domingo, 19 de agosto de 2018

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

¿CUÁL ES TU MARCA?
La vida  es una sucesión interminable de satisfacciones y desaguisados.  Vamos muriendo y renaciendo un poco cada vez, como dijera Amado Nervo, a manera de arquitectos de nuestro propio destino.
     La anterior reflexión está dada por un chicle y una revisión de mis libros de Medicina.  El paralelismo entre ambos, más que una coincidencia, es una razón para hacer un alto, reflexionar, y valorar más la vida.
     En días pasados acudí con un par de amigas a una  sala de cine de franquicia, a ver una simpática película de producción nacional.   Me agrada el cine que se hace hoy en día, ya superada la época de ficheras y matones.  Todo fue muy agradable hasta que –ya en casa—descubrí un chicle pegado en mi ropa que –me acabo de enterar--  también se adhirió al asiento que yo ocupé en  el vehículo de mi amiga. Me sentí apenada por el daño que el pegote pudo haber provocado a la  tapicería. 
   Quiero contrastar este incidente desagradable con lo que me sucedió  la mañana siguiente. Estoy reorganizando mi biblioteca, y ahora tocó el turno a un librero que albergó por mucho tiempo los  libros que utilicé durante mi carrera universitaria.  Dado el poco uso que tienen  en la era de la Internet, decidí donarlos para una buena causa.  Fue una sensación única, colocarlos frente a mí, luego ir tomando uno por uno entre las manos,  platicar con ellos como tantas veces lo  habré hecho, pero esta vez para   explicarles su nueva misión.  Surgieron sentimientos encontrados al sopesarlos, hojearlos, olerlos, y fijar la vista   en alguna de sus páginas haciendo que llegaran a mi memoria  instantes que creía olvidados, y que –como por magia—fueron apareciendo.  Aquello resultó  una sesión de remembranzas, sonrisas y dulces evocaciones.  Recordé maestros, compañeros de aula, anécdotas, y por supuesto el sacrificio que tuvieron que hacer mis padres para comprar cada uno de aquellos libros.  En ese momento pude ver de qué manera tan distinta cada ser humano va dejando su propia marca en la vida, dando algo de sí mismo durante cada etapa.
     Esos gestos de agresión velada, como sería el pegar intencionalmente un chicle en la butaquería de un cine, tal vez con la anticipación  gozosa de imaginar lo que alguien va a sufrir, son signos claros de enojo con la vida.  No se trata de una violencia directa contra alguien en específico por algo particular, sino que  es una violencia anónima y perversa, un desfogue,  hacer el mal por hacerlo.
     En esta vida  no actuamos para ser reconocidos, pero qué agradable es –como el caso de mis maestros, la mayoría de ellos fallecidos—recordar a un ser humano sintiendo la mayor gratitud hacia su persona, de modo que evocarlo nos permite esbozar una dulce sonrisa.  Recuerdo que los emolumentos de nuestros maestros eran simbólicos, si ellos estaban allí cumpliendo era por amor al arte, sembrando en los alumnos el amor a la Medicina.   Cada día que asistían a dar su clase, cada vez que nos estimulaban a aprender las materias, cada vez que se alegraban con nuestros logros, ellos emprendían un acto de amor por la vida.  Hoy los recordamos con cariño, y conservamos sus muchas  enseñanzas en el corazón.
     Cualquiera es buen momento para hacer un alto y preguntarnos cuál es la marca que vamos dejando a nuestro paso.  Medir cómo utilizamos el tiempo, qué proyecto de vida nos hemos trazado, y si lo vamos cumpliendo.  Cuestionarnos con sinceridad cómo o para qué utilizamos la palabra, de qué modo nos relacionamos con los demás, o –siendo sinceros-- cuántas veces echamos mano de nuestros recursos de comunicación para actividades tan ociosas como atacar o  murmurar.
     Hoy en día, cuando el acceso a las redes sociales se ha generalizado, habría que preguntarnos de qué modo hacemos uso de ellas, o cuántos de los mensajes que reenviamos tienen un propósito y un sentido, o si estamos reenviando indiscriminadamente todo lo que nos llega.
     En la medida en que el ser humano se considera auténtico y único, es como generará acciones de valor, que le permitan ir dejando huella de su paso por la vida.  Tendrá la capacidad de definirse por sí mismo, por lo que él decida hacer, y no por lo que los demás le señalen. Además  contará con la fortaleza para mantenerse por la ruta que se ha marcado, aun cuando pueda tener el viento en contra.  Aprovechará su tiempo en acciones que sean de beneficio, tanto para él como  para los demás.
     Suponer que porque urdiste un plan para dañar a otros eres un campeón, es tenerte en muy poco. Ocupar tu tiempo en cosas como esa, es un absurdo desperdicio  que a nada lleva.  Por ese camino puedes estar seguro de que  nunca  habrá alguien que te recuerde con cariño y agradecimiento,  como hoy recuerdo a mis maestros, esos  grandes   triunfadores. 

VIÑETAS por María del Carmen Maqueo Garza

Dócil, con la mansedumbre
de las hojas de otoño mientras caen.
Cuando llega el tiempo
de mudar afanes y colores,
          atender
los designios sagrados de natura,
gentil y dócil, frente al cambio.
No aferrarse a la rama,
no oponerse
a aquello que finalmente
          ha de ser.
Calmo, como el agua quieta,
dejándose llevar por la corriente
río abajo, a su destino.
Caducar, morir, partir en equilibrio,
porque así está escrito,
porque así ha de ser
          y nada más.

Excelentes reflexiones de un gran hombre

Pueden activarse subtítulos, por si batallan un poco con el acento del conferencista

Pequeño cuento: La sal de la vida


Un anciano maestro estaba ya cansado de escuchar las constantes quejas de su discípulo, así que pensó que debía enseñarle algo que le hiciera recapacitar.
Una mañana le pidió que le trajera sal y cuando regresó, el maestro le dijo que echara un puñado en un vaso de agua y que, a continuación se la bebiera.
—¿Cómo sabe ahora el agua? —preguntó el sabio anciano.
—Muy salada, —respondió el discípulo poniendo cara de asco.
Aguantándose la risa el maestro le indicó que repitiera la acción, pero en lugar de tirar la sal en un vaso lo hiciera en un lago. Caminaron sin prisas hacia un gran lago situado enmedio de un vergel a las afueras de su aldea y cuando el discípulo cumplió la orden el venerable maestro le pidió que bebiese.
—¿A qué te sabe ahora? —le preguntó.
A lo que el aprendiz le respondió:
—Esta agua está fresquísima. No sabe nada a sal, es una delicia para el paladar.
Entonces el maestro cogiéndole las manos a su discípulo, le dijo:
—El dolor de la vida es pura sal. Siempre hay la misma cantidad, sin embargo su sabor depende del recipiente que contiene la pena. Por eso, cuando te aflijan las adversidades de la vida, agranda el sentido de las cosas. Deja de ser un vaso y conviértete en un lago.

Tomado del blog reflexionesdiarias.es

Milagros de amor

Activar subtítulos, y en el asterisco traducción.

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Nos cuesta trabajo entender a ciertas personas son tan ajenas a nuestra manera de pensar, de actuar, definitivamente equivocadas, o raras, y más aún, las terminamos catalogando como locas.

A partir de como nosotros vivimos y pensamos, tomando como base de normalidad nuestra vida, es como juzgamos a los demás. Nos hemos perdido la oportunidad de tratar a gente que pudo haber resultado muy interesante y provechosa, por esos juicios ligeros de su apariencia, o porque simplemente no van de acuerdo con nuestras costumbres. Nos es difícil asimilar que alguien pueda vivir contrario a lo que nosotros tenemos establecido como "normal".

Si bien la convivencia con otras personas se da por similitudes en intereses, es importante abrirse un poco a aceptar a quienes nos ofrecen otros puntos de vista, a esa gente "rara" que ve el mundo con otra óptica, y alcanza a distinguir conceptos que quizá nosotros hemos pasado desapercibidos y hemos desechado sin mayor análisis. Son puntos de vista  que ofrecen muchas veces la posibilidad de entender mejor muchas interrogantes que dejamos sin responder, porque hemos elegido vivir con aquellos que nunca ponen en tela de juicio nuestros razonamientos. Tal vez sucede porque simple y sencillamente manejamos unas cuantas variables de las muchas que ofrece el pensamiento, y mantenemos un criterio estrecho, donde pocas posibilidades caben y resultan acertadas.

Hay gente "rara" de la cual nos quedan obras que nos estremecen, que admiramos. Gente creativa, pensadores que dejan reflexiones, filosofías de vida que han modelado nuestro pensamiento, nuestra espiritualidad.

Gente de esa "rara", distinta, que nos contradice, que nos muestra caminos alternos, que no por ello son equivocados. Los que nos hacen dudar y nos comprometen a ir más allá para encontrarnos con que en esta vida, la respuesta correcta, es que no hay una sola verdad.

Danza "Lebedushka" por el ensamble ruso "Birch"