LUCHAS Y
CRECIMIENTO PERSONAL
En días pasados escuchaba la reflexión del doctor José
Antonio Lozano Díez, esta vez acerca de la “longanimidad”, que, --señaló-- a
diferencia de la resiliencia, se trata de crecernos frente a las dificultades;
salir enriquecidos de ellas. Mencionó
una frase atribuida inicialmente al estratega cartaginés Aníbal Barca,
pronunciada para animar a sus soldados durante la Batalla de Cannas, en la cual
se hallaban en franca desventaja frente a los romanos: “Las batallas se ganan
con ejércitos cansados”. Me resulta una sentencia sumamente inspiradora, que
podremos aplicar en muy diversas situaciones.
La primera que se viene a mi mente
tiene que ver con la vida política del país, en un momento histórico en
que el inminente desmantelamiento de las instituciones nos lleva a visualizar
el fin de una democracia que ha costado poco más de cien años construir. De igual manera estas palabras se aplican en
nuestra vida diaria, en las luchas personales, ante la enfermedad. Sería ilusorio imaginar que, para salir a
enfrentar las dificultades de la vida, tuviéramos que estar al cien por ciento. Salimos con toda la voluntad, eso sí, con la
mejor actitud, y valiéndonos de aquellos elementos que puedan apuntalar
nuestros esfuerzos. De todo ello lo
medular es nuestra actitud, la fe que tengamos en nosotros mismos y la voluntad
con que salgamos a trabajar por lograr el objetivo que tenemos en mente.
Termino de leer una novela de Franz Kafka intitulada “El
proceso”. El autor checo, muerto a
temprana edad, nos va llevando a lo largo de una narrativa densa por una trama
paradójicamente tan simple como complicada, para presentarnos una panorámica de
lo que es la burocracia, un fenómeno universal y atemporal, algunas veces más
complicado según las regiones o los momentos históricos, pero al fin parte de
un sistema hecho por el hombre para el hombre.
Sorprende que Kafka haya sido un escritor tan lúcido, que a
pesar de que dejó inconclusa esta novela a su fallecimiento, pueda ser leída y
entendida, en parte por el desacato a su última voluntad por parte de Max Brod amigo
íntimo del escritor. Dichas disposiciones indicaban la destrucción de la mayor
parte de manuscritos, apuntes y cartas a su muerte. Material del que Brod fue
depositario.
Kafka provenía de una familia judía, hijo de un padre
rígido. Sus cinco hermanos fallecieron,
dos varones durante la infancia y las tres mujeres en campos de concentración.
Como abogado de formación, el escritor conocía la forma en que se maneja un
sistema de justicia, lo que le facilitó describir en su texto las
inconsistencias, a ratos hasta absurdas, en la interpretación y aplicación de
la ley. Inconsistencias que convierten a un ciudadano en acusado de un delito
que ni él mismo, a lo largo de toda la obra, logra identificar. No obstante, se asume como un culpable que
ahora está obligado a demostrar su inocencia ante muy diversas instancias,
labor a la que se dedica el señor K, el acusado y personaje central de la obra,
de principio a fin.
Volviendo al planteamiento inicial: Todos tenemos que atravesar
por situaciones adversas frente a las que tenemos que dar la batalla con
inteligencia y entusiasmo. A lo largo de
nuestra existencia las luchas son muy distintas para cada uno, lo que nos
obliga a profundizar qué nos toca hacer y con qué elementos contamos para
lograrlo. No hay dos situaciones iguales ni existe nadie que venga a emprender la lucha que a mí me
corresponde enfrentar. Y como el
guerrero Aníbal, nos toca planificar nuestra estrategia e ir con todo a
conquistar la cima.
“Las batallas se ganan con ejércitos cansados”. Trabajemos para lograr que ese motor interno
que nos mueve cada día, nos permita, no sólo vencer el obstáculo que se nos
presenta, sino aprender de ello.
Grandeza y constancia de ánimo ante las adversidades, eso representa la
longanimidad, una actitud de crecimiento personal que aumenta tras cada lucha
que ganamos.
Asomarnos detrás de las palabras que se dicen o que se
escriben, para descubrir las razones de fondo que llevan a quien las emite a
comunicarlas, es una forma de enriquecer lo que percibimos, para entender que
los autores de esas palabras no la tuvieron fácil, pero aun así supieron
enfrentar la vida de la mejor manera. Ahí
tenemos a Aníbal con su mermado ejército frente al gigante cuando se lanzó
contra Roma. Ahí tenemos a Kafka, cuyas
líneas nos llaman a cultivar la paciencia y la fe en nosotros mismos en un
sistema que a ratos quisiera desalentarnos. Con toda seguridad ello nos ayudará
a poner nuestra mejor cara antes de salir a emprender con renovados ánimos la
lucha que corresponda.