domingo, 23 de junio de 2024

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

HISTORIAS QUE DEJAN  HUELLA

Las redes sociales representan un espejo de doble imagen: A través suyo  buscamos proyectar, no precisamente lo que somos, sino lo que quisiéramos hacer creer a otros que somos.

Estoy a una clase de terminar un maravilloso curso de narratología con Julián Herbert, un escritor al que siempre he admirado.  Más allá  de sus grandes logros literarios, sigue siendo la persona sensible y humana que conocí hace más de treinta años, en sus inicios como escritor.  Constituye una singular experiencia el aprender de un personaje que no ha perdido piso a pesar de su estatura como novelista y como académico.

Dentro de los temas que revisamos, esta semana vimos lo concerniente a dispositivos narrativos, esto es, los elementos que un escritor tiene a la mano para desarrollar un género literario. Citó infinidad de ejemplos, en particular me sorprendió lo relativo a las redes sociales y la forma como las publicaciones en dicho espacio detonan la creatividad de quien escribe.

De manera muy descriptiva habló del “Facebook” como una autobiografía icónica fingida; su descripción nos remitió a las publicaciones que muchos internautas llevan a cabo a través de redes sociales como diciendo “así soy yo”, porque es justo la imagen que buscan proyectar a otros a través de sus “selfis”, comentarios y textos.  Es una imagen ficcional que creamos y recreamos, en ocasiones cada día, como queriendo hacer notar nuestra presencia.



Lo han señalado diversos neurofisiólogos: El uso de las pantallas digitales se vuelve adictivo de muchas maneras. Por un lado, el algoritmo detecta y ofrece los contenidos que más procuramos en un momento dado; nos satura y hasta se puede decir que nos persigue, presentándonos diversas modalidades de aquello que comenzamos a buscar en línea, sean recetas de cocina, viajes turísticos o determinadas prendas de vestir. Si lo observamos bien, se vuelve hasta aterrador descubrir que todo un sistema mercantil nos pone en la mira y nos insistirá hasta el fastidio, con el objetivo de que compremos algún producto que se nos ocurrió buscar alguna vez. A ratos podría hasta despertar la paranoia en nosotros, los navegantes de la red.

Es sorprendente el modo en que la tecnología nos atrapa y hace suyos, digamos, en algo tan simple como los famosos Tik Toks. Alguien nos envía un video corto de esta modalidad, pero no viene aislado, sino seguido de toda una cadena de videos, desde cómicos hasta trágicos, que atrapan nuestra atención de modo que, si no ponemos atención, nos llegan a secuestrar una porción importante de nuestro tiempo, en contenidos que, ni buscamos y en realidad no nos interesan.

Me atrevería a afirmar que gran parte de la sensación que todos tenemos, de que el tiempo vuela a una velocidad mayor que antes, se debe a estos tiempos muertos que se generan en torno al uso de redes sociales. Además de colocarnos en una postura de público pasivo que poco interactúa, las redes sociales generan emociones que escapan de nuestro control, muy en particular en sitios como X (antes Twitter), en donde habitualmente se tiende a la polarización de asuntos expuestos, de tuiteros y de sus seguidores.

Todos los contenidos arriba citados para alguien que escribe pueden representar dispositivos narrativos que generen un texto literario. Desde ejemplos difíciles de imaginar, como son las novelas: “La teoría de las nubes” de Stèphane Audeguy, o “El libro de las nubes” de Chloe Aridjis, ambas escritas en este milenio, a partir de reportes climatológicos, o “Como agua para chocolate” de Laura Esquivel, cuyo dispositivo narrativo fueron unas recetas de cocina. Ello nos da una idea de cómo podemos utilizar variados elementos del entorno para comenzar a escribir, además de que el mensaje subliminal del caso es el que nos invita a no perdernos en redes sociales, sino, por el contrario, sacar provecho de ellas. El que escribe, para escribir mejor, y el que no, para optimizar contenidos y enriquecer su propio imaginario.

En este mundo un elemento que escapa de nuestro control absoluto es el tiempo. Diríase que, más bien somos nosotros los que estamos sujetos a su compás. El día que dejamos escapar no regresará, de modo que conviene aprovechar cada hora que vivimos en hacer algo de provecho con nosotros mismos. Que la tecnología sea nuestra aliada, no nuestro verdugo. Que a través de su uso racional y sensato podamos ampliar el horizonte de posibilidades para realizarnos como seres humanos. Que dejemos de lado las ficciones icónicas de la imagen, para enfocarnos a lo profundo de nuestro ser, y convertirnos en la persona que anhelamos ser, mediante el trabajo, la aplicación y la honestidad con nosotros mismos, propuestos a dejar una huella auténtica de nuestro paso por la vida.

CARTÓN de LUY

 


Star Wars – La orquesta Jedi interpreta: El cuarto de Tronos

Escrito sobre Saramago de su viuda Pilar del Río



Camoens, el perro que inspiró a José Saramago

“Entra, has encontrado tu casa”: así llegó Camoens a la vida de José Saramago. En el momento en que Manuel María Carrilho, ministro de Cultura de Portugal, le anunciaba a José Saramago que le había sido concedido el mayor galardón literario de la lengua portuguesa, un perro asustó tanto a una vecina que gritó pidiendo ayuda. Salimos a la calle quienes estábamos en casa y vimos que el fiero animal era un cachorro asustado del susto de la mujer. Por la puerta abierta del jardín entró el animal moviendo torpemente las piernas, un poco desgarbado, feliz de que nadie le maltratara. Cuando Saramago apareció comunicando que había recibido el Premio Camoens, supimos, en ese instante lo supimos, que el perro que había encontrado su casa no iba a tener otro nombre que el del gran poeta portugués. Y así, al menos en Lanzarote, Camoens fue nombrado cientos de veces al día, fue vida y fue homenaje. Y este perro dulce y noble, que nunca aprendió a comer despacio porque hasta llegar a casa había tenido que luchar contra el hambre y el abandono, con su corbata blanca dibujada en el pelo negro, que fue el modelo para el “Encontrado” de La caverna, un perro que, como todos los perros que Saramago inventa, es la mejor respuesta animal a la mejor conciencia humana, ha muerto con todos sus años y siempre amado.

Cuando Camoens regreso a casa tras la muerte de José Saramago no pudo aceptar la ausencia. Estuvo intranquilo durante el día, pero cuando llegó la noche y no vio al dueño ni en la cama ni en el sillón que habitualmente ocupaba, cuando una y mil veces recorrió el espacio entre las dos habitaciones, cuando entendió que el dueño ya no estaba ni iba a estar, que eso es la muerte, aulló, gritó, se desgarró en un dolor que describirlo araña el alma. No bastaron abrazos para consolarlo, ni palabras cariñosas: iba y venía de un lugar a otro en una carrera que partía el corazón, gemía con dolor humano. Por eso, un amigo que estaba en casa y vivió la noche, tituló al día siguiente su columna periodística: “Camoens llora por Saramago”.

Saramago ya no podrá llorar por Camoens, ahora que ha muerto tan dulcemente como vivió, tan honestamente animal que apetece aprender de su forma de estar en la vida. O tal vez, sin llorar, se encuentren en la sensibilidad creada que nada ni nadie puede destruir porque tanta vida compartida, y en tan amable compañía, no puede perderse. Por ahí están, en libros y memorias, en corazones que no se rinden, José Saramago con sus tres perros, Pepe, Greta y Camoens, poniendo belleza en el mundo, inmortales en la vivencia personal de quienes saben ver y, además, sentir.

Tomado del muro de El Club de los Libros Perdidos.

El sentido de la vida | 🎙 Ojalá lo hubiera sabido antes

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

En ocasiones es necesario desaprender uno mismo para poder educar a otros. En muchos aspectos creo que esta premisa es realidad, en el tema de la alimentación que me genera especial preocupación, es fundamental.
Pareciera que no es suficiente la información con la que contamos, que poca no es, acerca de la importancia que tiene una alimentación saludable. No parecen tener el impacto que debieran las estadísticas alarmantes de ocupar primeros lugares como país, en diabetes y obesidad, que cobran la salud y la vida de tantas personas que debiéramos considerarlas al parejo de las cifras de asesinatos que nos consternan y aterrorizan por la inseguridad en la que el país vive.

No es exagerar, decir que estamos fomentando con total inconsciencia un sinnúmero de padecimientos a través de nuestros malos hábitos alimentarios. Hemos normalizado el consumo de azúcar y chatarra, más allá de eso, le hemos dado importancia más que normal, al grado de sentir que no se puede hablar de niño feliz si no se le consiente o gratifica a través de las golosinas.

Tenemos estos conceptos tan arraigados, que ni siquiera intentamos estrategias para consentir de otra manera, de verdad no creemos que el placer de disfrutar sin control en gran parte de los casos, este tipo de alimentos se pueda ser feliz.

Estamos tan saturados por todos los medios de estos productos, los tenemos tan al alcance de la mano en empaque además llamativos, con sabores dulces unos, otros con el arte de provocarnos una explosión de sabor a través de sustancias nocivas como el glutamato monosódico que da origen a ese quinto sabor que el "umami" y que definitivamente hacen cierto el eslogan publicitario " a que no te puedes comer solo una".
Todo ello, por si fuera poco poderlos encontrar en cada esquina, resulta menos complicado que buscar las alternativas sanas, éstas implican más trabajo, simplemente tener que elegir frutas, verduras prepararlas, hacerlas atractivas al gusto, nos lleva a tomar la nutrición de nuestros hijos, de nosotros mismos tan a la ligera, que si acaso nos pasa por la mente un poco de culpa, inmediatamente nos justificamos en aras de hacer y ser felices dándonos ese placer bien merecido.

Difícil aprender a sentir que comer sano no está peleado con ser feliz, recordar que como decía Hipócrates, "que tu alimento sea tu medicina" para convertirlo en el causante de nuestras enfermedades, para después cuando ya el daño está hecho intentar retomar un camino que no conocemos, que estigmatizamos y consideramos de plena infelicidad, que hubiera sido tan fácil si desde el inicio de nuestras vidas, tuviéramos claro no auto agredirnos, a no controlar lo que ingresará a nuestro cuerpo con pleno conocimiento, si, porque definitivamente ya nadie puede decir que lo ignora, de los daños que a veces más temprano que tarde nos causarán,

En el balance entre la información, disponibilidad y conciencia de comer sano, y la avalancha publicitaria, comercial de la industria mal llamada "alimentaria", seguimos estando a favor de los malos hábitos y sus consecuencias, no es exagerar decir, en muchas ocasiones letales.
Desaprender, para poder educar, concientizar, estrategias para cambiar preferencias alimentarias y no colocar en un sitio privilegiado a estos agresores disfrazados de placer, como drogas permitidas, aceptadas, promovidas como parte esencial de ser feliz. Las enfermedades a veces llegan solas, otras las traemos nosotros mismos a casa.

Homba II: Huellas en la arena