domingo, 7 de julio de 2019

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza


QUÉ PASA CUANDO DAS “CLIC”
Vivir es una experiencia increíble.  Cada mañana la vida nos ofrece una flamante oportunidad para recomponer lo que somos, dejar de lado aquellos fragmentos que no funcionan y optar por unos nuevos.
     A lo largo de la existencia vamos acumulando apegos que se adosan a nuestra vida como coraza.  Nos provocan limitación de movimiento, aun así, tal vez prefiramos conservar esos apegos que sumirnos en el dolor de cambiar, una poza cuyo fondo no alcanzamos a adivinar.
     En contraste con las generaciones que nos precedieron, la nuestra tiene una opción que no habrían siquiera imaginado los futuristas de hace 100 años.  La extensión de nuestra mano puede abarcar un rectángulo provisto de un sistema electrónico y de una pantalla, capaz de trasladarnos, desde la intimidad de la arquitectura atómica de la materia, hasta la galaxia EGS-zs8-1, considerada la más lejana de la Tierra, y que por cierto se formó hace más de 13,000 millones de años. Sucede como con tantos otros elementos de nuestro imaginario actual, su carácter de accesibles nos lleva a perder de vista la magnitud que tienen sus alcances.
     Una vez que entramos en la red, difícilmente nos salvamos de engolosinarnos.  Comenzamos a dar clic aquí y allá, y vamos desde la mejor forma de quitar manchas en la ropa blanca, hasta cómo preparar hojas de parra, o de qué modo aprovechar los envases PET que desocupamos. Predicciones astrológicas, nombres para perros, en fin…  Hay opciones inagotables para todo lo que a nuestra loca cabecita se le pueda ocurrir, y sucede que en un momento dado nos saturamos de información, y ya no sabemos qué hacer con tanto en la mente. Para establecer un símil entendible, es como esos concursos norteamericanos en los cuales una familia se dedica a coleccionar cupones, llegan a la tienda de autoservicio y surten cantidades inimaginables de crema para depilar; salsas de soya bajas en sodio; galletas con chispas de chocolate sin gluten; aceite de coco y suavizante para la ropa.  Cada producto en cantidades industriales, al grado que terminan habilitando una pieza de la casa como almacén… Por más que le he dado vueltas, no logro entender cuál es la satisfacción de estos acumuladores de mercancía que ni en toda una vida alcanzarían a consumir.
     Algo similar –me parece—sucede en la Internet.   Hacemos acopio de información que, contrario a la mercancía física, entra en nuestras vidas para desencadenar una serie de estados anímicos desde el placer de ensoñación, hasta el dolor más desgarrador.  Cuando entramos al mundo de la información con un objetivo en mente, es más difícil que nos perdamos, pero si nada más lo hacemos por entretenimiento, sin un propósito específico, podemos dejarnos llevar por contenidos no siempre sanos.  Lloramos ante imágenes de niños famélicos en Siria, o frente a un par de ojos de un niño tarahumara, o tzotzil, o tepehuano, que parece seguirnos, mientras nos llama a ayudarlo pues tiene hambre.  Entre una cosa y otra van saltando como chapulines las peticiones para salvar a los perros orientales de ser convertidos en delicias culinarias; para revertir el calentamiento global, de modo que los osos polares no se extingan, o los infaltables asuntos de política, que terminan en recordatorios maternos.
     Es frente a esa hiperinformación, cuando comenzamos a parecernos a los coleccionistas de cupones.  Llenamos hasta tres carritos con contenidos inútiles, estorbosos, que no habrán de resolver nada.  Otro punto, que hay que tomar en serio, es que amenazan la salud mental.  Hay que discriminar fuentes de donde viene la información.  Que “Anónimo en la red” diga que llegó el Apocalipsis, no implica que efectivamente ya llegó y que habrá que apanicarnos y correr a escondernos.  Frente a una publicación habrá que analizar quién está detrás y qué intenciones tiene al subirla.   Posteriormente habrá que cotejarla con informaciones similares, de fuentes confiables. Si vemos que una noticia se repite por varios canales, podemos anticipar que algo hay de verdad en ello.  Aún así, se han dado casos de noticias falsas, muy bien disfrazadas, que circulan por un rato antes de ser desenmascaradas.
Conviene administrar el hogar.  Conviene administrar pensamientos y emociones.  Si vamos a navegar, hacerlo mediante plataformas confiables, en sitios seguros, a través de voces autorizadas.  No sea que terminemos como los coleccionistas de cupones, con un exceso de información que no hará más que robarnos espacio mental, tranquilidad espiritual y tiempo. Por último, asumamos nuestra responsabilidad cuando presionamos un botón para que esas noticias sigan circulando, actuemos de forma inteligente eligiendo qué vale la pena reenviar. Evaluemos cuánto podrá mejorar el planeta cada vez que damos “clic”.

POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza


A TRAVÉS DEL TIEMPO
Cuando
te vas volviendo
menos que la sombra
de la sombra
de tus hijos.
Cuando pasas de ser
director de orquesta
a escenario de fondo
en sus respectivas biografías.
A través del tiempo
tu sitio se reubica
en algún estante
del mueble familiar,
codo a codo
con álbumes que guardan
memorias y raíces.
Cierto es, tranquiliza
descubrir
que cada cual
viene haciendo su vida.
Te alegras,
se libera tu alma
de un gran peso.
Tomas
--con estoicismo--
tu lugar
en su historia.
Con lo que sucede
al paso de los años
te vas convirtiendo
en un libro más,
entre muchos otros.
Contrastan tus pastas
añejas por el tiempo,
en la gran colección
de libros vivos
de esa misma historia
que hace muchos ayeres
--corazón en mano--
comenzaste a escribir.

Shalom Aleichem: Banda Maayan

POESÍA de Marianne Toussaint


La respuesta de Dios

Acomodo espejos para verme la espalda.
Es mi correspondencia en límite con el espacio
y no la conozco;
sin embargo, todos los demás,
hasta los gatos,
se apoderan de mi yo por la espalda.
          La espalda de uno es como la respuesta de Dios,
siempre observándonos, formando parte sin ser visto
presentido
observado por los demás, como el Dios del otro
el ajeno.
          Dios es la espalda que se mira en el de enfrente,
del que uno especula del que nada se sabe,
al que se le guarda una prudente distancia por la calle,
la silueta recortada de la noche
que de improviso gira como un trompo
y muestra ser sólo espalda.
          El mero espejismo de un encuentro.



La cultura, el relato y el vacío: Charla con Rafael Álvarez

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

La escuela de la vida, esa en la que no hay aulas, en la que no hay horarios ni programas de enseñanza preestablecidos. Donde el método es individual, en su mayor parte autodidacta, pero plagado de enseñanzas incidentales de quienes de forma voluntaria y a veces sin intención alguna, nos dejan una experiencia que forjará nuestro carácter, que moldeará la personalidad innata que cada quien posee.

De acuerdo a las circunstancias que vivamos, a la gente con la que interactuemos, nuestro aprendizaje será variado, por lo que personalidades muy similares, tendrán caracteres que pueden ser muy distintos.

Es nuestra capacidad de asimilar, de percibir esas enseñanzas, lo que determinará cómo incida en cada uno de nosotros. Hay quienes a muy temprana edad poseen un caudal de conocimientos para enfrentar la vida con serenidad, con madurez, adaptándose a cada una de las etapas y de los acontecimientos con sensatez, valorando lo que realmente le da sentido a sus vidas, y reconociendo que mientras se viva, se tendrá que seguir aprendiendo a hacerlo. No da tiempo esta vida terrenal para que humano alguno se pueda graduar. Siempre habrá algo nuevo que asimilar. 

La vida es la gran maestra, nos da el libre albedrío para decidir nuestro tiempo y seleccionar tópicos que nos interese llevar, otros nos serán impuestos y habrá que asimilarlos igualmente, unos implicarán sufrimiento, otros dolor, todo dejará en nosotros huellas que forjarán carácter..

Siempre habrá como en toda escuela, quien no ponga atención, quien pierda el tiempo, quien le dedique más al recreo que a las clases. Habrá quien demasiado tarde aprenderá que su peor error no fue equivocarse, sino no haber aceptado que lo hizo y enmendar su error. Esto también es enseñanza.
Aprendizaje interminable, constante, para el que hay que mantener abiertos los canales de comunicación. Enseñanzas que entran por la vista, que llegan al cerebro, y lo más deseable para un ser humano, que terminen conectando con el corazón.

Historia de la zorrita y el ratón