¿CUÁL ES TU MARCA?
La vida es una
sucesión interminable de satisfacciones y desaguisados. Vamos muriendo y renaciendo un poco cada vez,
como dijera Amado Nervo, a manera de arquitectos de nuestro propio destino.
La anterior
reflexión está dada por un chicle y una revisión de mis libros de
Medicina. El paralelismo entre ambos, más
que una coincidencia, es una razón para hacer un alto, reflexionar, y valorar
más la vida.
En días pasados
acudí con un par de amigas a una sala de
cine de franquicia, a ver una simpática película de producción nacional. Me agrada el cine que se hace hoy en día, ya
superada la época de ficheras y matones.
Todo fue muy agradable hasta que –ya en casa—descubrí un chicle pegado
en mi ropa que –me acabo de enterar-- también se adhirió al asiento que yo ocupé
en el vehículo de mi amiga. Me sentí
apenada por el daño que el pegote pudo haber provocado a la tapicería.
Quiero contrastar este
incidente desagradable con lo que me sucedió la mañana siguiente. Estoy reorganizando mi
biblioteca, y ahora tocó el turno a un librero que albergó por mucho tiempo
los libros que utilicé durante mi
carrera universitaria. Dado el poco uso
que tienen en la era de la Internet,
decidí donarlos para una buena causa.
Fue una sensación única, colocarlos frente a mí, luego ir tomando uno
por uno entre las manos, platicar con
ellos como tantas veces lo habré hecho, pero
esta vez para explicarles su nueva misión. Surgieron sentimientos encontrados al
sopesarlos, hojearlos, olerlos, y fijar la vista en
alguna de sus páginas haciendo que llegaran a mi memoria instantes que creía olvidados, y que –como por
magia—fueron apareciendo. Aquello
resultó una sesión de remembranzas, sonrisas
y dulces evocaciones. Recordé maestros,
compañeros de aula, anécdotas, y por supuesto el sacrificio que tuvieron que
hacer mis padres para comprar cada uno de aquellos libros. En ese momento pude ver de qué manera tan
distinta cada ser humano va dejando su propia marca en la vida, dando algo de
sí mismo durante cada etapa.
Esos gestos de
agresión velada, como sería el pegar intencionalmente un chicle en la
butaquería de un cine, tal vez con la anticipación gozosa de imaginar lo que alguien va a sufrir,
son signos claros de enojo con la vida. No
se trata de una violencia directa contra alguien en específico por algo
particular, sino que es una violencia anónima
y perversa, un desfogue, hacer el mal por
hacerlo.
En esta vida no actuamos para ser reconocidos, pero qué
agradable es –como el caso de mis maestros, la mayoría de ellos
fallecidos—recordar a un ser humano sintiendo la mayor gratitud hacia su
persona, de modo que evocarlo nos permite esbozar una dulce sonrisa. Recuerdo que los emolumentos de nuestros
maestros eran simbólicos, si ellos estaban allí cumpliendo era por amor al
arte, sembrando en los alumnos el amor a la Medicina. Cada día que asistían a dar su clase, cada
vez que nos estimulaban a aprender las materias, cada vez que se alegraban con
nuestros logros, ellos emprendían un acto de amor por la vida. Hoy los recordamos con cariño, y conservamos
sus muchas enseñanzas en el corazón.
Cualquiera es buen momento para hacer un alto
y preguntarnos cuál es la marca que vamos dejando a nuestro paso. Medir cómo utilizamos el tiempo, qué proyecto
de vida nos hemos trazado, y si lo vamos cumpliendo. Cuestionarnos con sinceridad cómo o para qué
utilizamos la palabra, de qué modo nos relacionamos con los demás, o –siendo
sinceros-- cuántas veces echamos mano de nuestros recursos de comunicación para
actividades tan ociosas como atacar o
murmurar.
Hoy en día,
cuando el acceso a las redes sociales se ha generalizado, habría que
preguntarnos de qué modo hacemos uso de ellas, o cuántos de los mensajes que
reenviamos tienen un propósito y un sentido, o si estamos reenviando
indiscriminadamente todo lo que nos llega.
En la medida en
que el ser humano se considera auténtico y único, es como generará acciones de
valor, que le permitan ir dejando huella de su paso por la vida. Tendrá la capacidad de definirse por sí
mismo, por lo que él decida hacer, y no por lo que los demás le señalen. Además
contará con la fortaleza para mantenerse
por la ruta que se ha marcado, aun cuando pueda tener el viento en contra. Aprovechará su tiempo en acciones que sean de
beneficio, tanto para él como para los
demás.
Suponer que
porque urdiste un plan para dañar a otros eres un campeón, es tenerte en muy
poco. Ocupar tu tiempo en cosas como esa, es un absurdo desperdicio que a nada lleva. Por ese camino puedes estar seguro de que nunca habrá
alguien que te recuerde con cariño y agradecimiento, como hoy recuerdo a mis maestros, esos grandes triunfadores.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario