domingo, 3 de agosto de 2025

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 EL DESASTRE QUE SE AVIZORA

La obra de la escritora inglesa Noreena Hertz respecto a la soledad publicada por Paidós se intitula: “El siglo de la soledad”. Es un interesante ensayo, entre personal y académico, que da cuenta de la forma como la soledad se hace presente en estos tiempos y de la forma en que los humanos tratamos de paliarla.   Visita incontables escenarios para describir estados de ánimo, actividades y consecuencias en torno a la sensación de soledad, y nos habla de la serie de emprendimientos que se desarrollan para tratar de combatirla en los distintos grupos de edad, hablando desde robots de compañía programables para niños pequeños, hasta aquellos capaces de actuar como compañeros de vida o sexuales para jóvenes introvertidos o personas mayores que se encuentran solas.

Hay diversos planteamientos éticos que la autora hace respecto a los robots, en particular si, con el aumento de estas máquinas haciendo funciones de humanos, sus propietarios van a desarrollar un narcisismo que a la larga les dificulte aún más el sostener relaciones de afecto con otros seres humanos, que no podrán ser tan precisos en sus reacciones como lo es un robot al que se le programan sus funciones.  En particular complicado cuando se trata de niños, que crecerán demandando de sus pares la precisión que las máquinas ofrecen.

Un punto que la autora deja por demás claro es el hecho de que el aislamiento en el que tendemos a caer dificulta la comunicación con otros.  Comenzó a escribir su libro antes de la pandemia por COVID19, aunque la obra fue publicada por primera vez hasta el 2020.  Es cauta al suponer que las consecuencias que tendrá el confinamiento sanitario de esos años provocarán mayores repercusiones emocionales en la población mundial. No se equivocó, de alguna manera el temor terrible que provocó la transmisión del virus en los dos primeros años de la pandemia generó un marcado distanciamiento entre humanos. Me atrevo a afirmar que, en el 2025, aunque ya se cumplieron dos años de declarada como terminada la pandemia por COVID19, aún flota en el ambiente un cierto temor que se intensifica cuando nos enteramos del surgimiento de brotes aislados del virus inicial o de algunas cepas relacionadas.

La autora habla también de un concepto que hallé novedoso y por demás interesante. Se denomina “arquitectura disuasoria”. Pone de ejemplo principal un diseño denominado “banca de Camden”, cuya conformación desanima a los transeúntes a permanecer largo rato sentados en ella.  Fue creada originalmente para colocarse en el exterior del banco del distrito londinense de Camden, en donde solían estacionarse personas en situación de calle. La construyeron como una medida de seguridad que, sin embargo, al mismo tiempo representa una agresión urbana. Estos modelos de arquitectura hostil o disuasoria se han replicado en grandes urbes, tanto en las zonas comerciales como en los parques recreativos, lo que limita o anula por completo la convivencia entre seres humanos, sumándose a las otras formas existentes de dificultad para la comunicación presencial.

La autora hace hincapié en lo necesario que es fomentar la conexión y la amabilidad de unos con otros, con el fin de favorecer la salud mental, la inteligencia emocional y la creación de ambientes tanto domésticos como laborales –y escolares, hay que decirlo—encaminados a la creación de una sociedad satisfactoria para todos.

La crisis de soledad ha llegado a ser tan grave, que en algunos países de primer mundo ya se han instalado Ministerios de la Soledad. Tal es el caso de Japón y Reino Unido. De igual manera se han establecido instancias internacionales dedicadas a resolver este problema que acarrea consecuencias, tanto físicas como emocionales y espirituales.   El mercado hace lo suyo creando compañías que ofrecen amigos de carne y hueso con tarifas por hora para platicar, tomar café o ir de compras. Cobran alrededor de mil pesos por hora, y muchos de ellos tienen clientes asiduos que los contratan durante varias horas a la semana.

Es positivo que los gobiernos tomen en cuenta los problemas emocionales de la población en el diseño de políticas de urbanización y socialización.   Es importante que nosotros, como ciudadanos, identifiquemos el grado como este problema nos impacta, para buscar resolverlo con nuestros propios recursos.  Darnos cuenta de que vivir metidos en el celular puede significar que huimos de una realidad que no nos satisface. Y entonces revisar por qué conductos podemos mejorar, primero nuestra propia persona y luego nuestro entorno.

La conclusión a la que llega Noreena Hertz es que, para cambiar las cosas, es necesario interactuar con los demás, trabajar juntos por causas comunes a todos, y así salvarnos del desastre que hoy se avizora.

CARTÓN de LUY

 


"Soledades" de Dan Gibson

REFLEXIÓN del DR. Carlos Sosa

El lenguaje de los que ya no gritan

A esa hora en que el mundo todavía no decide si va a despertar o seguir dormido, la luna sonríe con desgano.
No alumbra —consuela.
No guía —testifica.

Y ahí estás vos, parado frente al horizonte que sangra en naranjas y violetas, como si el cielo estuviera confesando algo.
No hay ruido.
Ni prisa.
Solo el pacto sagrado entre tu respiración y el universo,
ese contrato silencioso donde no hace falta hablar para entender que estás vivo.

Porque hay amaneceres que no son paisajes,
son mensajes.
Son maneras que tiene Dios —o lo que sea que lo reemplace— de recordarte
que todavía valés.
Que aunque el caos te sacuda de noche, todavía hay belleza que no depende de vos.
Y eso es esperanza.
Y eso, en tiempos así, es casi un milagro...

El día que lo perdí todo | Liliana Olivares | TEDxTecdeMty

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez


Cada vez nos va siendo más difícil comunicar nuestras emociones en forma verbal. Vamos siendo rebasados por la tecnología, y nuestras antiguas charlas van siendo reemplazadas por mensajes en las diferentes aplicaciones, y nuestro sentimiento transmitido con stickers o emoticones.

Podemos enmascarar fácilmente lo que realmente sentimos, el escondernos tras una pantalla impide que nuestro(s) interlocutor(es) pueda(n) apreciar lo que a través del lenguaje corporal transmitiríamos.

La comunicación nunca ha sido fácil, solemos no ser francos en nuestras expresiones, responder a la pregunta de "¿qué te pasa? con el clásico"nada, no me pasa nada", cuando nuestra discordante mirada revela un sismo emocional que nuestra boca atrapa dentro de sí. Así se mantienen relaciones que solo en apariencia son amigables, cuando encierran heridas a veces graves que nunca se intentaron sanar, rencillas que quedaron sin conciliar y que se dejan flotando en el aire esperando que el tiempo las resuelva, pero que indudablemente dañan los afectos y tienen un costo que solo la comunicación franca y bien intencionada podría resolver.

Habremos de buscar el tiempo y el espacio para mantener la capacidad de percibir más auténticamente a las personas, para no perder el valor que tiene el lenguaje corporal en nuestras interrelaciones, a no depender de tan solo mensajes para mantenernos en contacto con nuestros seres queridos.

Nada habla mejor por nosotros que nuestra mirada, volver a buscar en ese contacto visual la magia que descubre el alma.

Tuit tuit: Video animado de Zhana Bekmambetova