domingo, 27 de abril de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 UN LEGADO DE AMOR

Construyamos puentes, no muros. 

Papa Francisco

A lo largo de la semana se han venido publicando infinidad de contenidos con respecto al Papa Francisco. Diversas opiniones que convergen en una sola, hemos perdido un gran ser humano, que, de uno u otro modo, ha alcanzado a tocar a todos. Deja atrás un legado de amor por el que será recordado siempre.

No puedo evitar sumarme a las manifestaciones con relación al papel de comunicador que tuvo Francisco a lo largo de doce años. Desde el primer momento rompió moldes, para distanciarse de gran parte del protocolo inherente a su alta jerarquía. Como jesuita de formación, fue congruente entre el decir y el actuar, apegado al cumplimiento cabal del evangelio.

Francisco llegó en el momento en que el mundo más necesitaba la figura de un líder carismático, cercano a los más sencillos, que se despojó de todo lujo para aproximarse a las necesidades de los enfermos y los pobres, haciéndose uno con ellos. No tuvo empacho en volver la vista a los marginados y a las causas desatendidas de la iglesia, para buscar el modo de incluirlos. Fue un papa inquieto por la casa de todos, que puso especial interés en el bienestar de la tierra. En su encíclica intitulada “Laudato sí” él llama a la tierra nuestra hermana y nos reprende por nuestra actitud de que, creyéndola de nuestra propiedad, la hemos expoliado. Él apela a la llamada “ecología humana”, término utilizado por primera vez por Juan Pablo II. Así mismo se permite incluir parte de las propuestas del Patriarca Ecuménico Bartolomé, para llamarnos a recapacitar entendiendo que los daños que provocamos a nuestra casa común son reprobables a los ojos del Creador. Finalmente hace un llamado a un desarrollo sostenible

En su encíclica “Fratelli tutti”, firmada precisamente en la población italiana de Asís, el pontífice inicia exaltando la figura de San Francisco y la forma como él se propuso conciliar posiciones tan disímbolas en un solo concepto: la fraternidad entre hermanos. Publicada en el 2020, en el tiempo en que comenzaba a arreciar la pandemia por COVID 19, Francisco habla del modo como los sucesos que marcaron el siglo veinte finalmente parecían orientarse hacia un orden común, como había sucedido en Europa al integrar la Unión Europea. Sin embargo, advierte que, de diversos modos, la humanidad está volviendo atrás, mediante procesos como la ideologización en aras de los intereses de quienes detentan el poder. Señala, con gran acierto, que ahora los seres humanos estamos más solos que nunca en un mundo globalizado, que pretende hacer desaparecer la identidad de los más vulnerables. Y de cómo la colonización cultural lleva a que los pueblos pierdan el alma y desconozcan parte de su idiosincrasia. Habló de lo que llamó “la prepotencia del más fuerte”, para nombrar las formas de dominio y polarización ejercidas por determinados regímenes populistas que, dentro de su forma de actuar, minimizan al ser humano y le coartan su libertad de ser y de expresarse, un derecho humano inalienable. Aborda sin tapujo el tema de la inequidad entre hombres y mujeres, aún vigente en gran parte del mundo. Contrapone la cultura del enfrentamiento, que actualmente vivimos, con la cultura del encuentro, que finalmente sería lo deseado. En esta misma encíclica aborda el tema de las redes sociales calificando su utilización como un espectáculo que puede ser espiado y vigilado por otros, con total pérdida del derecho a la intimidad. En otra parte se refiere al “prójimo sin fronteras”, con la más amplia de las acepciones para incluir grupos generalmente ignorados por la tradición canónica, refiriéndose a ellos como “los exiliados ocultos” de nuestras sociedades.

Para terminar, en otra de sus encíclicas intitulada: “Dilexit nos”, Francisco habla de la necesidad de volver al corazón en un mundo líquido como el que hemos venido desarrollando, en donde prevalece la desvalorización del centro íntimo del hombre. Expresa una metáfora que encuentro maravillosa: “cuando el corazón no vive, el hombre no está en sí mismo, sino junto a sí mismo”. Acertadamente habla de que, en estos tiempos de inteligencia artificial, hacen falta la poesía y el amor. “Amando, la persona siente que sabe por qué y para qué vive.”, sentencia que no pudo haber señalado de manera más clara la necesidad que todos tenemos de hallar un propósito a nuestra vida. Esto, dentro de la amenaza de un vacío existencial profundo, que se abre como las fauces malignas que buscan engullirnos. Porque (cito para terminar), “el mundo puede cambiar desde el corazón.”

Descanse en paz Francisco, un gran ser humano que, desde su honrosa posición jerárquica, deja a todos quienes le conocimos, un inagotable legado de amor para ser vivido de la única forma en que es válido hacerlo: a través de la acción.

CARTÓN de LUY

 


CONCIERTO EN HONOR A LA MEMORIA DEL PAPA FRANCISCO

TEXTO DE VINOD SEKHAR SOBRE EL PAPA FRANCISCO

La Pérdida de un Buen Hombre: Un Homenaje al Papa Francisco y al Poder de la Fe Universal

Solo conocí al Papa Francisco una vez. Fue breve. Apenas unos momentos en una sala llena de dignatarios y buscadores, algunos allí por deber, otros por fe. Yo no era católico, ni estaba en una especie de peregrinación divina. Solo era un hombre necesitado de un poco de esperanza. Y de alguna manera, en ese encuentro fugaz, la recibí.

Es difícil explicarlo sin sonar demasiado romántico, pero cuando estás en presencia de alguien verdaderamente bueno —no bueno por apariencias, ni “moralmente correcto” en público o selectivamente amable— sino genuinamente, profundamente, incansablemente bueno… algo cambia en ti. Te sientes más liviano. Te sientes más valiente. Sientes que la humanidad, con todas sus heridas y maldades, aún vale la pena.

Ese fue el regalo que el Papa Francisco me dio. Y me imagino, por las lágrimas que he visto hoy y los silencios dolientes de millones de personas de distintas religiones, razas y fronteras, que ese mismo regalo se lo dio a muchos.

Hoy no solo lamentamos la partida de un Papa. Lamentamos la pérdida de una de las piezas más fuertes que tenía la humanidad en este plano de existencia.

Fue un hombre que volvió a hacer de la bondad algo radical. Que les recordó a los poderosos que la humildad no es debilidad. Que habló del amor no como doctrina, sino como deber. No era solo un hombre religioso. Era algo mucho más raro: era espiritualmente universal.

Soy hindú. Mi Dios tiene otros nombres. Mis oraciones vienen en otros ritmos. Pero habría seguido a este hombre a través del fuego. Porque en su creencia en Dios, llevaba una creencia en todos nosotros. Sus ojos no veían denominaciones: veían dignidad. Su voz, siempre suave pero nunca débil, cargaba con el peso de la verdad incluso cuando incomodaba a los cómodos. Especialmente cuando incomodaba a los cómodos.

Este mundo tiene una forma de desgastar tu alma. El ruido, la codicia, el odio, los rituales vacíos que se disfrazan de fe, patriotismo o valores familiares. Es fácil volverse insensible. Es fácil caer en el cinismo. Pero de vez en cuando, aparece alguien que nos recuerda que los ángeles mejores de nuestra naturaleza todavía están al alcance. Que la bondad aún es posible. Que no necesitamos ser perfectos para hacer el bien —solo necesitamos ser valientes.

El Papa Francisco fue ese hombre.

Eligió el amor por encima de la doctrina. La compasión por encima del juicio. Y lo más notable: eligió la acción por encima del aplauso. Caminó con los pobres. Se arrodilló ante los olvidados. Desafió a los poderosos no con ira, sino con coraje moral. Y todo eso lo hizo con una sonrisa que se sentía como una oración.

Él entendía algo que muchos líderes religiosos olvidan: que Dios no reside solo en templos, iglesias o mezquitas. Que la santidad no es un lugar —es una forma de vivir. Una forma de ver a los demás. Una forma de elegir la bondad, una y otra vez, incluso cuando duele.

Así que sí, hoy lamentamos. Yo lamento. No solo por el mundo católico, sino por todos nosotros. Porque cuando un hombre como este se va, se siente como si una luz se hubiera apagado.

Pero quizás —solo quizás— la forma de honrarlo sea convirtiéndonos en esa luz nosotros mismos.

Recordemos su fe en la humanidad, y dejemos que alimente la nuestra. Sigamos haciendo las jugadas correctas en este juego complicado, brutal y hermoso llamado vida. Digamos la verdad con gracia. Protejamos a los vulnerables, cuestionemos a los poderosos y elevémonos unos a otros no por quiénes somos, sino porque estamos aquí —juntos.

El Papa Francisco creía en un mundo donde la dignidad no era condicional. Donde la fe se vivía, no solo se predicaba. Ese mundo aún puede existir —si lo construimos.

Y quizás ese sea el último regalo que nos ha dejado. Un llamado, no a la desesperanza, sino al deber.

Porque mientras llevemos su fe en los demás, entonces, en verdad, él no se ha ido del todo.

Agradezco a mi querida amiga Nora, la lucidez de este aporte maravilloso.

CELEBRAR la vida cada día: Charla de Mario Alonso Puig

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Los niños han formado parte esencial de mi vida. No tuve un instinto maternal innato, debo reconocer que mi inclinación hacia la pediatría fue casi al momento de decidir mi especialidad.

Mi instinto se desarrolla al lado del niño que enferma, que se muestra indefenso, tan vulnerable y necesitado de apoyo, acompañado de una madre que siente la impotencia de que todo el amor no sea suficiente para poderlo librar de la enfermedad. La imagen de esta estampa me impulsaba a ser aliada en esta lucha y apoyar emocionalmente a la madre, (generalmente la madre era la acompañante de los infantes) y a aplicar mis conocimientos para poder curar al niño o niña enfermos.

Es así como mi instinto nace entre el dolor, la enfermedad, la ingenuidad y vulnerabilidad de los niños, la inigualable sensación de verlos recuperarse y reencontrar en ellos la sonrisa y esa magia maravillosa que tienen en la mirada y en sus movimientos graciosos que invitan a abrazarlos, a impregnarnos de su energía que fue para mí por tantos años la recarga diaria que en los días más aciagos me renovaba el espíritu.

Cuando me convierto en madre, ese instinto ya estaba desarrollado y más allá del romanticismo que conlleva la maternidad, sabía de lo que aunado a eso significaba tener un hijo, los riesgos, responsabilidades y el dolor que en ocasiones habría que afrontar cuando enfermaran. Estaba preparada, y pareció no haber sido mera coincidencia, porque en gran parte me blindó todo este fortalecimiento emocional para afrontar convertirme de pediatra a esa madre acompañante de un hijo que necesitaba en ese momento más mi amor que mi conocimiento médico.

Agradecí a las madres haber sido para mí guías y ejemplo de entrega total de fe ilimitada y templanza, para brindar confianza y la seguridad que un niño enfermo requiere.

Haber estado en ambas situaciones me dio la oportunidad de tener total empatía con las madres y padres de mis pacientes.

Así nace mi amor por los niños, por estos seres que inician la vida tan indefensos e ingenuos que no tienen más que dejar su confianza en los adultos, y quedar a merced de nuestras decisiones.

¿Cómo no amarlos? Llevan en ellos la dulzura de un corazón que no tiene rencores, que vibra de emoción y la demuestra sin inhibiciones, que es auténtico en su sentir sin temor a juicios, porque no sabe siquiera de ellos.

No se requiere ser madre para tener instinto materno, pero mi instinto se desarrolló al máximo al haberlo sido y al elegir ser pediatra y vivirlo con pasión sinigual, me hace ver en los niños la mágica etapa del ser humano que tiene que ser resguardada con responsabilidad y amor, para infundir en ellos confianza y las fortalezas que contribuyan a que lleven una vida independiente con salud física y emocional.

¡Los niños son un sol! ¡No uses bloqueador!




VIDEO ANIMADO: El papalote