La respuesta de Dios
Acomodo espejos para verme la espalda.
Es mi correspondencia en límite con el espacio
y no la conozco;
sin embargo, todos los demás,
hasta los gatos,
se apoderan de mi yo por la espalda.
La espalda de uno
es como la respuesta de Dios,
siempre observándonos, formando parte sin ser visto
presentido
observado por los demás, como el Dios del otro
el ajeno.
Dios es la espalda
que se mira en el de enfrente,
del que uno especula del que nada se sabe,
al que se le guarda una prudente distancia por la calle,
la silueta recortada de la noche
que de improviso gira como un trompo
y muestra ser sólo espalda.
El mero espejismo
de un encuentro.
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