domingo, 18 de diciembre de 2022

CONTRALUZ por María del Carmen Maqueo Garza

 

REFLEXIÓN EN TORNO A LA NAVIDAD

Para todos, grandes y pequeños, cristianos y legos, la Navidad representa un alto en el tiempo.  Un momento cargado de magia para la convivencia, el agradecimiento y el perdón.

En el seno de algunos hogares, al lado del goce por la reunión, habrá dolor por la pérdida de algún ser querido que dejó el plano terrestre en estos últimos meses.  Cuando perdemos a un ser amado sentimos que el universo se paraliza en torno a nosotros. No es fácil asimilar que todo en derredor en realidad continúa, porque así ha de ser, porque la vida de cada uno de nosotros dentro del todo que nos ha tocado habitar, es una arenilla en la inmensa playa cósmica.

La pandemia nos ha dejado grandes enseñanzas.  Una de las que yo  me llevo bajo el brazo para el resto de mi propio camino, es descubrir que lo que verdaderamente  proporciona la felicidad no tiene que ver con regalos de temporada que se dan o se intercambian.  Lo  profundo en forma auténtica  es aquello que damos de corazón, con el alma puesta en ello, independientemente del valor económico de lo obsequiado.

Como cada año surgen las conductas contradictorias entre todos nosotros: Vamos con prisa sobre la cinta asfáltica, a empellones en los locales comerciales, porque nos urge reunir todo lo necesario para celebrar la ocasión.  Festividad que tiene que ver con la llegada al mundo de Jesús, ese rey que, con tal de ser accesible para todos, eligió nacer en la más grande pobreza.   Buscamos celebrar la ocasión entre viandas y bebidas, cuando el que nace lo hizo sin otro regalo que el calor del pecho de su madre.

Buen momento para repasar lo que ha sido nuestro actuar a lo largo de este año.  Las ocasiones cuando ese Jesús semidesnudo y famélico se colocó en nuestro campo visual para tocarnos el corazón, y al que probablemente dejamos con la mano extendida, temerosos de contaminarnos o de empobrecernos con la dádiva.  A ese grado nuestro apego a las cosas materiales.

Buen momento para entender que la cultura del individualismo nos lleva finalmente a la soledad.  A hallarnos, tal vez rodeados de grandes títulos y suntuosas posesiones, pero solos, sin tener con quien compartir nuestros logros.  Una invitación que hoy nos lanza la vida para avanzar en compañía, para dejar de lado la molicie y actuar; desechar el ego maligno y animarnos a compartir el camino, al fin que todos vamos hacia un mismo destino.

El corazón nos tiende trampas.  Creemos estar dando amor con una palmadita en la espalda o con un emoticón alusivo a la solidaridad, cuando lo que nuestros hermanos necesitan son acciones puntuales, dirigidas a sanar, a satisfacer esa necesidad que les está sofocando.  La generosidad no es de relumbrón para la foto; cuando es verdadera se ejerce desde el silencio, sin aspavientos, convencidos de que no hay mérito en retribuir a la vida un poco de lo que ésta, para nuestra fortuna, nos ha dado de manera sobrada, al grado de permitirnos compartir.

Navidad es tiempo de perdonar, de entender que todos somos humanos, y como tales nos equivocamos y actuamos de una forma que puede lesionar a otros, inclusive a nuestros seres más queridos.  Perdonar es liberarnos nosotros de una carga que venimos arrastrando desde el corazón; es tener la sabiduría de reconocer que, finalmente, así como hoy perdonamos, en algún otro momento habremos de ser perdonados.

Ahora, que la enfermedad continúa haciéndose presente en torno nuestro, lejos de angustiarnos conviene, sí, ser cautos, pero no paralizarnos por nuestro miedo vital.   Hacer una llamada, enviar un correo; tal vez aproximarnos a quien está solo, enfermo o sufriendo, sea el mejor regalo de temporada que podamos dar.

La alegría de los infantes en estas fechas nos recuerda que la vida está para ser disfrutada.  Para despertar a nuestro niño interior e invitarlo por un rato a llevar la batuta de nuestras emociones.  Hoy se vale reír, se vale llorar, se vale abrazarnos sin otro propósito que no sea el de hacer manifiesto el amor de Dios entre nosotros, sus hijos.

Van mis mejores deseos para los magnánimos lectores que me han regalado la paciencia de leerme durante este año, tan significativo para mí. A  mediados del mismo estuve a punto de perder la vida por una enfermedad que se presentó así de grave como de súbita.  Para mi fortuna aquí sigo y aquí sigue mi pluma, afanosa en animarlos a vivir una existencia con significado.  Que el día que partamos, lo hagamos habiendo cumplido con el único mandato que San Pablo nos invita acatar: Esto es, vivir el amor en hechos tangibles, un amor sanador, reconstructor, que nos eleve como humanidad a partir de los pequeños actos de cada día. Actos imperceptibles para el mundo, que no se anuncian; en ello precisamente, su grandeza y trascendencia.

¡Feliz Navidad!

Poesía de María del Carmen Maqueo Garza

 

EPIFANÍA DEL OCASO

                                                A la memoria de mi cuñado Gonzalo Díaz

Cuando adivinas próximo el final del camino, vas poniendo orden con lo que fue tu vida: Sueños, metas; aciertos, errores; afectos, desdenes.

Entonces entiendes que lo único que dejas y a la vez te llevas, es el amor que hayas sembrado a lo largo del camino.  Con tus manos desnudas, desgarrando feroz la entraña de la tierra, para depositar, una a una, tiempo a tiempo, las semillas de tu propio corazón.  Con fuerza, lacerando tu piel en cada siembra, así llegue a sangrar a causa de ello.  Gotas preciosas que dan vida al grano que la tierra acoge.

Sólo eso has de llevar con tu andar ligero, en el último tramo del camino.  Cae la tarde y tú con ella. Queda, contra el destello vivo del sol poniente, una nebulosa huella de tu paso, cual manso polvo que habrá de hacerte presente a tu partida. Que te habrá de permitir permanecer por siempre en lo más profundo de nuestra memoria.

CARTÓN de Luy

 


Reflexión navideña por Antonio Pacheco Espinosa

La casa se va pintando de bonitos colores. ¡¡¡Huele a Navidad!!! Una época para meditar, para tratar de entender los recovecos emocionales en los que a veces la vida suele meternos. Una bonita temporada en la que se aligera el nudo ese en donde se apretujan nuestros sentimientos y en la que hasta lloramos por motivos superficiales y simples; porque la Navidad no solo es fiesta: Es un momento en nuestra carrera vital, un escaloncito que nos sirve para muchas cosas como analizar, recomponer, fortalecer o desandar caminos equivocados. Es una época, sí, en la que nos quitamos las máscaras de dureza y podemos, con la mano en el corazón, reconocernos humanos. Es tiempo de entender al mundo y a la gente con la que tratamos y es, en consecuencia, la mejor oportunidad para ser empáticos, de agradecer y.... de perdonar. Les envío un mega abrazo...

La grandeza y necesidad de la compasión: José A. Lozano Díez

CONFETI DE LETRAS por Eréndira Ramírez

El amar a alguien implica una serie de sentimientos que se amalgaman en ese término. Quizá uno que a mi me conmueve más es la ternura. Ese sentimiento que nos sobrecoge y nos nace tan profundamente, que nos hace cambiar la actitud de la voz, de nuestra mirada y que es de los sentimientos que más nos puede identificar como seres humanos. Cuando veo la ternura que puede despertar mi mascota, con su sola presencia y su gracia natural, entiendo el por qué somos cada vez más afectos a convivir con estos hermosos seres de cuatro patitas. Les hablamos distinto, imposible resulta no acariciarlos. Nuestra actitud se transforma y hasta el mal genio se esfuma.. Será que nos muestran su cariño sin ningún recelo, será que nunca se muestran apáticos a nuestra llegada, será que los vemos indefensos y solícitos de cariño. Quizá los humanos, tenemos tantos miedos y prejuicios, o nos mostramos tan autosuficientes, tan demasiado seguros de nosotros mismos, por miedo a sugerir siquiera nuestra necesidad de afecto. Será que es signo de debilidad el despertar ternura en alguien y no nos agrada y sin embargo, quién no ha experimentado la inigualable sensación de ser tratado con ternura, ese trato amable, dulce, que solo da la nobleza de un sentimiento puro y real. Ternura que ablanda el corazón, ternura que envuelve y crea a nuestro alrededor un halo de amor; ternura que nos hace tan humanos como a veces nos negamos a ser, para no revelarnos vulnerables, para no ser tildados de cursis o débiles, Nadie, creo yo demuestra mayor fuerza espiritual que aquél que libera sus sentimientos y los prodiga sin reservas. Que se atreve a demostrar amor, ternura, sin medir riesgos, esa es fortaleza. La ternura no se debe perder en las relaciones humanas, y no debe ser confinada a niños, ancianos y mascotas, sino a cualquier ser humano digno de amarse. Sentir ternura que nos inspire a brindar protección, más allá de que él o ella sean capaces de hacerlo por sí mismos. La ternura, sentimiento que engrandece al amor.

Villancico 2022 | Estoy aquí - Coro de Tajamar con Amanda Digón (Malinche)