cierta frase que detonó en mí la reflexión de un tema que ya venía yo acuñando desde hace meses, "cada cien años México se propone hacer algo grande". Lo cierto de esa frase es que cada cien años, desde la institución de este país como uno independiente y autónomo, México vive ciertamente algo grande. Una afronta bélicosa para garantizar nuestra continuidad como nación, y que se desata una vez por siglo. Primero por nuestra independencia. Después por nuestra democracia. Hoy, sin darnos cuenta, estamos ya todos involucrados en medio de una guerra que estalló hace algunos años y que invariablemente nos afecta a todos. México está viviendo ya su tercera insurrección y somos nosotros, sus ciudadanos, sus principales caudillos, ya que en nosotros está el poder de resistencia y fe que nuestra nación requiere para salir avante. Paciencia y fe...

Esta guerra que vivimos en contra del crimen organizado, cuyo propósito ha sido hasta ahora el de contaminar y corromper las fibras más hondas de nuestra integridad como país democrático e independiente, era algo que se veía venir, algo que quizás tarde o temprano tenía que pasar, y sin embargo creo que nadie dimensionábamos la magnitud del culatazo de nuestras propias armas, y más aún, que el enemigo estaba ya hábilmente consolidado entre nosotros. Paciencia y fe...

¿Y qué nos corresponde a nosotros como ciudadanos? Supongo que esperar, y aún así no sería suficiente. El día en que exista sinergía entre sus ciudadanos, México tendrá esa cohesión nacional que tanto necesita. El repudio a nuestras instituciones es comprensible, mas nunca productivo si no se acompaña de un auténtico deseo e intención de "sanitizarlas". ¿Reformas? ¿Marchas? ¿Protestas? ¿¿Funcionan?? El día en que nos interese lo que está sucediendo en nuestro país lo suficiente como participar en la medida en que nos sea posible, ese será el día en que la democracia en México recobre las fuerzas necesarias para dar réplica a esta ola de incertidumbre por la que estamos atravesando. ¿Quién se une? Paciencia y fe...

La pérdida de hombres como Rodolfo Torre Cantú a manos de esta guerra es algo inaudito, reprochable, abominable. Algo que no creíamos que fuera posible por que tal vez no habíamos dimensionado la gravedad de nuestra propia situación y del daño colateral que nosotros los mexicanos recibimos a causa de ella. Yo le tengo amor y fe a este país. En él nací y crecí, y será este suelo el que me verá morir, aunque desgraciadamente continúan sucitándose situaciones que me decepcionan de mi patria, y para rematarme, la fría estocada de la indiferencia de sus ciudadanos. Qué lástima, y yo que creí que México ya había superado aquella lamentable etapa de asesinar a sus candidatos...

El autor es fundador del despacho Basave, Colosio, Sánchez Abogados, y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León.
Twitter: @colosioriojas

México en llamas: Onésimo Flores Dewey


Texto subido con permiso de su autor. Publicado originalmente en Periódicos El Universal y  Vanguardia, y Blog "Ciudad Posible"

En semanas como esta ningún otro tema es relevante. El país se paraliza pues México está incendiado y los bomberos no se dan abasto. Mientras la población intenta acostumbrarse a vivir con miedo, sucesos como el asesinato del candidato del PRI a la Gubernatura de Tamaulipas, a unos días de la elección, cimbra nuevamente a nuestra sociedad. Ya van 22,700 muertos, pero no solo eso. Nadie está a salvo. Ni el delantero del América, ni el experto anti-secuestros, ni el cantante famoso, ni el líder moral del partido gobernante, ni mucho menos el mexicano que no se mete con nadie y que solo desea vivir en paz. Si la intención de los apóstoles de la violencia era mandar ese mensaje, pueden quedarse tranquilos.

Misión cumplida. Lograron que la pregunta ya no sea ¿quién fue? sino ¿quién sigue?

El empresario ya no busca hacer negocios, sino proteger a su familia y patrimonio. El turista la piensa dos veces antes de elegir nuestras playas. El alcalde con grandes proyectos encuentra que con solo atender la función policiaca tiene el plato lleno. Y resulta que competir por un cargo público implica arriesgar la vida. México está detenido, y cuando camina es hacia atrás. En el 2009, nuestra economía decreció 6.6%, una caída mayor a la observada en 1995, tras la crisis del peso (fuente en pdf). Hablar de la "Presidencia del Empleo" que prometió Calderón es invitar a la burla. El "desarrollo estabilizador" que derivó en el "milagro mexicano" de mediados del siglo pasado parece imposible de repetir, aún en una época en que hay economías emergentes -como la de China, India y Brasil- que avanzan a pasos agigantados. Si bien hay muchas causas que explican el pobre desempeño económico de México, lo cierto es que la pesadilla de la violencia nos está robando la oportunidad de soñar.

Nuestro líder, el Presidente de México, se ve cada vez más solo, ineficaz y terco.

Está perdiendo la batalla mediática, la batalla electoral, la batalla moral, y por supuesto, la guerra contra el narco. El día de ayer un editorial en El País -de España-, daba cuenta del drama mexicano, describiendo la existencia de una opinión pública dividida. Según el texto, de un lado están quienes sostienen que esta "guerra" es un esfuerzo innecesario, impulsado por un Presidente que encontró en el uniforme militar la oportunidad de legitimarse. Por el otro, hay quienes justifican la cruzada como única alternativa, pues reconocen que el narco ha infiltrado a las instituciones, y que por tanto es indispensable combatirlo como a un cáncer que se expande. Este análisis podrá reflejar la retórica polarizante de muchos actores políticos, pero lo cierto es que la mayoría de los mexicanos cambiamos de "bando" frecuentemente. Por supuesto queremos un combate frontal contra el crimen. Pero también nos preocupamos porque la estrategia no parece estar funcionando. Y en ese contexto, lo más grave no es el decreciente nivel de respaldo a la ruta marcada por el Presidente, sino que no hay ningún otro plan en la mesa capaz de galvanizar a los mexicanos.

El país no puede darse el lujo de esperar hasta la elección presidencial de 2012 para valorar alternativas claras.

Nos estamos incendiando, carajo. Fuera de la idea de sustituir las policías municipales con policías únicas estatales, hay pocas ideas ambiciosas en la mesa. Lo que se siente no solo es falta de coordinación, sino un profundo vacío de poder, en todos los niveles de gobierno, que los criminales están prestos para llenar.

Ante el más reciente magnicidio, un nuevo ejemplo. El Presidente llama a "la unidad de esfuerzos y voluntad de todas las fuerzas políticas", mientras que el PRI, que controla a la mitad del Congreso y la mitad de las gubernaturas, responde marcando distancia, exigiendo una estrategia de seguridad "eficaz". Pero la unidad que pide el Presidente, y la eficacia que reclaman los priístas, no pueden sostenerse en torno a conceptos vagos. ¿Tiene lógica pedir unidad en torno a una estrategia que ha demostrado su ineficacia? Y peor aún ¿puede haber -en un contexto federalista- una estrategia de seguridad eficaz sin unidad? Mientras estos reclamos cruzados no se transformen en propuestas concretas, capaces de generar corresponsabilidad en torno a objetivos claros y evaluables, seguiremos observando un lamentable diálogo entre sordos, justo en el peor de los momentos. Como si los bomberos estuviesen en huelga mientras México se incendia.

CARTA A MI HIJA: Video de Leo Fox

CANTO LATINOAMERICANO: Mercedes Sosa. "Sólo le pido a Dios"

POESÍA LATINOAMERICANA: Descanse en paz Roberto Friol,

Premio Nacional de Literatura 1998, falleció en La Habana el 2 de junio a los 82 años de edad.
Considerado como uno de los más importantes poetas iberoamericanos contemporáneos, de profesión maestro normalista, ejerció dicha profesión, y colateralmente se inició colaborando para diversos periódicos y revistas de la isla. Fue investigador literario en la Biblioteca Nacional José Martí, traductor de poemas de autores norteamericanos, su propia poesía fue traducida al ruso, ucraniano e italiano. Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1998.
Sus dos libros de poesía más importantes: Turbión (1988) y Gorgoneión (1991). Hombre tímido y solitario, lo que no le ayudó a dar a conocer su obra al mundo. De hecho, nunca viajó fuera de Cuba. Sus restos fueron cremados de acuerdo a su última  voluntad.
De su libro TURBIÓN publicado en 1988, tres  poemas:

Cada luz

Cada luz es un rostro
en la alborada,
un ademán del fuego
a la fiebre del polvo ensimismado.


En la tarde,
la enunciación del mañana del hombre,
faz del sueño y del inmediato acontecer,
la ráfaga de un signo.


Y en la noche,
hambre de la rencorosa soledad,
constelación de lo inasible,
silencio y discurso inmensurables.


 

Mar, noche

Mar de palabras y noche de palabras.
Cada edad un rostro de palabras;
corazón de palabras en el radioso vivir,
las historias, la razón, la geografía de uno mismo.


Sombra de palabras para el viajero
y un sol de palabras y un viento de palabras;
toda la relación en sangre de palabras,
y el amor palabras, aleteo de palabras,
besos de palabras, sexos de palabras y un más allá
de palabras.


El pozo de palabras, los rostros de palabras;
en el país de palabras la patria de quién, la fiebre
de quién.
Transcurre entre palabras el clamor de abandono
y una muerte de palabras clausura el tiempo.


Tu eternidad

Tengo y vuelvo a tener tu eternidad
cada mañana con tu nombre,
cada tarde con los velos que nos separan de tì,
cada noche con tu misterio.


De madrugada tengo tu eternidad
en el sueño que clama por tu rostro,
en este desasirme de mí,
para darle posada a tu palabra.


Y en la muerte tendré tu eternidad.