ROMPIENDO SILENCIOS
Soy melómana, aun así hay una serie de sones de los que
conozco poco o nada, y tal es el caso del reggaeton. Sé que es un ritmo afrocaribeño nacido en Jamaica, que emigró a Panamá, influenciado
por el hip-hop, y por los efectos electrónicos de los DJ, y que cumple una
función social en ciertas tribus urbanas.
De alguna manera, ya sea por lo poco que he escuchado canciones de este
corte, o que me inclino más por la armonía que por la letra, en realidad no sé decir
de qué temática tratan estos sones reggaetoneros.
En el curso de la semana el Dr. Juan Lino Fernández,
pediatra tamaulipeco, buen amigo muy
avezado en redes sociales, dentro de un Foro de Pediatras al cual ambos
pertenecemos compartió un video que me dejó muda. Dos jóvenes nos llaman la atención a los
adultos con relación a los contenidos sonoros que escuchan los hijos, para ello
reproducen un fragmento de reggaeton
desglosando la letra del mismo, este habla de las distintas variaciones
del acto sexual. Para quienes no estamos familiarizados con ese tipo de música,
de entrada aquello no llama la atención, aunque a la hora de ir colocando la
letra se distingue claramente su contenido.
Más delante los mismos presentadores nos hacen ver que estos contenidos están al
alcance de cualquier menor de edad, y para demostrarlo incluyen fragmentos de
videos tomados de youtube, en los que niños no mayores de 10 años bailan esta
misma canción, cantándola palabra por palabra. Está visto que algunos, por
razón de su edad, o no alcanzan a captar el significado de la letra, o están
tan familiarizados que ni se sorprenden, en tanto otros claramente se
abochornan al tiempo de ir cantando, o sea que tienen alguna idea de qué se
trata el contenido.
Lo más sencillo es desviar la mirada para otro lado y decir
que eso sucede en cierto estrato social, pero no en el nuestro, o bien
adelantar que en estos tiempos en los que todo se vale, “no hay bronca” con tales
contenidos, para ignorar el asunto, borrarlo de nuestro imaginario y ponernos a
pensar en cosas más agradables. Yo los
animo a no caer en esta postura cómoda, sino por el contrario escuchar estas letras,
entender que no es normal que un niño de 8 o de 10 años esté hablando de
posiciones sexuales como si platicara de hacer palomitas. No a esa edad, no presentado de ese modo, no
con ese desprecio por la figura femenina, no exaltando la función como semental
de la figura masculina.
Lo anterior pone en evidencia esos terribles silencios que
zanjan a la generación de los chavos con respecto a la de los adultos, sean padres o
formadores. La prístina negación de los
mayores frente a la maligna exposición a todo tipo de contenidos a la que están
sujetos los menores de edad hoy en día.
No se trata de prohibir a los chavos el acceso a redes sociales ni de colocar bajo tres candados los celulares o
las tabletas… Se trata en primer término de acercarnos a los jóvenes con
interés por conocer a qué contenidos acceden, poner atención a los temas que
incluyen y cómo los presentan, y más delante dialogar con ellos para tratar de
entender por qué les llaman la atención, y una vez que quedan claros los motivos, valorar junto con
ellos si ese conducto es el más apropiado para conseguir aquello que ellos
buscan. Muchas veces es la necesidad de
sentirse identificado, de satisfacer su sentido de pertenencia a un grupo que
él identifica valioso y validador.
Desde el momento cuando vamos con la espada desenvainada, ya
hemos cortado toda posibilidad de apertura de su parte. Cuando nos espantamos con lo que conocemos o
fiscalizamos, tenemos asegurado el hermetismo de los jóvenes. Alguna vez cuando una madre me pedía
orientación sobre cómo manejar a sus hijos adolescentes, le sugería abrir los
sentidos, captar lo que percibe y hacer cara de que nada le asusta. Es la única manera de que el chavo sienta la
confianza suficiente como para abrirse, pues para saber sus cosas necesitamos
que lo haga, de otro modo poco o nada vamos a lograr.
Esos silencios generados por la diferencia de edad entre
jóvenes y adultos, o por la apropiación de tecnologías que ellos como nativos
digitales tienen y nosotros no; esos silencios provocados por nuestros temores
a indagar y luego no saber qué hacer con lo que hallemos, tanto que prefiramos
suponer que no pasa nada y quedarnos en nuestra bendita ignorancia… Esos
silencios son los que necesitamos romper antes de que nuestros chavos cometan
un error que les cueste demasiado. Ellos
saben mucho de muchas cosas, pero el valor de la experiencia no lo da más que
el tiempo, y eso no debemos de olvidarlo.
Por cierto: ¿Conoces bien qué música le gusta a tus hijos?
¿Qué personajes admiran y por qué? Hoy domingo es un buen día para platicar y comenzar
a averiguarlo.