domingo, 29 de mayo de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

QUINCE MINUTOS

Choqueados…

Pasmados…

Indignados…

Desesperados…

Así nos hallamos esta semana de profunda  desgracia: Un joven de dieciocho años llevó a cabo una terrible masacre en una escuela primaria  pública en Uvalde, Texas. Perecieron 19 niños y tres adultos.

Son de esas noticias que caen a plomo en la mente y el corazón.  Hechos que nos llevan a cuestionar cómo vivimos en una sociedad que incuba en su seno  personajes así de siniestros.

Surgen las terribles preguntas y las temerarias acusaciones.  Buscamos dónde colocar la etiqueta de “culpables” para, al menos esta noche, ir a dormir con la conciencia tranquila, sabiendo que estaba fuera de nuestro alcance haberlo evitado.   Sin embargo, en una segunda vuelta y haciendo acopio de nuestra más profunda honestidad, habría que reconocer que cada uno de nosotros es responsable de lo sucedido, así sea en una mínima proporción.

Sin afán de satanizar, habrá que enumerar lo que constituyó la antesala del escenario final: Era un alumno víctima de acoso escolar.  Lo describen sus compañeros como retraído y poco participativo.  Activo en redes sociales, donde ya había dado pistas de lo que tenía en mente.  Hijo de una madre con problemas de drogadicción, razón que lo llevó a vivir con los abuelos.

Se van atando cabos para concluir que dicho caldo de cultivo podría derivar en violencia.  Desde tiempo atrás dio atisbos de esas conductas reprimidas que, en un momento dado, tienen un brote explosivo que nadie se espera, pero que viendo en retrospectiva se explica por la suma de factores.

Ahora bien, ¿a quién vamos a responsabilizar?: ¿Al homicida, puesto que ya tenía la edad para manejar armas? ¿A su madre, o a los abuelos, que no detectaron los signos incipientes de sociopatía? ¿Al gobierno norteamericano? ¿A la NRA que aporta grandes sumas de dinero a los partidos políticos? ¿A las redes sociales?... Ahí podríamos seguir tratando de hallar culpables, sin mencionar lo recién detectado en los últimos días:  la tardanza de los cuerpos policíacos para intervenir y evitar la masacre.

He estado conociendo la tesis del filósofo sudcoreano  Byung-Chul Han, con relación a digitalización y democracia.  El autor menciona que, frente a la red, la información aísla a los internautas, dentro de una burbuja de  falsa “comunidad”.  Finalmente, los usuarios están cada vez más solos, bajo una ilusión  de pertenencia, siguiendo lo que los líderes digitales marcan.  Han denomina a estos seguidores de líderes en la red como “enjambres digitales”, para señalar la condición embrionaria de sus conciencias, a merced de los “influencers” y “youtuberos”, que van marcando el rumbo.  Su voluntad individual se halla obnubilada, sometida al yugo de un poder del otro lado de la pantalla.

Los receptores digitales  se tornan pasivos; frente a sus ojos ocurre un espectáculo de “performance” bien montado. Ante dicho escenario, su anhelo más grande será  montar un espectáculo inolvidable, que coloque su nombre en un lugar destacado, así sea por una única vez en la vida, a cualquier precio. En el mundo digital la información fluye tan rápido, que no hay tiempo para razonar las cosas.  Se actúa casi por impulso. Se abandona la reflexión que contrasta presente, pasado y futuro, por una obsesiva  búsqueda del éxito.

Los enjambres no dan lugar a comunidades; el concepto de “comunicación” es inexistente, no  incluye la presencia del otro. Lo que cuenta es mi sola opinión.  Yo, desde mi espacio privado, en un punto de éxtasis seré el amo de mundo, y hacia dicho objetivo centro mis afanes, dentro de una burbuja autista.

No hemos salido del pasmo, pero definitivamente necesitamos idear algo para cambiar el sentido de las cosas.  Los problemas han surgido por nuestras acciones individuales, y del mismo modo es la única forma de revertirlos: Frente a la grave crisis, generar un sentido de comunidad y trabajar todos, uno a uno, de manera activa.  No pontificando desde las redes; no criticando a los gobiernos; no satanizando… Vamos a desarticular el problema atomizando las acciones:

Si quienes leemos estas líneas, nos hacemos el propósito de dedicar quince minutos diarios a otros, a la vuelta se generará un círculo virtuoso capaz de modificar el ambiente.  Si hoy llamo a una persona solitaria, y mañana dedico esos quince minutos a visitar al vecino, y al siguiente día me enlisto para cooperar en un hospital o en una iglesia.  Si me organizo con otros para hermosear un sitio público, o llevar música a un asilo… Si, de los 1,440 minutos que tiene un día, dedico la centésima parte a hacer algo por alguien, y lo hago todos los días, y contagio la idea a otros, a la vuelta del tiempo surgirá un cambio social.  Será como la suave llovizna que a la larga termina por extinguir el peor de los incendios.

CARTÓN de LUY

 


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POESÍA de María del Carmen Maqueo Garza



Hay tanto niño herido en los corazones…
Palabras lacerantes
vueltas memoria antigua.
Dolores-cicatrices
hechos dagas.
Lloros contenidos
que se vuelcan en rabia.
Silencios
que gritan
con un grito sordo,
que, en la agitación de la jornada
nadie parece tener tiempo
de escuchar…
Pero unos y otros
palabras, memorias,
dolores, cicatrices,
lloros y rabia, y silencios
con sus gritos sordos
están ahí, ocultos, temerosos
cual bestia herida,
agazapados en las frías sombras
de la noche,
prestos a atacar...
Quizás soñando –sin saberlo—
con la calidez de un nuevo sol.


Un mensaje de sabiduría. Ramón Bayés, psicólogo y escritor

REFLEXIÓN en imágenes (tomada de la red)

 


Animaciones divertidas

 
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