domingo, 26 de febrero de 2012

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

DE PANZAZOS Y ABRAZOS
La presente es una de esas ocasiones cuando debo escribir  para exorcizar algo que me viene quemando dentro.  Mientras   me apresuro a encender la computadora, me causa sobresalto  escuchar a la distancia la sirena de una ambulancia…
   Acaba de estrenarse en salas “De panzazo”, documental que exhibe el pobre nivel de la educación en el país. Algún colega pediatra la   desestimó argumentando que plantea un problema pero no da soluciones. En mi opinión la función del periodismo  es  documentar los hechos; ya corresponderá a la sociedad  hallar soluciones.   En este  tenor quiero plantear un problema, y como la película, no tengo la solución  ni  es mi tarea hacerlo,  pero  ello no me exime de la obligación  de  denunciar.  
   Quienes escribimos tenemos dos deberes morales, el   primero es  capturar hechos, leer silencios,  dar vida y voz a las instantáneas  que  cruzan frente a nosotros,  y que  unas veces nos tocan,  y  otras más nos atrapan.   El segundo es dejar constancia.
   Esta misma tarde regresaba de un procedimiento dental prolongado, ansiando llegar a casa. Avanzaba  teniendo vía libre hasta un cruce  donde obliga el alto; en ese punto me enfilé para dar vuelta a la derecha,  en tanto delante de mí había otro vehículo que   intentaba dar vuelta a la izquierda.  Intempestivamente apareció detrás de nosotros un tercer  vehículo que se desplazaba  a toda velocidad, y que sin reducirla acaso, pretendió adelantarse al vehículo que doblaría a la izquierda, y al no conseguirlo se atravesó delante de mí para dar vuelta a la derecha.  A esa misma velocidad continuó prácticamente “volándose” todos los altos hasta que lo perdí de vista a la distancia.
   En el interior alcancé a ver a una chiquilla   de unos diecisiete años; lo que  pude  advertir en su rostro fue   un rictus de enojo y frustración, al grado que  parecía no importarle lo que pudiera    provocar su irresponsable modo de conducir.   Ya no digamos que no le  preocupara qué llegara a causar a otros, simplemente se percibía a la distancia que le  daba igual estrellarse y morir.
    Camino a casa después del incidente, revoloteaban en mi cabeza un montón de ideas: Una cosa era muy evidente, la chiquilla se hallaba sumamente alterada,  entonces quise imaginar qué habría podido causar tal frustración y enojo.  Lo más sencillo, un pleito con el novio, o un disgusto con sus padres, o un contratiempo    en la escuela, o  algo que no salió como había planeado…. Entonces me puse a especular cómo  iría a reaccionar frente a problemas mayúsculos como los que  hemos atravesado quienes hoy   bordeamos la adultez intermedia. Una quiebra económica, una enfermedad incurable, la muerte de un ser querido, cómo  irá a enfrentarlos, cuando ahora  lo hace desafiando a la muerte.
    Éste es el punto de mi escrito donde ya he sacado lo que traía adentro y me siento liberada, aunque el problema siga colgado de la nada, sin visos de solución.  No podría  atinar a decir cómo resolverlo;   se vislumbra como algo a tal grado complejo, con tantas facetas, que sería  una fanfarronada    decir que  existe una receta mágica  para desaparecerlo.   Habrá más bien  que analizar el caldo de cultivo en el que se desarrollan adolescentes con tan baja tolerancia a la frustración, a quienes parece no importarles matar o morir ante  cualquier contratiempo.   Y luego desentrañar qué elementos  moldearon a esta chica de  pequeña,   qué tanto hubo de soledad  o maltrato, al grado que  hoy demuestra no   poseer un solo gramo de amor  por la vida.
   “Mexicanos Primero” realizadora de la película “De Panzazo”, es una ONG que merece todo mi respeto y reconocimiento.  De  forma paralela el Consejo de la Comunicación conmina a los padres a leer con sus hijos durante veinte minutos al día para mejorar  su educación.  Algo equivalente se apetece sugerir a los padres para la formación de niños que amen la vida, veinte minutos de  atenta y real escucha, veinte minutos de abrazos, veinte minutos de plática y de risas. ¿Será acaso mucho pedir?...
   Mientras esperaba al dentista me tuve que recetar  un rato de “Señorita Laura”  asquerosamente desbordante de lágrimas, mocos e imputaciones bizarras, que no por nada capturan la atención de la gente, aún cuando uno quiera sacudirse el programa como si de un bicho se tratara.  Ya en casa, con esta mezcla de ideas y percepciones, se instaló una pregunta muy simple: ¿Cómo es que siempre hay tiempo para tantas tragedias ociosas, y  no lo hay para   amar a los hijos “hasta que duela”, como diría Teresa de Calcuta? 
   La imaginación me juega chanzas; cuando la chiquilla cruzó frente a mí  no pude evitar un mal pensamiento, “se va a matar”.  Dios quiera  y mi sobresalto de hace un rato no  resulte  ser de mal agüero.

COSAS NUESTRAS por Jorge Villegas



Legado
¿De verdad es éste el mundo que quiere usted legar a los hijos, a los nietos?
¿Un mundo que sólo se puede vivir de día, porque la noche es homicida?
¿Donde los niños se echan pecho a tierra al primer cohetón
¿Con un sistema que gratifica la corrupción y la transa.?
¿Con policías comprados o sojuzgados por los criminales?
¿Funcionarios dando palos de ciego, blindados y rodeados de guaruras?
¿Donde es pecado de muerte lucir el esfuerzo del trabajo y el ahorro?
Con ese mundo legado, nos preguntarán las generaciones: ¿Por qué no hiciste algo?
jvillega@rocketmail.com

Audiovisual de Chico Sánchez: Reserva de la Biósfera El Triunfo, en Chiapas.

Amigos: Chico Sánchez nos presenta el gran bosque chiapaneco, el misticismo del pueblo indígena en torno cada uno de sus elementos, y el modo como el mundo moderno está acabando con su riqueza, a la larga irrecuperable. ¡Hermoso!

Oración de Papíkuano (Gran Jefe Kikapú, (1879-1970)

Oración de Papíkuano 
¡Oh Gran Espíritu!

Cuya voz oigo en el viento

y  cuyo aliento da vida

a  todo el mundo, escúchame:

Yo soy pequeño y débil,

necesito de tu fuerza y sabiduría.

Permíteme  caminar

por la senda de la belleza,

y  que mis ojos contemplen siempre

el  rojo y el morado del ocaso.

Haz que mis manos respeten las cosas

que tú has  hecho, y da a mis oídos

la agudeza  para oír tu voz.

Hazme sabio, para que yo pueda comprender

las cosas que tú enseñaste a mi pueblo.

Permite que yo aprenda las lecciones

que tú has escondido en cada hoja

y  en cada roca.

Permíteme ser fuerte, no para colocarme 

por encima de mi hermano,  sino
 para luchar  contra mi  mayor enemigo:

¡Yo mismo!

Haz que siempre este listo para ir a ti

con la vista alta y las manos limpias,

así cuando que la vida se desvanezca

como  se desvanece el sol en el ocaso,

mi espíritu pueda ir a ti

 sin asomo alguno  de vergüenza.

MOGEE; Increíbles efectos acústicos a partir de elementos ordinarios

LA VIDA ES COMO UN CERILLO por Gaby Vargas




Mateo, de dos años y con la energía de un niño feliz, brinca desde la orilla de la alberca y se sumerge dentro del agua una y mil veces sin parar. Se siente muy seguro y confiado gracias a los flotis que su mamá le colocó a regañadientes en los brazos.

Al preparar su siguiente salto al agua, más rápido de lo que pude reaccionar, se quitó uno de los flotadores –decidió que le estorbaba– y lo aventó fuera de la alberca. ¡Splash!, se lanzó como siempre, sólo que sintió la angustiosa realidad de hundirse sorpresivamente.

Como en cámara lenta mi mente lo registró y lo saqué tan rápido como pude. Segundos eternos en los que los dos aprendimos la lección. Mateo sobre la utilidad de esos aditamentos que creía una necedad; y la abuela, sobre la fragilidad de la vida.

Así somos los humanos. Decía Borges que no hay un absurdo mayor que la inmortalidad de los dioses, porque cuando crees que vas a vivir eternamente es cuando cometes tonterías. ¡Ah, es cierto! Necesitamos que la vida nos quite un flotador para entonces sí apreciarla. Irónicamente requerimos de las crisis y la fricción, necesitamos sentir el hundimiento, el vacío y tener algún tipo de disonancia, de dolor, porque, paradójicamente, es lo que nos abre a la vida.

Ciertamente si estuviéramos en el paraíso, no nos moveríamos nunca. Cuando sientes que te hundes –si algo tiene de positivo– suena la campana para que el alma se manifieste.

La mayoría de los que llegamos a los 40 o ya los pasamos, nos hemos tambaleado en alguna área: en el trabajo, la relación de pareja, algún problema de salud, alguna pérdida, un problema con un hijo, algún tipo de adicción o lo que sea, es parte de la vida.

Cuando pasas por una crisis ineludible, como por ejemplo, la de la mitad de la vida, una de las cosas que más te pega es darte cuenta de que eres mortal, que has llegado a la cima de tu edad biológica y que, te guste o no, comienza el mediodía de tu existencia. Y al igual que Mateo, sientes que te quitan un flotador. La vida te da un aviso para que la vivas y la disfrutes con intensidad, porque pronto se puede terminar. Como diría Nietzsche: "La vida no es una mujer seductora; la vida es una mujer que te grita que luches por ser digno de ella. Si no la buscas, jamás te encontrarás con ella".

De alguna manera, alrededor de los 40 años te doblas ante lo implacable del paso del tiempo. Ahora sí, en cada cumpleaños, festejas vivir un año más y, al mismo tiempo, sientes el pellizco en el estómago porque sabes que significa vivir un año menos.

Este punto de quiebre nos ofrece dos lecturas: la primera es la de la pérdida en varios de sus niveles: pérdida de energía, del gozo de la irresponsabilidad, de los desvelos sin consecuencia o de la urgencia por construir un futuro. La segunda es la lectura de una ganancia: un despertar en la mirada que aprecia el mundo de diferente manera y disfruta la belleza del instante, de lo simple, te das cuenta de que lo que antes te deslumbraba, no es en realidad lo que te hace feliz, y de que el momento para ser la mejor versión de ti mismo es ahora.

Cuando te quedas sólo con la primera visión es muy probable que la amargura te invada, o lo que es lo mismo, que la vida te quite el otro flotador y te sientas muerto en vida. Nuevamente, como dijo Nietzsche: "Eres igual que un cerillo, para que puedas vivir tienes que consumirte". Así es, a ese consumirnos constantemente le llamamos vida. Sólo cuando le damos valor a la muerte, le damos valor a la vida. Es por eso que pasados los 40 años, la vida toma un sentido maravilloso, cómo vivirla es nuestra opción.

Tomado de http://www.gabyvargas.com

SINFONÍA DEL MUNDO ANIMAL: Tercer movimiento