domingo, 18 de septiembre de 2016

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

¡VIVA MÉXICO  EN LAS REDES!
Circula en redes el video de un jovencito de unos catorce años en silla de ruedas, y toda su odisea para subir la escalera de un puente peatonal por sí mismo, sin recibir ayuda, ni de quien lo filma, ni de los presurosos transeúntes que pasan junto a él y siguen su camino.  Como no hay parlamentos, no logro saber si quien graba es su aliado, tratando de llamar la atención con respecto a las terribles dificultades que debe pasar el chiquillo para cruzar una avenida, o bien si es un simple aficionado que busca en todo momento el mejor ángulo para su video, algo que sería a todas luces humillante para la dignidad del jovencito en cuestión.  No me aventuro en conjeturas pues no hay elementos de juicio para determinarlas.
   La cámara del celular se ha vuelto una parte muy nuestra que nos empodera frente a situaciones externas que queremos preservar o denunciar, y en el peor de los casos manipular en aras de intereses no siempre nobles. De igual manera como un aliado en los propios estados de ánimo, ya sea para compartir una alegría, ya para dar a conocer un momento de depresión.  Por desgracia son muchos los adolescentes que graban un mensaje en video previo a su suicidio, mismo que queda en el aparato celular como carta póstuma para dolor de amigos y familiares.
   Hace un par de días me atrapé a mí misma queriendo atrapar dos momentos únicos.  El primero fue el rostro de un anciano que vende chicles en el Puente Internacional, y que al detenerme a comprarle unos me dijo “Nada más cójalos, no me los pague, ya están pagados.” Supongo que alguien antes de mí dejó pagados unos chicles, más  para beneficio del anciano que otra cosa, pero él demostró ser honesto cual más. Batallé un rato para convencerlo de que me cobrara mis chicles y transfiriera el privilegio a su siguiente cliente. Quisiera haber ido preparada con el celular para tomar y compartir la foto de un mexicano a carta cabal, de esos que poco quedan ya.
   El segundo cuadro que grabé con fuego en mi mente y que, contrario al anterior sí me dejó preocupada, fue observar a la distancia, en una avenida de gran circulación a una madre y su hija adolescente, de unos 15 años.  La madre cruzó la avenida, y pareció como si esperara que la hija hiciera lo propio, y al no hacerlo la chiquilla de inmediato, se regresa la madre, la toma del cabello recogido en un chongo, y virtualmente la arrastra por la avenida hasta la acera opuesta donde finalmente la suelta y comienza a vociferar frente a ella.  La velocidad me impidió ver el desenlace, pero me dio la impresión de que la chiquilla se le enfrenta y finalmente toma un camino distinto al de la madre.
   Dolorosamente ése también es nuestro México, el de la ignorancia, el de las familias altamente disfuncionales donde un hijo se considera una propiedad con la que su “dueño” puede hacer lo que  quiera.   Un México con falta de equidad de género,  en el que la madre es la principal gestora del machismo y sus nefastas consecuencias, y que de alguna manera actúa obedeciendo a consignas inconscientes que parecieran concederle derecho a maltratar todo aquello con lo que se identifica, en este caso la chiquilla adolescente.
   Claro, haberlo filmado no hubiera hecho ninguna diferencia.  Subirlo a las redes a manera de denuncia para que se siguiera una ristra de comentarios negativos no va a llevar absolutamente a nada que ayude a sanear el tejido social.   Los señalamientos y las murmuraciones no tienen utilidad alguna, al menos no para resolver un problema, y si alguna utilidad social tienen, será el desfogue de frustraciones personales de quienes levantan el dedo para erigirse en jueces de todo aquello que no comulga con su propia y específica manera de ver la vida.
   Ese México que también es nuestro nos obliga a quienes hemos tenido un poco más de oportunidades, a solidarizarnos con  quienes menos tienen.  Los procesos educativos dentro del hogar no se dan por generación espontánea, sino que requieren de un trabajo previo, para el cual la educación escolarizada y la promoción de valores ciudadanos por parte de instituciones y particulares ayuda.
   Este ha sido tal vez el mayor daño colateral de las redes sociales: Exhibir; violentar la privacidad de otros seres humanos al grabarlos sin su autorización, y terminar publicando imágenes que finalmente no llevan un propósito de mejora social.  Implica una forma de poder mal encauzado que por un rato nos hace sentir como dioses, poseedores de esa verdad que adecuamos a nuestros intereses para sentirnos superiores.
   Nuestro México es una gran canasta con un poco de todo. Dos grandes palabras que sobresalen en ella, y que resultan urgentes en estos tiempos son: “Gratitud” por lo que tenemos y “Solidaridad” para compartirlo.

   ¡Felices fiestas!

Definición de hijo: Texto atribuido a José Saramago

Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros, aprender a tener coraje.
Sí. ¡Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. 
¿Perder? ¿Cómo? ¿No es nuestro? Fue apenas un préstamo... El más preciado y maravilloso préstamo, ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. 
Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos.


Huapango de Moncayo con el ballet de Amalia Hernández

Para rematar nuestras fiestas patrias, con el que para muchos es considerado: "El segundo himno nacional mexicano." Coreografía del Ballet de Amalia Hernández en su sexagésimo aniversario.

"Desde que el alba quiso" Poesía de Miguel Hernández, poeta español (1910-1942)


Desde que el alba quiso ser alba, toda eres
madre. Quiso la luna profundamente llena.
En tu dolor lunar he visto dos mujeres,
y un removido abismo bajo una luz serena.

¡Qué olor a madreselva desgarrada y hendida!
¡Qué exaltación de labios y honduras generosas!
Bajo las huecas ropas aleteó la vida,
y se sintieron vivas bruscamente las cosas.

Eres más clara. Eres más tierna. Eres más suave.
Ardes y te consumes con más recogimiento.
El nuevo amor te inspira la levedad del ave
y ocupa los caminos pausados de tu aliento.

Ríe, porque eres madre con luna. Así lo expresa
tu palidez rendida de recorrer lo rojo;
y ese cerezo exhausto que en tu corazón pesa,
y el ascua repentina que te agiganta el ojos.

Ríe, que todo ríe: que todo es madre leve.
Profundidad del mundo sobre el que te has quedado
sumiéndote y ahondándote mientras la luna mueve,
igual que tú, su hermosa cabeza hacia otro lado.

Nunca tan parecida tu frente al primer cielo.
Todo lo abres, todo lo alegras, madre, aurora.
Vienen rodando el hijo y el sol. Arcos de anhelo
te impulsan. Eres madre. Sonríe. Ríe. Llora.

Gracias a Javier González de Dios, por su sugerencia.

El amor se piensa: Charla de TED Talks con Raúl Castaldi

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez



Conforme se van viviendo fracaso o sinsabores, uno va adoptando la costumbre de perder la fe que le resultaba inspiradora para vencer retos, para lanzarse por ideales.

No creo en la amistad, no creo en el amor, no creo en el matrimonio, no creo en nada ni en nadie. un "no creo" que nos va debilitando y nos va haciendo perder la fe hasta en nosotros mismos.

Como si vivir significara lograrlo todo, como si se nos hubiera prometido que veníamos a un paraíso terrenal.

Madurar es dejar de creer en fantasías, pero no implica el que tengamos que renunciar a fabricarlas, madurar no significa convertirnos en acumuladores de amargura, con todo y lo que el mundo nos defrauda siempre hay maravillas que nos reconcilian con él, no es justo para nadie convertirlo en un espectáculo gris, en oscura senda que no vale la pena recorrer.

No se puede evitar dejar de creer, pero se debe ser capaz de recuperar la fe, lo que hoy es, mañana no será, y lo que no ha sido hasta hoy, puede que sea mañana.

En esta vida hay que creer, porque bien claro está que la única certeza que podemos tener, es que por este mundo solo pasamos una vez y recorrerlo sin fe es recorrer un desierto en el que nunca hubo un oasis.

La mejor cena de Ella Scott

El corazón de un niño está más en contacto con las necesidades de quienes le rodean. ¿Acaso nosotros al "educarlo" nos encargamos de sustituir esa nobleza por prejuicios?

No hay subtítulos, pero en verdad que no los requiere.