EL CIELO ES EL
MISMO
Una cosa hay que admirar al pueblo ucraniano: Su
resiliencia; la capacidad de no perder el entusiasmo en medio de la crisis
humanitaria que enfrentan. En poco más
de un mes hemos visto cómo pasaron de ser un país tranquilo, autosuficiente y
ejemplar en muchos aspectos, a convertirse en una diáspora que se extiende a
países europeos y más allá. Las familias
se fragmentan en medio de la incertidumbre; los niños se adaptan a condiciones
cambiantes, dificultosas y agotadoras, todos ellos siguiendo un único fin: Salvar sus vidas.
Voces críticas han señalado el contraste entre la acogida
que se proporciona a los refugiados de esta nación frente a grupos provenientes
de otros países. De forma ligera se
atribuye a sus características físicas (rubios, de ojos claros), en contraste
con las de grupos de raza negra o mestiza, y en particular frente a grupos de
sirios que intentan emigrar hacia destinos similares. En lo personal, sin negar la influencia que
puedan tener los rasgos físicos de unos y otros, encuentro que a los ucranianos
se les ha acogido de mejor manera por varios factores: En primer término,
porque se trata de familias enteras que de un día para otro tuvieron que abandonar su país por
salvar su vida. En segundo término,
porque, a pesar de corresponder a un país de la ex Unión Soviética, en
principio atea, sus creencias religiosas cristiano-ortodoxas son más afines a
las de occidente, y finalmente, porque provienen de estructuras familiares bien
establecidas, que pretenden conservarse así.
Recuerdo la primera vez que tuve contacto directo con
personas ucranianas: fue durante la
presentación de un ballet, allá por los años setenta en Torreón. Un patronato llamado: “Conciertos Daniels” organizaba
presentaciones internacionales de gran
calidad; entre los eventos que recuerdo en los años que duró bajo tal nombre el
patronato, estaban la Filarmónica de Moscú, la Orquesta de Cámara de Berlín, el
cuarteto Punta del Este, los Solistas de Zagreb y el ballet nacional de Ucrania. En aquel tiempo, como se habrá seguido
haciendo desde entonces, concertaban fechas de presentación en el Cervantino
con giras por distintos puntos de la república, entre los cuales la ciudad de
Torreón resultó magníficamente beneficiada.
Ese es mi primer recuerdo vivo de Ucrania, un grupo de
bailarinas con trajes folclóricos y una precisión en su ejecución como
pocas. Con la disciplina soviética, y
con la apertura de la Perestroika de Gorbachov, Ucrania consiguió consolidarse como una nación organizada,
emprendedora y de gran sensibilidad artística y deportiva. Entonces, ver que de un día para otro los
disgregan y van destruyendo su grandioso patrimonio arquitectónico y sus
conjuntos habitacionales, resulta desolador.
Pero aún más allá, la dispersión de grupos humanos, en particular
familiares, difícilmente nos lleva a imaginar el daño psicológico que tendrán
niños y adultos, tanto por la separación, como por la integración de emergencia
a países distintos al de origen, y la incertidumbre de si volverán a reunirse
nuevamente, y en qué condiciones lo harán.
Mal haríamos en juzgar en blanco y negro lo que sucede en
Europa del este. Mal haríamos en decir
que los ucranianos son “buenos” y los rusos “malos”. La vida suele desplegarse en diversos tonos
de gris. Gran parte de la población
rusa quedó igual de sorprendida que sus vecinos con la invasión a Ucrania, y así
mismo, incontables familias rusas sufrieron disgregación, tal vez tan grave como
la de Ucrania. Muchos soldados fueron instruidos de que los congregaban para prácticas militares, no para salir a combate.
Los acontecimientos de la invasión y potencial guerra
obedecen más a la voluntad de un solo hombre, lo que inquieta al mundo
entero. No sabemos en qué momento, más
allá de acuerdos y restricciones internacionales, Putin sea capaz de pulsar un
botón y terminar con la vida sobre el planeta.
Este martes 29 se llevará a cabo un evento binacional
llamado: “Concierto por Ucrania”, en el que participarán miembros de la Banda
Antyila en la ciudad de Kiev y varios grupos musicales ingleses, encabezados
por el cantante Ed Sheeran desde Birmingham, Inglaterra, en un evento que se
organiza para reunir fondos para Ucrania.
“No tenemos miedo de tocar bajo las bombas”, refiere uno de
los integrantes de la banda ucraniana. Se
trata de dos pueblos hermanos con la música por puente. Representa un punto en la historia de la
humanidad en el que coinciden dos naciones para exaltar un mismo valor llamado
“paz”. Para entender que, más allá de la
ambición de los poderosos, primero está la armonía entre seres humanos y la
afinidad de sus proyectos personales, en un clima de respeto mutuo, bajo un
cielo que es, finalmente, el mismo para todos.