EL DESASTRE QUE SE AVIZORA
La
obra de la escritora inglesa Noreena Hertz respecto a la soledad publicada por
Paidós se intitula: “El siglo de la soledad”. Es un interesante ensayo, entre
personal y académico, que da cuenta de la forma como la soledad se hace
presente en estos tiempos y de la forma en que los humanos tratamos de
paliarla. Visita incontables escenarios
para describir estados de ánimo, actividades y consecuencias en torno a la
sensación de soledad, y nos habla de la serie de emprendimientos que se
desarrollan para tratar de combatirla en los distintos grupos de edad, hablando
desde robots de compañía programables para niños pequeños, hasta aquellos
capaces de actuar como compañeros de vida o sexuales para jóvenes introvertidos
o personas mayores que se encuentran solas.
Hay
diversos planteamientos éticos que la autora hace respecto a los robots, en
particular si, con el aumento de estas máquinas haciendo funciones de humanos,
sus propietarios van a desarrollar un narcisismo que a la larga les dificulte aún
más el sostener relaciones de afecto con otros seres humanos, que no podrán ser
tan precisos en sus reacciones como lo es un robot al que se le programan sus
funciones. En particular complicado
cuando se trata de niños, que crecerán demandando de sus pares la precisión que
las máquinas ofrecen.
Un
punto que la autora deja por demás claro es el hecho de que el aislamiento en
el que tendemos a caer dificulta la comunicación con otros. Comenzó a escribir su libro antes de la
pandemia por COVID19, aunque la obra fue publicada por primera vez hasta el
2020. Es cauta al suponer que las
consecuencias que tendrá el confinamiento sanitario de esos años provocarán
mayores repercusiones emocionales en la población mundial. No se equivocó, de
alguna manera el temor terrible que provocó la transmisión del virus en los dos
primeros años de la pandemia generó un marcado distanciamiento entre humanos.
Me atrevo a afirmar que, en el 2025, aunque ya se cumplieron dos años de declarada
como terminada la pandemia por COVID19, aún flota en el ambiente un cierto
temor que se intensifica cuando nos enteramos del surgimiento de brotes
aislados del virus inicial o de algunas cepas relacionadas.
La
autora habla también de un concepto que hallé novedoso y por demás interesante.
Se denomina “arquitectura disuasoria”. Pone de ejemplo principal un diseño
denominado “banca de Camden”, cuya conformación desanima a los transeúntes a
permanecer largo rato sentados en ella.
Fue creada originalmente para colocarse en el exterior del banco del
distrito londinense de Camden, en donde solían estacionarse personas en
situación de calle. La construyeron como una medida de seguridad que, sin
embargo, al mismo tiempo representa una agresión urbana. Estos modelos de
arquitectura hostil o disuasoria se han replicado en grandes urbes, tanto en
las zonas comerciales como en los parques recreativos, lo que limita o anula
por completo la convivencia entre seres humanos, sumándose a las otras formas
existentes de dificultad para la comunicación presencial.
La
autora hace hincapié en lo necesario que es fomentar la conexión y la
amabilidad de unos con otros, con el fin de favorecer la salud mental, la
inteligencia emocional y la creación de ambientes tanto domésticos como
laborales –y escolares, hay que decirlo—encaminados a la creación de una
sociedad satisfactoria para todos.
La
crisis de soledad ha llegado a ser tan grave, que en algunos países de primer
mundo ya se han instalado Ministerios de la Soledad. Tal es el caso de Japón y
Reino Unido. De igual manera se han establecido instancias internacionales
dedicadas a resolver este problema que acarrea consecuencias, tanto físicas
como emocionales y espirituales. El
mercado hace lo suyo creando compañías que ofrecen amigos de carne y hueso con
tarifas por hora para platicar, tomar café o ir de compras. Cobran alrededor de
mil pesos por hora, y muchos de ellos tienen clientes asiduos que los contratan
durante varias horas a la semana.
Es
positivo que los gobiernos tomen en cuenta los problemas emocionales de la
población en el diseño de políticas de urbanización y socialización. Es importante que nosotros, como ciudadanos,
identifiquemos el grado como este problema nos impacta, para buscar resolverlo
con nuestros propios recursos. Darnos
cuenta de que vivir metidos en el celular puede significar que huimos de una
realidad que no nos satisface. Y entonces revisar por qué conductos podemos
mejorar, primero nuestra propia persona y luego nuestro entorno.
La
conclusión a la que llega Noreena Hertz es que, para cambiar las cosas, es
necesario interactuar con los demás, trabajar juntos por causas comunes a
todos, y así salvarnos del desastre que hoy se avizora.
